Emma Martínez Ocaña (Ed. Narcea)
Pepcastelló
Con su habitual estilo ágil y emotivo, con un lenguaje directo, siempre en primera persona, Emma Martínez Ocaña nos ofrece esta colección de relatos que hacen vivir intensamente la ternura y la pasión derramada por los corazones de unas mujeres que merecieron en su día el respeto y la consideración de sus contemporáneos hasta el punto de incluirlas en las escrituras.
Bien documentada, arropada por especialistas de acreditado saber, nos transporta a un pasado digno de estudio que nos sorprende por desconocido a quienes hemos recibido las enseñanzas impregnadas de mentalidad patriarcal que han dominado la escena religiosa durante tantos siglos y que por desgracia persisten.
Conmueve en especial a quien esto escribe el hondo lamento en forma de plegaria del segundo capítulo, un diálogo amoroso con Jesús de Nazaret que desde su «cuerpo de mujer» «se hace protesta y denuncia», según había indicado la autora en el capítulo anterior.
Si la reflexión es el principal camino para el crecimiento humano, éste es un libro que por él transcurre. Si lo que tienen de valioso los relatos evangélicos es mostrarnos la conducta nada convencional de Jesús, ese romper suyo con lo establecido para poner la dignidad humana en el primer plano de del pensamiento y de la acción, de esa fuente bebe la autora en el momento de poner palabras a su sentir.
En un período de la historia en el que la mujer ocupa puestos principales en casi todas las naciones y en todos los estamentos, parece de sentido común que el pensamiento católico no pueda ni deba caminar por otros derroteros. Y no obstante, la norma de relegar a las mujeres a tareas de segundo orden sigue plenamente vigente en la Iglesia Católica. Esta apropiación patriarcal del cristianismo, cuyo fundamento es más que discutible, constituye un menosprecio institucional que, traicionando las enseñanzas del mismo Jesús, condiciona fuertemente el pensamiento de la población creyente y lo aleja de un mundo en el que la emergencia de valores femeninos en la sociedad ha sido el paso decisivo hacia la consecución de derechos humanos básicos.
Urge, pues, recuperar esa visión humana y en absoluto discriminadora que, según nos narran las escrituras, mantuvo Jesús. Y a ello contribuye este libro mediante las reflexiones que nos propone. Como bien en él se señala, con el desprecio de la mujer también se ha despreciado cuanto está relacionado con su cuerpo. El goce del amor corporal se ha venido demonizando durante siglos, lo cual ha generado mucha confusión y no pocos sentimientos de culpa y ha contribuido a endurecer el alma de mujeres y hombres al negarles en conciencia ese gran vehículo para la expresión amorosa que es el cuerpo, base de toda relación de pareja.
Si antaño el pensamiento cristiano giró en torno a la dualidad cuerpo alma, espíritu materia, hoy creyentes y no creyentes necesitan ser conscientes de la unidad indivisible que somos los seres humanos, tanto para no desviar el pensamiento religioso por derroteros de extravío como para no prescindir en el pensamiento laico de ese gran valor que es la espiritualidad del cuerpo y cuanto con el se relaciona, a fin de darle la dignidad que merece tanto desde una perspectiva religiosa como profana. Y es desde esta doble perspectiva que no dudamos en recomendar a creyentes y no creyentes la lectura de este bello libro que ahora se nos ofrece.
Con nuestra felicitación a la autora y a la editorial NARCEA, el sincero deseo de que lo gocéis plenamente, en el alma y en el cuerpo.
Pepcastelló
Comentarios y FORO...
Pepcastelló
Con su habitual estilo ágil y emotivo, con un lenguaje directo, siempre en primera persona, Emma Martínez Ocaña nos ofrece esta colección de relatos que hacen vivir intensamente la ternura y la pasión derramada por los corazones de unas mujeres que merecieron en su día el respeto y la consideración de sus contemporáneos hasta el punto de incluirlas en las escrituras.
Bien documentada, arropada por especialistas de acreditado saber, nos transporta a un pasado digno de estudio que nos sorprende por desconocido a quienes hemos recibido las enseñanzas impregnadas de mentalidad patriarcal que han dominado la escena religiosa durante tantos siglos y que por desgracia persisten.
Conmueve en especial a quien esto escribe el hondo lamento en forma de plegaria del segundo capítulo, un diálogo amoroso con Jesús de Nazaret que desde su «cuerpo de mujer» «se hace protesta y denuncia», según había indicado la autora en el capítulo anterior.
Si la reflexión es el principal camino para el crecimiento humano, éste es un libro que por él transcurre. Si lo que tienen de valioso los relatos evangélicos es mostrarnos la conducta nada convencional de Jesús, ese romper suyo con lo establecido para poner la dignidad humana en el primer plano de del pensamiento y de la acción, de esa fuente bebe la autora en el momento de poner palabras a su sentir.
En un período de la historia en el que la mujer ocupa puestos principales en casi todas las naciones y en todos los estamentos, parece de sentido común que el pensamiento católico no pueda ni deba caminar por otros derroteros. Y no obstante, la norma de relegar a las mujeres a tareas de segundo orden sigue plenamente vigente en la Iglesia Católica. Esta apropiación patriarcal del cristianismo, cuyo fundamento es más que discutible, constituye un menosprecio institucional que, traicionando las enseñanzas del mismo Jesús, condiciona fuertemente el pensamiento de la población creyente y lo aleja de un mundo en el que la emergencia de valores femeninos en la sociedad ha sido el paso decisivo hacia la consecución de derechos humanos básicos.
Urge, pues, recuperar esa visión humana y en absoluto discriminadora que, según nos narran las escrituras, mantuvo Jesús. Y a ello contribuye este libro mediante las reflexiones que nos propone. Como bien en él se señala, con el desprecio de la mujer también se ha despreciado cuanto está relacionado con su cuerpo. El goce del amor corporal se ha venido demonizando durante siglos, lo cual ha generado mucha confusión y no pocos sentimientos de culpa y ha contribuido a endurecer el alma de mujeres y hombres al negarles en conciencia ese gran vehículo para la expresión amorosa que es el cuerpo, base de toda relación de pareja.
Si antaño el pensamiento cristiano giró en torno a la dualidad cuerpo alma, espíritu materia, hoy creyentes y no creyentes necesitan ser conscientes de la unidad indivisible que somos los seres humanos, tanto para no desviar el pensamiento religioso por derroteros de extravío como para no prescindir en el pensamiento laico de ese gran valor que es la espiritualidad del cuerpo y cuanto con el se relaciona, a fin de darle la dignidad que merece tanto desde una perspectiva religiosa como profana. Y es desde esta doble perspectiva que no dudamos en recomendar a creyentes y no creyentes la lectura de este bello libro que ahora se nos ofrece.
Con nuestra felicitación a la autora y a la editorial NARCEA, el sincero deseo de que lo gocéis plenamente, en el alma y en el cuerpo.
Pepcastelló
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