miércoles, 19 de noviembre de 2008

Empecinamiento clerical

Pepcastelló

En la España del siglo XXI, donde la religión dejó ya hace años de regir la vida de las personas en la mayor parte de la población, el clero utiliza todos los recursos de que dispone para mantener sus privilegios. Uno de ellos es el censo de las personas bautizadas.

Habida cuenta de que a la mayoría de la población censada como católica fue bautizada sin su consentimiento dado que aun no tenía uso de razón, cabría esperar que ya en edad adulta las personas que no desean seguir siendo consideradas católicas tuviesen la posibilidad de darse de baja de ese censo. Pero parece que no es así, según se desprende de un artículo publicado en “Rebelión”, al cual se puede acceder mediante el enlace que ofrecemos.

Quienes contemplamos esta tenaz resistencia eclesiástica a reconocer la libertad de conciencia de las personas y aceptar la realidad de la sociedad española actual, no podemos sino ver en ella un acto moralmente censurable. Por él, la Iglesia Católica Española, constituida por la jerarquía y la feligresía que la sigue merece la mayor reprobación de cualquier persona honesta que sienta respeto por la verdad y por los derechos humanos. Porque si ese censo que tan ardientemente defienden fuese solamente un libro de recuerdos, una crónica de hechos que no trascendiese para nada a la sociedad actual, podría entenderse que quien lo custodia se opusiera a cualquier modificación que se quisiese incorporar en su tradicional uso. Pero no es así. Ese censo repercute en las relaciones entre la Iglesia y el Estado, y por ende, entre la población católica y la que no lo es.

Es difícil ser justos en un mundo injusto, pero es lamentable que quienes debieran dar ejemplo de afán de justicia, de lo único que lo den sea de egoísmo. Y es lamentable también que la población católica española no intervenga en contra de todos los atropellos que comete su jerarquía eclesiástica y apenas deje oír su voz. Discurso tendrán unos y otros para justificar su conducta, porque siempre hay palabras que justifiquen hasta las mayores bellaquerías, pero no son las palabras lo que define a las personas sino sus acciones. Una vez más nos viene a la memoria «por sus hechos los conoceréis».

La empecinada resistencia a aceptar normas de diálogo y convivencia propias de una sociedad humanamente evolucionada no es un buen método para sembrar la Buena Nueva. Con actitudes como la que comentamos, que no es más que una muestra de las muchas tropelías cometidas por la clerecía católica, la Iglesia ha perdido credibilidad entre la mayor parte de la población en los países donde dominaba socialmente. Hoy solamente le quedan las almas incondicionales que no se enteran de las martingalas clericales o que aun sabiéndolo sitúan sus sentimientos personales por encima de los valores humanos. Esas sí; esas están dispuestas a mirar hacia otro lado con tal de seguir formando parte del pueblo escogido.

En fin, allá conciencias.

Pepcastelló

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=73618


Comentarios y FORO...

sábado, 15 de noviembre de 2008

“Hay mucha mitología que tenemos que desmontar”

Entrevista a Noam Chomsky
Simone Bruno (ALAI), periodista italiano, radicado en Colombia.

De cara al debate que hoy se da sobre la crisis actual, quisimos conocer la lectura que de ella hace una de las voces estadounidenses más relevantes en el análisis y la crítica de su país y del mundo, Noam Chomsky. Esto fue lo que nos dijo.

- Quisiera que hablemos sobre la crisis actual. ¿Cómo explicar que mucha gente la vio llegar, pero quienes están a cargo de los gobiernos y de las economías no estaban preparados?

Las bases para la crisis son predecibles. Un factor constitutivo de la liberalización financiera es que habrá crisis frecuentes y profundas. De hecho, desde que la liberalización financiera fue instituida hace cerca de treinta y cinco años, se ha establecido una tendencia a incrementar la regularidad de las crisis, y crisis cada vez más profundas. Las razones son intrínsecas y entendidas: tienen que ver fundamentalmente con las bien conocidas ineficiencias de los mercados. Así, por ejemplo, si usted y yo hacemos una transacción, digamos que me vende un coche, podemos hacer un buen negocio para nosotros mismos, pero no consideramos el efecto sobre otros. Si le compro un coche, aumenta el uso de la gasolina, aumenta la contaminación, aumenta la congestión, etcétera. Pero no contamos esos efectos. Esto es lo que los economistas llaman externalidades, y no se cuentan en los cálculos del mercado. Estas externalidades pueden ser enormes. En el caso de las instituciones financieras, son particularmente grandes. La tarea de una institución financiera es tomar riesgos. Si es una institución financiera bien manejada, digamos Goldman Sachs, considerará los riesgos para sí misma, pero la frase crucial aquí es para sí misma. No considera los riesgos sistémicos, los riesgos para el conjunto del sistema, si Goldman Sachs tiene una pérdida substancial. Y lo que eso significa es que esos riesgos son subvalorados. Se toman más riesgos de los que deberían tomarse en un sistema eficiente que toma en cuenta todas las implicaciones. Es más, esta fijación errónea de precios se integra simplemente como parte del sistema del mercado y de la liberalización de las finanzas.

Como consecuencia de la subvaloración de los riesgos, éstos llegan a ser más frecuentes, y,cuando hay fracasos, los costos son más altos que lo considerado. Las crisis llegan a ser más frecuentes, al tiempo que suben en escala a medida que el alcance y la gama de transacciones financieras aumentan. Por supuesto, todo esto se amplifica aún más por el fanatismo de los fundamentalistas del mercado que desmontaron el aparato regulador y permitieron la creación de instrumentos financieros exóticos y opacos. Es una clase de fundamentalismo irracional porque queda claro que el debilitamiento de mecanismos regulatorios en un sistema de mercado incorpora un riesgo de crisis desastrosa. Se trata de actos sin sentido, salvo para el interés a corto plazo de los amos de la economía y de la sociedad. Las corporaciones financieras pueden, y lo han logrado, cosechar enormes ganancias a corto plazo al emprender acciones extremadamente aventuradas, incluyendo especialmente la desregulación, que hacen daño a la economía general, mas no a ellas, por lo menos en el corto plazo que es lo que orienta la planificación. No se podía predecir el momento exacto de una crisis severa, ni se podía predecir el al-cance exacto de la crisis, pero que una ven-dría era obvio. De hecho, se han registrado crisis serias y repetidas durante este período de desregulación creciente. Solo que hasta ahora no habían golpeado tan duramente en el centro de la riqueza y del poder, sino que han golpeado sobre todo en el tercer mundo. Veamos el caso de los Estados Unidos. Es un país rico, pero para una mayoría substancial de la población, los últimos treinta años probablemente figuren entre los peores de la historia económica norteamericana. No ha habido crisis masivas, guerras grandes, depre- siones, etc. Sin embargo, los salarios reales han estado prácticamente estancados para la mayoría durante treinta años. Para la economía internacional, el efecto de la liberalización financiera ha sido bastante dañino. Se podía leer en la prensa que los treinta años pasados, los del neoliberalismo, han mostrado el mayor descenso de la pobreza en la historia del mundo, un enorme crecimiento, etc., y tiene algo de cierto, pero lo que falta decir es que el descenso de la pobreza y el crecimiento han ocurrido en países que hicieron caso omiso de las reglas neoliberales. Los países que observaron las reglas neoliberales han sufrido gravemente. Es así que hubo un gran crecimiento en Asia del Este, pero no hicieron caso de las reglas. En América Latina, donde observaron las reglas rigurosamente, fue un desastre.

- José Stiglitz escribió recientemente en un artículo que esta última crisis marca el fin del neoliberalismo; y Chávez en una rueda de prensa dijo que la crisis podría ser el final del capitalismo. ¿Cuál cree que es más cercano a la verdad?

Primero, debemos tener claro que el capitalismo no puede terminar, porque nunca comenzó. El sistema en el que vivimos debe llamarse capitalismo de Estado, no simplemente capitalismo. En el caso de Estados Unidos, la economía se apoya muy fuertemente en el sector estatal. Por el momento, hay mucha angustia sobre la socialización de la economía, pero eso es solo una broma pesada. La economía avanzada, la alta tecnología y similares siempre han dependido ampliamente del sector dinámico de la economía estatal. Es el caso de la informática, la Internet, los aviones, la biotecnología, casi todo lo que está a la vista. El MIT (Massachusetts Institute of Technology) , de donde le estoy hablando, es una especie de embudo, en la cual el público vierte el dinero y de allí sale la tecnología del futuro, que será entregada al poder privado para que saque las ganancias. Entonces tenemos un sistema de socialización de los costos y riesgos y privatización del beneficio. Y eso no solo en el sistema financiero, sino en toda la economía avanzada.

De modo que, para el sistema financiero, probablemente el resultado será más o menos como lo describe Stiglitz. Es el final de una cierta era de la liberalización financiera con-ducida por el fundamentalismo de mercado. El Wall Street Journal lamenta que Wall Street como la hemos conocido ha desaparecido con el derrumbe de la banca de inversión. Y se darán algunos pasos hacia la regulación. Eso es cierto. No obstante, las propuestas que se están formulando, por extensas y severas que sean, no cambian la estructura de las institu- ciones básicas subyacentes. No hay ninguna amenaza al capitalismo de Estado. Sus ins- tituciones fundamentales seguirán siendo las mismas, quizás incluso sin remezones. Pueden reacomodarse de varias maneras, algunos conglomerados podrían absorber otros, algu- nos incluso podrían ser semi-nacionalizados tibiamente, sin que ello afecte mayormente la monopolización privada de la toma de decisiones. No obstante, como van las cosas, las relaciones de propiedad y la distribución de poder y riqueza no cambiarán significativamente; si bien la era del neoliberalismo, vigente desde hace unos treinta y cinco años, seguramente será modificada de manera significativa. Sea dicho de paso, nadie sabe qué tan grave se volverá esta crisis. Cada día trae nuevas sorpresas. Algunos economistas están prediciendo una verdadera catástrofe. Otros piensan que puede ser remendada con un trastorno modesto y una recesión, que probablemente será peor en Europa que en EE.UU. Pero nadie sabe.

- ¿Ud. piensa que veremos algo parecido a la depresión, con la gente sin trabajo haciendo largas filas para conseguir alimentos,en EE.UU. y Europa? ¿Y de ser así, veremos una gran guerra para reponer a las economías en pie, o una terapia de shock, o si no qué?

No creo que la situación sea comparable con el período de la gran depresión, aunque hay algunas semejanzas con esa época. Los años ‘20 eran también un período de especulación salvaje y de una enorme expansión del crédito y de los préstamos, con la creación de una enorme concentración de riqueza en un sector muy pequeño de la población, y la destrucción del movimiento sindical. En esto hay semejanzas con el periodo actual. Pero también hay muchas diferencias. Existe un aparato mucho más estable de control y regulación que resultó del New Deal y aunque se ha erosionado, buena parte de él permanece intacto. Además, ya hay la comprensión de que los tipos de políticas que se veían como extremadamente radicales en el período del New Deal ahora son más o menos normales. Así, por ejemplo, en el reciente debate presidencial, John McCain, el candidato de la derecha, propuso medidas tomadas del New Deal para enfrentar la crisis de vivienda. Entonces hay la comprensión de que el gobierno debe asumir un papel importante en la gestión de la economía y de hecho tienen cincuenta años de experiencia en ella para los sectores avanzados de la economía.

Mucho de lo que se lee sobre esto es pura mitología. Por ejemplo, leemos que la creencia apasionada de Reagan en el milagro de los mercados ahora está siendo atacada, siendo que a Reagan se le ha asignado el papel del Gran Sacerdote de la fe en los mercados. De hecho, Reagan fue el presidente más proteccionista de la historia económica estadounidense de la posguerra. Él aumentó las barreras proteccionistas más que todos sus precursores juntos. Convocó al Pentágono a desarrollar proyectos para entrenar a administradores norteamericanos rezagados en métodos avanzados de producción japoneses. Operó uno de los salvamentos bancarios más grandes de la historia norteamericana, y conformó un conglomerado basado en el Estado para tratar de revitalizar la industria de semiconductores. De hecho, él creía en un gobierno poderoso, de intervención radical en la economía. Cuando digo “Reagan”, me refiero a su administración; lo qué él creyó sobre todo esto, si creyó algo, realmente no lo sabemos, y no es muy importante.

Hay mucha mitología que tenemos que desmontar, incluyendo lo que se dice del gran crecimiento y la reducción de la pobreza. En los propios EE.UU., en la medida en que sí se aplicaron las reglas neoliberales, fueron bastante dañinas para la mayoría de la población. Viendo más allá de la mitología, podemos percibir que una economía capitalista de Estado que, particularmente desde la segunda guerra mundial, ha dependido muy fuertemente del sector estatal, ahora está volviendo a depender del Estado para el manejo del sistema financiero que se derrumba.Por ahora, no hay señales de que se producirá nada parecido al desplome de 1929.

- Entonces, ¿no considera que nos encaminamos hacia un cambio en el orden mundial?

Bueno, hay cambios muy significativos en el orden mundial y esta crisis quizás contribuirá a ellos. Pero han estado en camino desde hace algún tiempo. Uno de los cambios más grandes en el orden mundial, lo estamos viendo ahora en América Latina. Se dice que es el patio trasero de EE.UU. y que desde hace tiempos EE.UU. la maneja. Pero esto está cambiando. Apenas hace algunas semanas, a mediados de septiembre, se dio una ilustración muy dramática de ello. El 15 de septiembre hubo una reunión de UNASUR, la Unión de Naciones Suramericanas, donde acudieron todos los gobiernos suramericanos, incluyendo Colombia, el favorito de EE.UU. Tuvo lugar en Santiago, Chile, otro favorito de EE.UU. La reunión salió con una declaración muy contundente en apoyo a Evo Morales de Bolivia, y en rechazo a los elementos cuasi-secesionistas en ese país, que cuentan con el apoyo de Estados Unidos. Hay una lucha muy significativa en Bolivia. Las élites se están movilizando por la autonomía y quizás la secesión, llegando a niveles fuertes de violencia, con la evidente venia de EE.UU. Pero las repúblicas suramericanas asumieron una postura firme, en apoyo al gobierno democrático. La declaración fue leída por la presidenta Bachelet de Chile, una favorita de Occidente. Evo Morales respondió agradeciendo a los presidentes por su respaldo, a la vez que señaló, correctamente, que ésta era la primera vez en 500 años que América Latina había tomado su destino en sus propias manos, sin la interferencia de Europa ni, sobre todo, de EE.UU. Ése es un símbolo de un cambio muy significativo que está en curso, a veces llamado la marea rosada. Fue tan importante que la prensa estadounidense no lo reportó. Hay una oración aquí y allí en la prensa que anota que algo sucedió, pero suprimen totalmente el contenido y la importancia de lo que sucedió.

Esto es parte de un proceso a largo plazo, en el cual Suramérica está comenzando a superar sus enormes problemas internos y también su subordinación a Occidente, principalmente a los Estados Unidos. Suramérica también está diversificando sus relaciones con el mundo. Brasil tiene relaciones cada vez mayores con Sudáfrica e India, y particularmente China, que está cada vez más involucrada con inversiones e intercambios con los países latinoamericanos. Son procesos extremadamente importantes, que ahora están comenzando a llegar también a América Central. Honduras, por ejemplo, es la clásica república bananera. Fue el campamento base para las guerras del terror de Reagan perpetradas en la región y se ha subordinado totalmente a EE.UU. Pero Honduras se sumó recientemente al ALBA, la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América, basada en Venezuela. Es un pequeño paso, pero no deja de ser muy significativo.

- ¿Ud. piensa que estas tendencias en Suramérica, como ALBA, UNASUR y los grandes acontecimientos en Venezuela y Bolivia y otros países, pudieran ser afectados por una crisis económica de la dimensión que ahora estamos enfrentando?

Bueno, serán afectados por la crisis, pero por el momento, no tanto como Europa y EE.UU. Si se mira la bolsa en Brasil, se derrumbó muy rápidamente, pero los bancos brasileños no están en quiebra. Asimismo, en Asia, las bolsas están declinando agudamente, pero los gobiernos no están tomando el control de los bancos, como sucede en Inglaterra y EE.UU. y buena parte de Europa. Estas regiones, Suramérica y Asia, de alguna manera se han aislado de las calamidades de los mercados financieros. Lo que desató la crisis actual fueron los préstamos subprime para activos construidos sobre arena, y éstos, claro, están en manos de estadounidenses, aunque al parecer, la mitad está en bancos europeos. El hecho de poseer activos tóxicos basados en hipotecas les ha involucrado muy rápidamente en estos acontecimientos -y además tienen sus propias crisis de la vivienda, particularmente Gran Bretaña y España-. Asia y América Latina han sido mucho menos expuestas, por haber mantenido estrategias de crédito mucho más cautelosas, particularmente desde el descalabro neoliberal de 1997-8. De hecho, un gran banco japonés, Mitsubishi UFG, acaba de comprar una parte substancial de Morgan Stanley, en EE.UU. Entonces no parece, hasta ahora, que ni Asia ni América Latina estarán afectadas tan gravemente como EE.UU. y Europa.

- ¿Piensa que habrá una gran diferencia entre Obama y McCain como presidente para asuntos como el Tratado de Libre Comercio y el Plan Colombia? Porque en Colombia, donde vivo, se puede sentir que el presidente y el establecimiento están algo asustados frente a una elección de Obama. Sé que usted tiene la sensación que Obama es como una hoja en blanco; ¿pero piensa que habrá una diferencia?

En efecto, Obama se ha presentado más o menos como una hoja en blanco. Pero no hay motivo para que el establecimiento colombiano se asuste de su elección. El Plan Colombia es política de Clinton y hay muchas razones de suponer que Obama será otro Clinton. Él es bastante impreciso, a propósito. Pero cuando explicita políticas, se parecen mucho a políticas centristas, como Clinton, que modeló el plan Colombia y militarizó el conflicto, etc.

- Tengo a veces la sensación que los dos periodos de Bush se dieron en un contexto de cambio del orden mundial, tratando de mantener el poder con el uso de la fuerza, y que en cambio Obama podría representar la cara buena para renegociar el orden mundial. ¿Qué opina?

Recuerde que el espectro político en EE.UU. es bastante estrecho. Es una sociedad manejada por las empresas, básicamente, es un Estado de partido único, con dos facciones, demócratas y republicanos. Las facciones tienen algunas diferencias, y éstas a veces son significativas. Pero el espectro es bastante estrecho. La administración Bush, sin embargo, se situaba bastante más allá del final del espectro, con nacionalistas radicales extremos, creyentes extremos en el poder del Estado, en la violencia en el exterior, en un alto gasto gubernamental. De hecho estaban tan fuera del espectro que han sido criticados ásperamente incluso por parte del mainstream, desde los primeros tiempos.

Quienquiera que asuma el mandato, es probable que vaya a desplazar el tablero más hacia el centro del espectro, Obama quizás en mayor medida. Entonces contaría que en el caso de Obama, habrá algo así como un renacimiento de los años de Clinton, adaptado por supuesto a las circunstancias cambiantes. En el caso de McCain, sin embargo, es bastante difícil de predecir. Él es temerario. Nadie sabe lo que haría...

- Ahora que estamos llegando al fin de la globalización neoliberal, ¿existe la posibilidad de algo realmente nuevo, una globalización buena?

Pienso que las perspectivas están mucho mejor de lo que han estado antes. El poder está todavía extraordinariamente concentrado, pero hay cambios, a medida que la economía internacional se hace más diversa y compleja. El Sur se vuelve más independiente. Pero si se mira a EE.UU., aún con todo el daño que Bush ha hecho, sigue siendo la economía homogé- nea más grande, con el mercado interno más grande, la fuerza militar más fuerte y tecnológicamente más avanzada, con gastos anuales comparables a los del resto del mundo combinados, y con un archipiélago de bases militares a través del mundo. Éstas son fuentes de continuidad, aun cuando el orden neoliberal se está erosionando tanto dentro de EE.UU., como en Europa e internacionalmente, a medida que crece la oposición a dicho orden. Entonces, hay oportunidades para un cambio real, pero hasta donde llegarán depende de la gente, de lo que estemos dispuestos a emprender.


Noam Chomsky
http://sodepaz.es/index.php?option=com_content&task=view&id=752&Itemid=1


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Crisis de humanidad

La crisis económico-financiera, previsible e inevitable, remite a una crisis más profunda. Se trata de una crisis de humanidad. Faltaron rasgos de humanidad mínimos en el proyecto neoliberal y en la economía de mercado sin los cuales ninguna institución a mediano y largo plazo se mantiene en pie: la confianza y la verdad. La economía presupone la confianza de que los impulsos electrónicos que mueven los papeles y los contratos tengan lastre y no sean mera materia virtual, por lo tanto ficticia. Presupone además la verdad de que los procedimientos se hagan según reglas observadas por todos. Ocurre que en el neoliberalismo y en los mercados, especialmente a partir de la era Thatcher y Reagan, predominó la financiarización de los capitales. El capital financiero-especulativo es del orden de 167 billones de dólares, mientras que el capital real empleado en los procesos productivos gira en torno a los 48 billones de dólares anuales. Aquél deliraba especulando en las bolsas, dinero haciendo dinero, sin control, apenas regido por la voracidad del mercado. Por su naturaleza, la especulación comporta siempre alto riesgo y viene sometida a desvíos sistémicos: a la ganancia de ganar más y más por todos los medios posibles.

Los gigantes de Wall Street eran tan poderosos que impedían cualquier control, siguiendo solamente sus propias regulaciones. Contaban con informaciones anticipadas (Insider Information), las manipulaban, divulgaban rumores en los mercados, nos inducían a falsas apuestas y de ahí sacaban grandes lucros. Basta leer el libro del megaespeculador George Soros, La crisis del capitalismo, para constatarlo, pues cuenta en detalle estas maniobras que destruyen la confianza y la verdad. Ambas eran sacrificadas sistemáticamente en función del beneficio de los especuladores. Tal sistema tenía que derrumbarse un día, por ser falso y perverso, lo que de hecho ocurrió.

La estrategia inicial estadounidense era injertar mucho dinero en los «ganadores» para que la lógica continuase funcionando sin pagar nada por sus errores. Hubiera sido prolongar la agonía. Los europeos, recordando los vestigios que han quedado del humanismo de las Luces, han tenido más sabiduría. Denunciaron la falsedad, pusieron en el campo al Estado como instancia salvadora y reguladora, y en general como actor económico directo en la construcción, en la infraestructura y en los campos sensibles de la economía. Ahora no se trata de reflotar el neoliberalismo sino de inaugurar otra arquitectura económica sobre bases no ficticias. Esto quiere decir que la economía debe ser un capítulo de la política (la tesis clásica de Marx), no al servicio de la especulación sino de la producción y de la adecuada acumulación. Y la política deberá regirse por criterios éticos de transparencia, de equidad, de justa medida, de control democrático y dando especial cuidado a las condiciones ecológicas que permiten la continuidad del proyecto planetario humano.

¿Por qué la crisis actual es una crisis de humanidad? Porque subyace en ella un concepto empobrecido de ser humano que sólo considera una parte de él, su parte de ego. El ser humano está habitado por dos fuerzas cósmicas: una de autoafirmación, sin la cual desaparece. En ella predomina el ego y la competición. La segunda es de integración en un todo mayor, sin el cual también desaparece. En ella prevalece el nosotros y la cooperación. La vida sólo se desarrolla saludablemente en la medida en que se equilibra el ego con el nosotros, la competición con la cooperación. Dando rienda suelta a la competición del ego, anulando la cooperación, nacen las distorsiones que presenciamos y que han llevado a la crisis actual. Por el contrario, dando espacio sólo al nosotros sin el ego se generó el socialismo despersonalizante, y la ruina que provocó. Errores de esta gravedad, en las condiciones actuales de interdependencia de todos con todos, nos pueden liquidar. Como nunca antes tenemos que orientarnos por un concepto adecuado e integrador del ser humano, por un lado individual-personal, con derechos, y por otro social-comunitario, con límites y deberes. De no ser así, nos empantanaremos siempre en crisis, que serán menos económico-financieras y más crisis de humanidad.


Leonardo Boff
http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=301

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Salud sexual y reproductiva

Durante siglos construir una sociedad justa y equitativa ha sido la lucha de hombres y mujeres que han asumido la vanguardia de combatir un sistema inhumano de injusticias y discriminación.

La opresión de quienes han pretendido atribuirse la representación divina en la tierra, olvidan que la esencia de todo ser humano es la rebelión contra lo injusto. Más aún cuando acumula más de la mitad de la población mundial bajo una doble explotación representada por el sexo equívocamente concebido como "débil y sumiso": las mujeres.

La necesidad histórica de un cambio sustancial en las relaciones humanas conlleva la concepción de asumir y respetar la plena autonomía de las mujeres, pues no puede haber transformación social sin incorporar a la mitad de la población y por tanto, reconocer el legítimo derecho que tenemos de decidir sobre nuestro cuerpo y generar los mecanismos para el ejercicio pleno de los derechos en todos los niveles.

Está en la Asamblea Nacional el proyecto de ley que adopta medidas para establecer y proteger los derechos humanos en materia de sexualidad y salud reproductiva.

El proyecto cumple con obligaciones asumidas por el Estado panameño a través de instrumentos internacionales ratificados y que son ley de la República como: Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, Convención Interamericana de Derechos Humanos, la CEDAW , la Plataforma de Acción de El Cairo (1994), con respecto al compromiso de eliminar obstáculos jurídicos, normativos y sociales que impiden brindar información de salud reproductiva a adolescentes y, específicamente, el principio 10 de esa plataforma establece: "Toda persona tiene derecho a la educación, que deberá orientarse hacia el pleno desarrollo de los recursos humanos, de la dignidad humana y del potencial humano, prestando especial atención a las mujeres y las niñas".

Si esto no es suficiente, basta señalar que las estadísticas alarmantes sobre las infecciones de transmisión sexual (ITS), específicamente el VIH/SIDA está diezmando a la juventud, situación que debe alertar sobre la necesidad de brindar una educación integral en salud sexual y reproductiva, desprovista de prejuicios y fundada en criterios científicos, de salud y de derechos humanos, como establece el proyecto. Asimismo, obliga a reflexionar sobre temas importantes en la vida de una sociedad democrática y respetuosa de los derechos humanos: el Estado laico y los derechos humanos de las mujeres.

La Asamblea debe estar a la altura de los tiempos y por sobre criterios personales debe privar el principio de la laicidad del Estado y el respeto a los derechos humanos.

El proyecto de ley responde a una tendencia mundial a favor de los derechos de las mujeres; no obliga a ninguna a practicarse un aborto; lejos de promover la muerte, salvará la vida de muchas mujeres y evitará que un gran número de adolescentes y jóvenes abandonen la escuela o no terminen sus estudios, debido a embarazos no planificados y a que menos adquieran el mortal VIH.


Mariblanca Staff Wilson
Abogada y escritora
http://www.panamaprofundo.org/boletin/opinion/salud-sexual-y-reproductiva.htm


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Eucaristía en tiempos de crisis

Hacemos hoy un pequeño paréntesis. Otro día seguiremos con el análisis histórico de la adulteración litúrgica de nuestra misa. El tema que dejo pendiente para otro día es cómo se pasó en la edad media de una comida de celebración y fiesta de hermanos sentados en la mesa del Padre, a una liturgia de llanto y pecadores que imploran piedad, de rodillas, ante el talismán de una hostia consagrada.

Hago un paréntesis para salir de los templos y capillas y soñar con la mesa de la humanidad.

Sueño, soñemos juntos. Los creyentes deberíamos soñar con una Eucaristía mundial, con una mesa grande en la que quepamos todos. Incluso los que no han sido invitados. Basta tener hambre. Quien tiene hambre de pan y de tierra, en el fondo tiene hambre de Dios.

Lc 14:12
-Cuando des una comida o una cena, no invites (sólo) a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a vecinos ricos; Al revés, cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos;
Al oír aquello, uno de los comensales le dijo:
-¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!

Jn 6:5
Jesús levantó los ojos y, al ver que una gran multitud se le acercaba, se dirigió a Felipe:
-¿Con qué podríamos comprar pan para que coman éstos?
Felipe le contestó:
-Doscientos denarios de plata no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo.
Uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
-Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?
Jesús les dijo:
-Haced que esos hombres se recuesten.
Había mucha hierba en el lugar. Se recostaron aquellos hombres, adultos, que eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, pronunció una acción de gracias y se puso a repartirlos a los que estaban recostados, y pescado igual, todo lo que querían.

Mt 15:32
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
-Me conmueve esta multitud, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen por el camino.
Los discípulos le preguntaron:
-Y en un despoblado, ¿de dónde vamos a sacar pan bastante para saciar a una multitud tan grande?

LC 9:13
Él les dijo:
-Dadles vosotros de comer.
Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta.» Lo hicieron así y acomodaron a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse.

La crisis financiera mundial de la que hablamos todos, que sufren unos más que otros, quizá nunca tenga solución mientras queden fuera de la mesa los miles de hambrientos por llegar a la orilla.

No es cuestión de solucionar el problema de los bancos. No es crisis de bancos. Es crisis de humanidad. Cuando salga el dinero por las orejas a los bancos, explotará la multitud hambrienta.


Luís Alemán
http://www.feadulta.com/renove-12-EUCARISTIA-15.htm

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El mundo necesita de la Paz

Carta a Barack Obama de Adolfo Pérez Esquivel

Senador Don Barack Obama, Candidato a la Presidencia de los EE.UU.

Reciba el fraterno saludo de Paz y Bien.

En ocasión de encontrarnos en Los Ángeles junto con otros Premios Nobel de la Paz en una reunión y reflexión sobre la situación internacional, le entrego la presente carta para compartir la realidad de América Latina y el mundo. Espero que le ayude a comprender y valorar los lazos de unidad de los pueblos y encontrar nuevos caminos y paradigmas en bien de la humanidad.

Lo que ocurre en los Estados Unidos de Norteamérica tiene repercusión en el mundo, y sus decisiones influyen en las relaciones entre los pueblos, muchas veces alteradas y confrontadas, poniendo en peligro la Paz mundial, generando la inestabilidad y conflictos en diversas regiones.

Después de la caída del Muro de Berlín en 1989 y el fin de la Guerra Fría, muchos pensamos que las relaciones internacionales serían de cooperación y solidaridad entre los pueblos, que nuevos aires de integración y entendimiento para la paz llegaban después de largos años de confrontación entre los dos bloques dominantes.

Nos equivocamos. Se agudizaron las tensiones y surgieron nuevas guerras y muros de intolerancia y enfrentamientos: las guerras en Afganistán e Iraq, en África, China, que comete genocidio y etnocidio contra el pueblo tibetano. La grave situación del Medio Oriente, guerra que lleva más de 50 años entre Israel y Palestina, y la necesidad del estado Palestino de superar las graves violaciones a los derechos humanos cometidas por Israel.

Y están las violaciones a los derechos humanos por parte de EE.UU. en la base militar que mantiene en Guantánamo, Cuba, y en las cárceles de Iraq, en Abu Graib, un país invadido y destruido, siendo víctima del despojo de lo que es patrimonio cultural de la humanidad. He estado doce días en Bagdad y pude ver las atrocidades cometidas contra ese sufrido pueblo.

A pesar de esto, que señalo brevemente, y que usted conoce, hoy se abre una esperanza en EE.UU., y es que Ud. pueda llegar a ser el próximo presidente de Norteamérica. De ser así, se abren nuevas posibilidades para caminos de paz y para un cambio en la situación actual de destrucción y muerte que impuso el gobierno del presidente Republicano George Bush, basado en la mentira y en la violencia.

Es necesario lograr cambios hacia sociedades más justas y fraternas y ver qué ocurre en lo interno en su país y a nivel internacional. EE.UU. que vive en pleno auge del neoliberalismo, a pesar de ser un país rico y desarrollado, no ha podido garantizar a sus ciudadanos un nivel de desarrollo humano satisfactorio.

Usted bien sabe que hoy existe en EE.UU. 32 millones de personas con una esperanza de vida inferior a los 60 años; 45 millones de personas viven bajo el nivel de pobreza y 52 millones de ciudadanos y ciudadanas son analfabetos. (informe Nouveau Siècle-I. Ramonet). Sin embargo, se gastan millones de dólares en armas, y se generan conflictos armados que poner en serio peligro la paz mundial.

EE.UU. fue un país pionero en la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamados por las Naciones Unidas en 1948, lamentablemente hoy olvidados y violados sistemáticamente. Es urgente restablecer el equilibrio y “desarmar las conciencias armadas” y generar políticas de integración entre los pueblos. En este sentido, me permito transmitirle las preocupaciones y necesidades de nuestro continente latinoamericano.

Las bases militares de EE.UU. en A. Latina no contribuyen a la Paz y la seguridad continental, al igual que la reactivación de la IV Flota en mares del continente latinoamericano. Son una amenaza y generan preocupación en la región. Otra grave situación es la violencia del terrorismo de Estado en Colombia, las guerrillas, los paramilitares y el narcotráfico. Su solución es política y no militar.

Un viejo problema vigente y no resuelto hasta el presente, es el bloqueo de casi 50 años, inmoral e injusto, a Cuba, lo que pone en evidencia la política de agresión impuesta por EE.UU., violando las resoluciones y recomendaciones de las Naciones Unidas.

La democracia se basa en la participación del pueblo y en el derecho e igualdad para todos y no para algunos. Y no puede ser la que impone EE.UU. a otros países que han elegido su propio camino y decisión soberana. Es necesaria la pluralidad y el respeto al derecho de los pueblos a su autodeterminación.

Cuba no es una amenaza para los EE.UU. ni para ningún pueblo del mundo. Senador Obama, analice objetivamente la política del pueblo cubano que envía médicos, técnicos, educadores contribuyendo con los pueblos más necesitados. Siendo Cuba un país con pocos recursos y bloqueado por EE.UU., no ha dejado de contribuir a la Paz y Solidaridad con los pueblos.

Si asume la Presidencia de los EE.UU. es necesario que cambie la política de dominación y respete las decisiones de las Naciones Unidas y el derecho soberano que tiene el pueblo cubano y su gobierno. Un paso importante es la liberación de los cinco prisioneros cubanos a quienes no han podido comprobar delito alguno y someten a prisión durante diez años, negándoles el derecho a la defensa y a que sus familias los puedan visitar. Esos actos son inhumanos y violatorios de los Pactos y Protocolos Internacionales y de los derechos humanos proclamados por las Naciones Unidas.

Es urgente y necesario levantar el bloqueo a Cuba a través del diálogo y acuerdos políticos y sociales. EE.UU. y Cuba pueden vivir en paz, en proyectos de cooperación y respeto mutuo.

Los pueblos del continente latinoamericano van asumiendo su propia voz en el concierto de las naciones e integración regional. Es un derecho indelegable y que EE.UU. puede compartir fraternalmente, en bien de todos.

La humanidad está sujeta a la dinámica y decisiones transformadoras. Las ciencias y tecnologías han provocado cambios profundos, han llevado a la aceleración del tiempo y espacio y cambiado los ritmos en la vida y por lo tanto hay que recuperar el equilibrio entre la persona y los pueblos. Es una dinámica que provoca, por un lado avances positivos y por otro la agudización de conflictos y violencia.

Es urgente encontrar el equilibrio para la preservación del medio ambiente, lo que en América Latina llamamos nuestra Madre Tierra, nuestra Pachamama, hoy violentada y sometida a la destrucción masiva y sistemática. Los intereses económicos y políticos privilegian el capital financiero sobre la vida de los pueblos. Es necesario generar un código de conducta y prevención, sanciones a empresas que no cuiden el medio ambiente.

Es necesario desarrollar políticas claras y contundentes para preservar el Planeta, su biodiversidad, el agua, los recursos naturales, los bosques, antes que sea tarde. Los recursos naturales no son infinitos y si no se asumen políticas claras y realistas sobre su cuidado y preservación está en peligro la vida misma del planeta. EE.UU. se han negado sistemáticamente a firmar los Acuerdos de Kyoto y esa actitud es perjudicial para la humanidad y para el mismo pueblo de los EE.UU.

Las Naciones Unidas y la FAO han lanzado un angustiante llamado a la soberanía alimentaria por la falta de alimentos en el mundo. La FAO señala que por día mueren en el mundo más de 35 mil niños de hambre. Es un genocidio silencioso que afecta a la humanidad y queda en la total impunidad.

Evidentemente, senador Obama, es necesario asumir estos desafíos como muchos otros que tienen que ver con las relaciones entre los pueblos. Sería importante su acercamiento y diálogo con los pueblos y gobiernos del continente latinoamericano.

Tenemos necesidad de la unidad y cooperación y no de las imposiciones por la fuerza y la violencia.

El mundo necesita de la Paz. Es la gran revolución del siglo XXI. Debemos trabajar por un nuevo paradigma de Vida. Espero que esta carta ayude a la reflexión y compromiso que lleven a una sociedad más justa y fraterna. Si usted asume la presidencia, ojalá se afirme la esperanza de comenzar un nuevo amanecer para los pueblos del mundo basado en la diversidad y la unidad. Le reitero el fraterno saludo de Paz y Bien deseándole mucha fuerza y esperanza.

Adolfo Pérez Esquivel
Premio Nobel de la Paz 1980

Buenos Aires, 3 de septiembre de 2008
Esta carta no pudo ser entregada personalmente, por razones de agenda del Sr. Obama. La recibió su representante.

http://www.lajiribilla.cu/2008/n387_10/387_23.html

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La superioridad del capitalismo

¿Qué es una crisis capitalista?

Veamos en primer lugar lo que no es una crisis capitalista.

Que haya 950 millones de hambrientos en todo el mundo, eso no es una crisis capitalista.

Que haya 4.750 millones de pobres en todo el mundo, eso no es una crisis capitalista.

Que haya 1.000 millones de desempleados en todo el mundo, eso no es una crisis capitalista.

Que más del 50% de la población mundial activa esté subempleada o trabaje en precario, eso no es una crisis capitalista.

Que el 45% de la población mundial no tenga acceso directo a agua potable, eso no es una crisis capitalista.

Que 3.000 millones de personas carezcan de acceso a servicios sanitarios mínimos, eso no es una crisis capitalista.

Que 113 millones de niños no tengan acceso a educación y 875 millones de adultos sigan siendo analfabetos, eso no es una crisis capitalista.

Que 12 millones de niños mueran todos los años a causa de enfermedades curables, eso no es una crisis capitalista.

Que 13 millones de personas mueran cada año en el mundo debido al deterioro del medio ambiente y al cambio climático, eso no es una crisis capitalista.

Que 16.306 especies están en peligro de extinción, entre ellas la cuarta parte de los mamíferos, no es una crisis capitalista.

Todo esto ocurría antes de la crisis. ¿Qué es, pues, una crisis capitalista? ¿Cuándo empieza una crisis capitalista?

Hablamos de crisis capitalista cuando matar de hambre a 950 millones de personas, mantener en la pobreza a 4700 millones, condenar al desempleo o la precariedad al 80% del planeta, dejar sin agua al 45% de la población mundial y al 50% sin servicios sanitarios, derretir los polos, denegar auxilio a los niños y acabar con los árboles y los osos, ya no es suficientemente rentable para 1.000 empresas multinacionales y 2.500.000 de millonarios.

Lo que demuestra la superior eficacia y resistencia del capitalismo es que todas estas calamidades humanas -que habrían invalidado cualquier otro sistema económico- no afectan a su credibilidad ni le impiden seguir funcionando a pleno rendimiento. Es precisamente su indiferencia mecánica la que lo vuelve natural, invulnerable, imprescindible. El socialismo no sobreviviría a este desprecio por el ser humano, como no sobrevivió en la Unión Soviética, porque está pensado precisamente para satisfacer sus necesidades; el capitalismo sobrevive y hasta se robustece con la desgracias humanas porque no está pensado para aliviarlas. Ningún otro sistema histórico ha producido más riqueza, ningún otro sistema histórico ha producido más destrucción. Basta considerar en paralelo estas dos líneas -la de la riqueza y la de la destrucción- para ponderar todo su valor y toda su magnificencia. Esta doble tarea, que es la suya, el capitalismo la hace mejor que nadie y en ese sentido su triunfo es inapelable: que haya cada vez más alimentos y cada vez más hambre, más medicinas y más enfermos, más casas vacías y más familias sin techo, más trabajo y más parados, más libros y más analfabetos, más derechos humanos y más crímenes contra la humanidad.

¿Por qué tenemos que salvar eso? ¿Por qué tiene que preocuparnos la crisis? ¿Por qué nos conviene encontrarle una solución? Las viejas metáforas del liberalismo se han revelado todas mendaces: la “mano invisible” que armonizaría los intereses privados y los colectivos cuenta monedas en una cámara blindada, el “goteo” que irrigaría las capas más bajas del subsuelo apenas si es capaz de llenar el cuenco de una mano, el “ascensor” que bajaría cada vez más deprisa a rescatar gente de la planta baja se ha quedado con las puertas abiertas en el piso más alto. Las soluciones que proponen, y aplicarán, los gobernantes del planeta prolongan, en cualquier caso, la lógica inmanente del beneficio ampliado como condición de supervivencia estructural: privatización de fondos públicos, prolongación de la jornada laboral, despido libre, disminución del gasto social, desgravación fiscal a los empresarios. Es decir, si las cosas no van bien es porque no van peor. Es decir, si no son rentables 950 millones de hambrientos, habrá que doblar la cifra. El capitalismo consiste en eso: antes de la crisis condena a la pobreza a 4.700 millones de seres humanos; en tiempos de crisis, para salir de ella, sólo puede aumentar las tasas de ganancia aumentando el número de sus víctimas. Si se trata de salvar el capitalismo -con su enorme capacidad para producir riqueza privada con recursos públicos- debemos aceptar los sacrificios humanos, primero en otros países lejos de nosotros, después quizás también en los barrios vecinos, después incluso en la casa de enfrente, confiando en que nuestra cuenta bancaria, nuestro puesto de trabajo, nuestra televisión y nuestro ipod no entren en el sorteo de la superior eficacia capitalista. Los que tenemos algo podemos perderlo todo; nos conviene, por tanto, volver cuanto antes a la normalidad anterior a la crisis, a sus muertos en-otra-parte y a sus desgraciados sin-ninguna-esperanza.

Un sistema que, cuando no tiene problemas, excluye de una vida digna a la mitad del planeta y que soluciona los que tiene amenazando a la otra mitad, funciona sin duda perfectamente, grandiosamente, con recursos y fuerzas sin precedentes, pero se parece más a un virus que a una sociedad. Puede preocuparnos que el virus tenga problemas para reproducirse o podemos pensar, más bien, que el virus es precisamente nuestro problema. El problema no es la crisis del capitalismo, no, sino el capitalismo mismo. Y el problema es que esta crisis reveladora, potencialmente aprovechable para la emancipación, alcanza a una población sin conciencia y a una izquierda sin una alternativa elaborada. Se equivoque o no Wallerstein en su pronóstico sobre el fin del capitalismo, tiene razón sin duda en el diagnóstico antropológico. En un mundo con muchas armas y pocas ideas, con mucho dolor y poca organización, con mucho miedo y poco compromiso -el mundo que ha producido el capitalismo- la barbarie se ofrece mucho más verosímil que el socialismo.

Por eso hay que auparse en los islotes de conciencia y en los grumos de organización. Cuba bloqueada, Cuba azotada por los vientos, Cuba pobre, Cuba incómoda, Cuba a veces equivocada, Cuba improvisada, Cuba disciplinada, Cuba resistente, Cuba ilustrada, Cuba siempre humana, mantiene abierta una tercera vía, hoy más necesaria que nunca, entre el capitalismo y la barbarie. Si no podemos ayudarla, podemos al menos ayudarnos a nosotros mismos pensando en ella con alivio y agradecimiento.


Santiago Alba Rico
La Jiribilla
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=75269


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martes, 11 de noviembre de 2008

Cañizares macho

Rafael Fernando Navarro

Cuando alguien necesita demostrar su superioridad aupándose sobre las espaldas de otros es simplemente un opresor. Subirse a los hombros de alguien para que se admire nuestra esbeltez nos convierte en pisoteadores de los demás. “Querer evitar la destrucción del hombre” a fuerza de destruir a la mujer, proclamar su superioridad en base a la humillación, gritar su supremacía relegando a la marginación, implica una visión acomplejada que dice muy poco de la propia virilidad.

“La ideología de género busca la destrucción de la familia y del matrimonio entre un hombre y una mujer” “En la ideología de género la sexualidad no se acepta propiamente como constitutiva del hombre, sino que el ser humano es el resultado del deseo de elección de manera que sea cual sea el sexo físico la persona podría elegir su género” “La ideología de género presentada como igualdad y no discriminación es una de las revoluciones más insidiosas porque conlleva la destrucción del hombre”

Todo lo que antecede son palabras e ideas del Cardenal de Toledo, Antonio Cañizares. Cardenal-macho donde los haya. Necesitado de apoyar su viril primacía hispánica en el desprecio de la mujer. La falta de dignidad intrínseca femenina debe ser el fundamento de su no admisión al sacerdocio. Un rechazo que atribuyen a la voluntad de Jesús de Nazaret. La Iglesia se autoproclama intérprete absoluta y excluyente de los designios divinos.

Jesús Pichel se pregunta desde su columna en este periódico hasta cuándo tendremos que aguantar una Jerarquía orgullosa, metomeentodo, con un complejo de persecución basado en cualquier legislación que no coincida con planteamientos tan aberrantes como los que anteceden. Sólo, pienso, cuando recupere una humildad que perdió con Constantino y que es origen de su poder supremo, jerarquizado y dictatorial.

La Jerarquía eclesiástica tiene derecho –faltaría más- a expresar lo que piensa y en todos los órdenes. Pero los ciudadanos tenemos también derecho a exigirle que sus enseñanzas no sean coercitivas y que no las residan en su distorsionada visión de Dios.

Basta de desprecio hacia los que no participan de su fe, hacia los homosexuales, hacia los matrimonios no canónicos, hacia los que necesitaremos, tal vez pronto, de alguien que nos ayude a morir dignamente, hacia la mujer, hacia la no confesionalidad que nos hemos dado por voluntad soberana del pueblo.

Y que asuma esa Jerarquía que cuando expresen posturas-macho como las del Cardenal de Toledo, tengamos la posibilidad de mostrar nuestro desacuerdo sin condenas eternas. Exigimos un respeto absoluto a la voluntad del pueblo que somos actualmente y que ellos nos prohibieron ser durante cuarenta años.


Rafael Fernando Navarro
www.marpalabra.blogspot.com

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Religión: “la música de fondo”

El reciente estudio, que la Fundación Bertelsmann ha hecho sobre los valores religiosos en 21 países, pone en evidencia que la religión en España es asunto de mujeres y personas mayores. Así es. Basta asomarse a cualquier iglesia y en cualquier día de la semana (incluidos los domingos y fiestas de guardar) para darse cuenta de que, efectivamente, en los lugares de culto, fuera de casos muy raros, sólo hay mujeres y algún que otro hombre de edad. A la gente joven, normalmente, no le interesa lo que se hace o se dice en los templos. Lo sabemos de sobra. Y a veces tengo la impresión de que asistimos resignados a este proceso de descomposición de las creencias sin saber a ciencia cierta en qué va a parar todo esto. Los especialistas que, en base a 22.000 encuestas, han hecho el estudio de la Fundación Bertelsmann, dicen que, en España, la religiosidad está presente en la sociedad, aunque muchos sólo la perciben de forma inconsciente en su vida cotidiana, como si fuera una “música de fondo”. Algo es algo. Pero ya sabemos que una música de fondo viene bien para ambientar o hacer más agradable lo que realmente estamos haciendo, que sin duda es una cosa que nada tiene que ver con la música.

¿Qué nos está pasando? Hay un hecho que salta a la vista: la oferta de gratificación inmediata que la sociedad de consumo nos hace a todas horas y por todas partes, esa oferta tiene más fuerza de atracción que todo cuanto suele ofrecer la religión hablando de la otra vida, como promesa de felicidad, y de esta vida como exigencia de no pocas renuncias. Sinceramente, cada día veo más claro que mientras la religión y sus dirigentes sigan por ese camino, religión y dirigentes van derechos a hundirse en la miseria. Y que nadie me venga con aquello del “sentido de la vida”, para hacer la barata apología de que es la religión la que “da sentido” a esta vida sin sentido. No, por favor. Sánchez Ferlosio ha dicho, hace poco, que “a la felicidad nunca se le ha ocurrido, que se sepa, preguntarse por su propio sentido... una vida feliz no pregunta por su sentido, porque se siente fin en sí misma, no está en función de nada.... Sólo la vida infeliz pregunta por el sentido, porque no lo halla en sí misma, y piensa que su infelicidad debe de consistir en estar en función de otra cosa que sea su sentido, y pregunta: ¿Dónde está mi sentido?”. Si uno dice que la religión da sentido a su vida, es que esa vida no tiene sentido.

La religión dejará de ser “música de fondo”, para muchos, el día que se convierta en “gozo de felicidad”, para todos, el día que los dirigentes y practicantes de la religión comprendamos, de una vez por todas, que la religión se puede vivir de otra manera. Es más, que se debe vivir de forma distinta. En estos días, en los que la victoria electoral de Obama nos ha hecho recordar el famoso “sueño” de Martin Luther King, en 1963, yo también me atrevo a decir que tengo un sueño. Por supuesto, sueño en las mismas cosas que soñaba Luther King. Pero me pregunto muchas veces cómo conseguir que ese sueño se haga realidad. Y no encuentro otra respuesta que el retorno a los valores que configuran la vida feliz y con sentido que a todos nos presenta el Evangelio. Lo digo sin rodeos: el Evangelio, más que un libro de religión, es un libro que enseña las claves de la vida. Las claves que explican lo que ha ocurrido en la campaña electoral de Estados Unidos. El milagro de la superación del racismo. El milagro de la recuperación del entusiasmo de los jóvenes. El milagro de una religión que no divide a la gente, sino que une a blancos y negros, a cristianos y musulmanes, a fieles e infieles, a ricos y pobres, a cultos e incultos, a todos, en la ilusión de que es posible un mundo más humano, más habitable, más fraterno

En un libro, que acabo de escribir sobre “La Religión de Jesús”, digo que el Evangelio es una recopilación de “recuerdos”. O mejor, el Evangelio es el “recuerdo peligroso de la libertad”. Porque es el recuerdo que se refiere a aquellas tradiciones de las que nació uno de los más grandes anhelos de libertad que la humanidad ha presentido, como bien ha sabido explicar el gran pensador de la teología política, J. B. Metz. Se trata de la libertad que cuestiona nuestros miedos, nuestras represiones, nuestras inseguridades, nuestros irracionales sentimientos de culpa, nuestros desalientos, nuestras cobardías. Y también nuestras seguridades. Por eso el Evangelio es “memoria subversiva”, que nos descubre horizontes nunca imaginados. Porque nos dice que, cuando hacemos de nuestra vida un proyecto de felicidad, o sea, cuando sabemos aunar los sueños y anhelos de muchos, para fundirlos en sonrisas de alegría compartida, sin reproches ni amenazas, sin yugos que oprimen nuestras espaldas, sino con el disfrute y el encanto de la gran fiesta de todos, entonces - y sólo entonces - estamos entendiendo eso que llamamos “Evangelio”, la Religión de Jesús, el Proyecto de la Humanidad, aquello en lo que todos coincidimos.

Estoy seguro de que el día que empecemos a entender así la religión, ese día la religión no será cosa sólo de mujeres y de personas mayores. Será sin duda la cuestión capital para todos. Porque la religión dejará de ser la pesada carga que separa y divide, que canoniza a unos y se olvida de otros, que amenaza a casi todos y pone pedestales a no pocos ambiciosos. Entonces la religión empezará ser el gran Proyecto de la Humanidad.


José M. Castillo

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miércoles, 5 de noviembre de 2008

¿Ley natural?

Rafael Fernando Navarro

Ha hablado la Reina. ¿Está o no en su derecho? ¿Debe tomar partido? ¿De derechas la Reina de todos los españoles? ¿Debe defender públicamente principios católicos inmutables, a lo Rouco, lo Gascó, lo Benedicto, lo Cañizares? ¿Puede ser esta la Reina de los no-católicos, en un país constitucionalmente no confesional?

Eutanasia, matrimonio entre homosexuales, aborto, violencia de género, enseñanza de religión en las escuelas, origen creacionista del universo… Algunos de estos temas están en lista de espera del Constitucional. Otros, ya legislados por un Parlamento surgido de las urnas. Y todos, materia de discusión política, científica o filosófica.

Todas las opiniones manifestadas (¿o no?) por Dña. Sofía han sido discutidas, interpretadas, impugnadas o admitidas en artículos, foros radiofónicos, televisivos y alrededor del pincho de tortilla de media mañana.

La Reina fundamenta alguna de sus opiniones en la existencia de LA LEY NATURAL contra la que no puede promulgarse ley positiva alguna. Monserrat Nebrera, parlamentaria catalana del PP, defiende con ahínco que la Reina exige la prevalencia de esa ley natural sobre cualquier otra. Y ahí radica el mérito, la consistencia y el valor de sus declaraciones, concluye la diputada. No he visto ni a los más ilustres comentaristas poner en tela de juicio esa ley natural como premisa de las opiniones vertidas ni la normativa de derecho que de ella se deriva.

La existencia indiscutida e indiscutible de la llamada ley natural tiene detrás una larga tradición y de ella se desprende la normativa de un derecho inscrito con carácter indeleble en la conciencia colectiva. La visión ontológica de lo humano conduce inexorablemente a su necesario acatamiento. A mediados del siglo pasado esa concepción ontológica da paso a una experiencia existencial del acontecer histórico. El hombre se experimenta a sí mismo como ser-en-el-tiempo, ser-para-la-muerte, intrínsecamente abierto, dinámico, más como interrogante sobre sí mismo que como dato predefinido, más como horizonte que como esencia cosificada. Esta visión del hombre como ser-itinerante-hacia-sí-mismo deja atrás esa ley natural que frena el caminar hacia horizontes siempre inalcanzables, destruye al hombre-como-pregunta, desprestigia lo humano-como-utopía-de-lo-humano.

La Iglesia nunca ha dado ese paso de lo ontológico a lo existencial y por tanto permanece anclada en una ley natural que no permite la evolución del mensaje. Su postura cómodamente fetal carece del vértigo de una existencia siempre asomada al balcón de la libertad. Permanece en una postura estática, impermeable al dinamismo de la historia. Vertical y autártica desde Constantino, con un derecho canónico que suplanta al evangelio, una legislación ajena a las bienaventuranzas, una jerarquización incompatible con los valores democráticos de hoy.

Ni la historia de la Iglesia ni la historia de la humanidad pueden salvarse de las atrocidades cometidas refugiándose en la existencia de una ley natural que abre paso a códigos antievangélicos capaces de contemporizar con nazismos, esclavitudes, opresiones, supremacías raciales, purezas de sangre, etc.

Majestad, es Vd. una mujer culta. Saque de su biblioteca a Heidegger, a Sartre, a Marcel, Zubiri, Mounier, Häring, Rhaner, Congar y tantos y tantos otros. A lo mejor entonces puede concebir la historia como un proyecto nunca cerrado sobre sí mismo, sino abierto como el mar, hacia la república caminante de las olas.


Rafael Fernando Navarro
www.marpalabra.blogspot.com


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Migraciones: ¿Un problema en el siglo XXI?

Las migraciones humanas son un fenómeno tan viejo como la Humanidad misma. De acuerdo a las hipótesis antropológicas más consistentes se estima que el ser humano hizo su aparición en un punto determinado del planeta (el centro de África) y de ahí migró por toda la faz del globo. De hecho el ser humano es el único ser viviente que ha migrado y se ha adaptado a todos los rincones del mundo.

Las migraciones no constituyen una novedad en la historia; siempre las ha habido, y generalmente han funcionado como un elemento dinamizador del desarrollo social. Hoy día, sin embargo, y desde hace varios años con una intensidad creciente, se plantean como un “problema”. Lo que aquí queremos delimitar es: problema ¿por qué? y ¿para quién? Y secundariamente, en tanto problema a resolver, esbozar alternativas posibles.

La gente ha migrado históricamente de un sitio a otro: a) forzada por las circunstancias algunas veces, y b) voluntariamente otras. En estos casos la población migrante buscó nuevos horizontes simplemente movida por el humano afán de conocer cosas nuevas, del descubrimiento, de la aventura. Las migraciones forzosas se han debido a diversas causas, pero en general puede afirmarse que aparecen ligadas a contingencias naturales: catástrofes, hambrunas, empeoramiento en las condiciones de habitabilidad de una región. Sólo recientemente el fenómeno ha adquirido una dimensión masiva de proporciones antes nunca vistas, apareciendo motivado por razones de orden puramente social: guerras, discriminaciones, persecuciones, pero más aún: pobreza. Sólo en la segunda mitad del siglo XX puede decirse que empieza a constituirse en un verdadero problema, perdiendo definitivamente su carácter de factor de progreso, de aventura positiva.

Si bien es cierto que el movimiento voluntario de población sigue existiendo (pequeño, ocasional), y que no faltará ya hoy día quien esté pensando instalarse próximamente en alguna base terrícola en algún punto del cosmos, las características de aquello a lo que actualmente asistimos llaman a la reflexión.

Una concepción realmente amplia de desarrollo, que no ligue bienestar exclusivamente a adquisición de objetos materiales y que contemple como algo igualmente medular el cuidado racional del ambiente, debe interrogarse acerca de fenómenos tan masivos y contundentes que irrumpen en lo social rompiendo el equilibrio general tales como la narcoactividad (segundo negocio en la economía mundial), la violencia generalizada (la producción y venta de armamentos constituye el primero), la amenaza nuclear, el desastre ecológico, la actual pandemia de sida. Entre estos fenómenos se inscribe necesariamente el de las migraciones actuales, masivas y sin freno.

Nunca antes como ahora tanta gente huye de situaciones adversas. Paradójicamente, nunca antes había habido tantas situaciones adversas. La riqueza y el bienestar crecen a pasos agigantados para muchos, pero para muchísimos otros también crece –en forma inversamente proporcional– su marginación, su falta de posibilidades, su precariedad.

La dinámica social en curso, curiosamente, aunque se amplía en potencialidades productivas, en tecnologías más efectivas, en acceso al confort, no termina de resolver problemas ancestrales de la Humanidad en cuanto a mejoramiento de las condiciones de vida sino que, por el contrario, para una gran mayoría, las empeora.

La era industrial provocó las oleadas de migración voluntaria más grandes que hasta entonces se habían producido. La búsqueda de la prosperidad que empezó a ofrecer el capitalismo en su proceso de crecimiento movió enormes contingentes de población rápidamente. Países enteros comenzaron a nutrirse de los inmigrantes; algunos construyeron su grandeza sobre esa base. Quizá los Estados Unidos de América son el ejemplo más elocuente. Continentes enteros se modificaron merced a esos movimientos de población. Expandido el industrialismo y la sociedad de alto consumo material por prácticamente todo el orbe, desde la segunda mitad del siglo XX alternativamente fueron apareciendo nuevos focos de prosperidad que, a su turno, atrajeron migrantes: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, zonas francas dentro de países, como Manaos en Brasil o Hong Kong en China.

La industrialización de las sociedades, y por tanto el crecimiento de la ciudad en detrimento del campo, tiene en curso un proceso migratorio en todo el mundo que no da miras de detenerse. Estas migraciones, que de alguna manera fueron el insumo que necesitó la industria para expandirse en un primer momento, no dejan de ser un problema social creciente, por cuanto el número de personas reubicadas en las ciudades supera grandemente las posibilidades de asimilación de nuevos habitantes que ellas tienen.

Un proceso de algún modo similar se da en el movimiento Sur-Norte, desde países pobres hacia la metrópoli desarrollada. Las oleadas de tercermundistas indocumentados se muestran imparables, y quizá ésta, más que ningún otro tipo de migración, es la que alarma al statu quo central.

En todos estos casos vemos que hay un interés del migrante por desplazarse desde una situación comparativamente más desventajosa (económica, social, culturalmente) hacia una más beneficiosa.

Las guerras, quizá la peor catástrofe no natural, desde siempre han sido un factor determinante de migraciones. Pero las llamadas guerras de baja intensidad de las últimas décadas, incluidas aquellas desarrolladas en el marco de la Guerra Fría (la Tercera Guerra Mundial para algunos), entre las que se cuentan toda suerte de persecución por cualquier disensión, han dejado un saldo de migrantes forzosos como nunca anteriormente se había contabilizado. Seguramente contribuye a estos movimientos cada vez más masivos de población la proliferación de comunicaciones más desarrolladas en todo el mundo que achican distancias globalizando y homogeneizando posibilidades y alternativas.

Podría aventurarse la idea que los conflictos armados y las persecuciones provocan tantas migraciones porque, a partir de la explosión demográfica del presente siglo –por ahora siempre en aumento– cada vez hay cantidades más inconmensurables de gente en el planeta, y más aún en las zonas donde generalmente tienen lugar esos hechos violentos. Por tanto una reubicación de un grupo poblacional que hace algunos siglos atrás hubiera pasado inadvertida o no hubiera tenido un impacto relevante, hoy día alcanza, a veces, ribetes trágicos. Más aún si se da, como de hecho ocurre, en las áreas más pobres y marginadas del mundo –menos preparadas por tanto para hacer frente a situaciones tan adversas. La Segunda Guerra Mundial, más allá del desastre que en sí mismo representó para quienes la sufrieron directamente, en Europa, por ejemplo, no provocó un éxodo irrefrenable de población hacia nuevos horizontes. Pero todo conflicto armado acaecido en el Sur tiene como consecuencia inmediata, además de la pérdida de vidas y de bienes materiales, movimientos poblaciones donde se huye de situaciones generalmente irreversibles en el corto y mediano plazo en las que se combinan el desastre de la guerra con la precariedad heredada desde siempre. Tales movimientos, si bien son una forma de preservar la vida en lo inmediato, producen posteriormente problemas de reasentamiento definitivamente insolubles, por lo que conflictúan más aún las ya sufridas sociedades donde tienen lugar.

En estas migraciones forzosas prácticamente se huye por una imperiosa necesidad de sobrevivencia.

Las cifras globales indican elocuentemente que las migraciones, ya sea por interés, ya sea por necesidad, aumentan; y no sólo en valores absolutos (cada vez hay más población en el mundo), sino en términos relativos, lo cual es un indicador de que algo especial sucede.

¿Por qué cada vez más gente emigra?

Es claro que, dada la actual cantidad de humanos sobre el planeta, cualquier fenómeno masivo debe contabilizarse en términos monumentales. Pero esto no alcanza para explicar el por qué de la masividad de las migraciones.

Pareciera que crecientemente hay más interés al igual que más necesidad por migrar. Pero observando más detenidamente el fenómeno vemos que el interés –nos referimos al migrante voluntario, que fundamentalmente es migrante económico– se reduce también a necesidad. La gente huye de la miseria: del área rural a la ciudad, de los países pobres a la prosperidad del Norte, al igual que huye de las guerras, de las persecuciones políticas, de las cacerías humanas, cualquiera sea su naturaleza.

Ahora bien, si el número de huidos aumenta (ya sea en la forma de desplazados, refugiados, exiliados, de habitantes de barrios marginales en las ciudades o de inmigrantes ilegales en las sociedades más ricas) esto está indicando que las condiciones de vida de donde proviene tanta gente expulsan en vez de permitir un armónico desarrollo.

Con la globalización en curso a la que actualmente todos asistimos es posible pensar que las fronteras del Estado-nación moderno puedan tender a debilitarse y que los desplazamientos de población para fines de crecimiento personal (económico, cultural) entre un punto y otro del orbe sean paulatinamente más comunes. Pero esto no deja de ser un movimiento que no altera la estructura misma del edificio social: los negocios son, y serán cada vez más marcadamente, transnacionales, al igual que la cultura, las modas, los hábitos cotidianos, las distintas formas de poder y las políticas de control. No es impensable que dentro de algún tiempo grandes áreas del mundo sean la casa común para millones de habitantes (Europa, por ejemplo, apuesta a ese proyecto). Pero los desplazamientos humanos que allí tengan lugar no podrían ser considerados migraciones (un pasaporte común, un destino común; las migraciones no son eso).

¿Qué tienen de especial las migraciones masivas a las que nos referimos?

En el hecho migratorio deben considerarse tres elementos: el migrante, el lugar de donde emigra y aquel adonde llega. Cada uno de estos polos tiene su especificidad propia.

Cada tipo de migrante (el latinoamericano que se va “mojado” a Estados Unidos, o el africano que logra llegar a tierra europea en una precaria embarcación, o el sobreviviente de un terremoto que es reubicado por sus autoridades gubernamentales en una nueva región del país, o aquel que alcanza a cruzar la frontera para escapar a un régimen dictatorial sangriento, etc.) tiene una historia personal y colectiva que le hace sobrellevar esa transformación en su vida con mayor o menor suerte. De hecho, cualquier gran cambio existencial provoca una conmoción subjetiva que cada quien sobrellevará como mejor pueda, no faltando ocasiones en que algunos no podrán procesar todo lo nuevo reaccionando con distintos tipos de descompensaciones (sintomatología psicológica, desadaptación a las nuevas condiciones, duelo perpetuo por lo perdido). Este es un nivel del problema: el problema concreto para cada migrante. Por otro lado, y siempre funcionando como un problema, se encuentra el medio que fuerza la migración: algo irrumpe o actúa como distorsionador en la vida normal provocando las condiciones para abandonar, temporal o definitivamente, el lugar de origen. Pueden ser catástrofes naturales, guerras, pobreza, etc., pero para quien lo padece ello tiene en todos los casos el valor de problema insoluble cuya única alternativa es la evitación. Finalmente, también es un problema el proceso de llegada del migrante a su nuevo destino, no sólo para él (¿cómo se adaptará, cómo soportará la pérdida?) sino para el entorno en el que se reinstala. A veces el nuevo medio acoge solidariamente, pero muchas otras no, creándose tensiones entre recién llegado y nativo. El proceso de reubicación no deja de ser un enorme problema, y en ocasiones más complejo que los otros.

Lo distintivo de las migraciones actualmente, además de su tamaño, es el hecho de constituirse como problema para todos los factores que hacen parte de ellas en virtud de su desorganización, de su desorden, de la pérdida de su condición constructiva. Hace tiempo que las migraciones dejaron de ser un motor beneficioso para las sociedades. Por el contrario, en un mundo en el que agigantadamente, en vez de resolverse problemas cruciales, se entroniza la tendencia a dividir entre aquellos que “se salvan” y los que “sobran”, las migraciones (como recurso desesperado de muchísimos) son un calvario que, globalmente consideradas, no salvan a nadie sino que empeoran las condiciones de todos.

Migraciones: un problema a resolver

En las actuales migraciones, entre las que destacan por sobre todas aquellas debido a la pobreza, hay varios niveles de problemas. Hoy, dado las características del fenómeno, nadie se beneficia de esos movimientos sino que, por el contrario, se crean problemas comunes exclusivamente. Quizá sólo el migrante, en tanto escapa de una situación muy desfavorable, se beneficia en parte, sin contar con todos los problemas que le trae aparejado un cambio brusco de vida y el abandono de su lugar. Pero en definitiva, la experiencia lo enseña, la gran mayoría de población movilizada termina integrándose a sus nuevas condiciones más allá de la amargura de la añoranza.

Lo que está claro es que el fenómeno migratorio en su conjunto (quizá nos podríamos atrever a decir que no sólo por lo desorganizado sino también por lo “escandaloso” que ha pasado a ser) está denunciando una falla estructural del sistema social que lo produce. Las grandes capitales del Tercer Mundo reciben en conjunto diariamente alrededor de 1.000 personas que migran desde el área rural; y otros cuantos miles llegan cada día ilegalmente desde el Sur a los países desarrollados. ¿Hay una solución para esto?

La voz de alerta respecto al tema ya se ha dado desde hace algún tiempo en todo el mundo. Quien lo siente fundamentalmente como un problema, y más raudamente ha dado los primeros pasos para reaccionar, es el área de llegada de tanta migración: el Norte desarrollado. Sin duda que las que migran son poblaciones en riesgo, pero para la lógica del poder dominante el riesgo está, ante todo, en su propia casa, que comienza a ser invadida ininterrumpidamente por contingentes siempre en aumento.

Si efectivamente consideramos que las migraciones en condiciones de huida, tal como se van dando constantemente, son un problema (social, humano, ético, económico o como lo queramos considerar), se impone hacer algo al respecto. De hecho hay varias respuestas en curso; de acuerdo al nivel del problema enfocado habría al menos tres posibilidades: a) trabajar con el migrante, b) accionar sobre el punto de donde sale, c) intervenir en el punto de llegada.

Quizá lo más sencillo, pero no por ello lo más efectivo, es actuar en el lugar de llegada de las corrientes migratorias, simplemente cerrando fronteras para impedirlas. Esto, si bien se hace –y con alarma hay que denunciar que es una tendencia creciente en vastos sectores de los países ricos, llegándose a extremos cavernícolas de xenofobia en algunos casos, con alambradas electrificadas y leyes represivas inimaginables– no es una respuesta al problema sino simplemente una forma de sacárselo de encima. Pedir que no lleguen más inmigrantes a un país es, exclusivamente, preservar la situación de ese país despreocupándose del problema de otros.

Otra posibilidad, y de hecho la más desarrollada, es trabajar directamente con la población migrante, tanto en el proceso de instalación en su nueva morada como en el eventual regreso hacia su lugar de origen. En general aquí es donde se concentran todos los esfuerzos de las diversas agencias, gobiernos e instituciones varias que se dedican al fenómeno. Ayuda humanitaria para los traslados, acompañamiento, facilidades en los desplazamientos, asesoría y apoyo en los nuevos asentamientos, programas de desarrollo para los reinstalados, son algunas de las variantes más usuales en los servicios prestados a la población migrante. Todo ello tendiendo a hacer del hecho migratorio algo digno y constructivo, pero sin entrar a cuestionar el por qué del mismo.

La tercera opción, tal vez lo más difícil de encarar, es apuntar a ver por qué se emigra y a solucionar en el sitio expulsor los problemas que fuerzan a abandonar el terruño. Con esto habría que estar abordando problemáticas tan complejas como la pobreza o la guerra. Seguramente sea imposible impedir las migraciones (¿quién y cómo eliminará las causas anteriores? Además, ¿por qué prohibirlas?, si en toda la historia de nuestra especie las hubo); pero tal vez pueda ser útil ampliar el debate para profundizar estas temáticas. Pese a que las organizaciones dedicadas a atender migrantes no tengan, en principio, respuesta efectiva a cuestiones tan complejas, es necesario plantearse seriamente qué nos está diciendo en este momento este fenómeno inusual. ¿Por qué tanta gente huye de su situación cotidiana? ¿Tan mal le va a tanta gente en el mundo? ¿Es tolerable un mundo que integra a algunos y marginaliza a tantos? Las migraciones actuales ¿no nos están hablando de poblaciones “excedentes” en el planeta? ¿Y qué mundo puede ser ese donde haya gente “de sobra”?

Todas estas preguntas, aparentemente alejadas de respuestas prácticas concretas, deben ser el fundamento de nuestras acciones en torno al tema de las migraciones. En definitiva el debate teórico serio –creemos que imperioso– sobre todo esto es lo que mejor puede encaminar las futuras intervenciones. Recordemos que “no hay nada más práctico que una buena teoría” (palabras de un famoso inmigrante judío: Einstein). Pero además, el problema de las migraciones es, en su justo medio, un problema político, un problema en la forma en que el mundo está organizado. ¿Por qué tendrían que ser problema si eso fue lo que nos permitió expandirnos por todo el globo? Son un problema en las actuales condiciones de civilización, lo cual impone entonces plantearse condiciones nuevas; léase: transformar las actuales.


Marcelo Colussi
http://www.argenpress.info/2008/11/migraciones-un-problema-en-el-siglo-xxi.html


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lunes, 3 de noviembre de 2008

Otra TEOLOGÍA es posible

- Devolver su lugar a la teología, que es la comunidad, las calles y la historia. De ahí, que hablemos de vidalogía más que de teología. Dios en la vida, Dios de la vida, Dios-vida más que de Dios en sí.
Una teología más pastoral que académica. Sacar la teología de las universidades, de su lenguaje academicista y con-textualizarla entre las personas de hoy en el cada día. Liberarla de los aires acondicionados de las bibliotecas y lanzarla al tráfico ciudadano, a los periódicos: historia actual.

- Liberarla del dogma, de las formulaciones doctrinales cargadas de juridicismos para convencer y ofrecerla desde las formulaciones que inviten a la fe, esperanza y amor.
El teólogo asiático Aloysius Pieris, de Sri Lanka, llama estas expresiones con el nombre de "Sutras".

-Valorar la creación teológica más que la ortodoxia.
Perder el miedo a equivocarse, es más equivocarse es una gran oportunidad teológica.
La teología como una invitación a comunicarnos desde el amor que nos convoca, creando ambientes sencillos y profundos donde rueda la palabra y se comparten los silencios.

- Hay ofertas de teología para cátedra, para aula, para conferencias.
Esta es una oferta para la cotidianidad, para aprender a leer la vida, sin títulos, sin graduaciones, descubriendo el cielo que vive en la tierra y el Dios que habita la historia.
Son perspectivas incompletas, parciales y parcializadas.
Son intuiciones que sugieren, más que conocimientos que satisfacen.
Transformar nuestra historia dominadora en historia solidaria supone:
-sabiduría solícita más que lógica,
-espacio para sentires más que para conceptos,
-reflexiones sobre intuiciones más que definiciones.
La vida quiere vivir.

- Estas reflexiones parten de una pasión para darle alguna respuestas a la vida, a las preguntas de cómo superar los desencuentros y mejorar nuestro convivir.
Parten del deseo de recuperar la esencialidad del vivir, de lo que nos trae el cada día y allí sentirnos vivas.
Parten de una búsqueda apasionada de síntesis vital.
Parten de una vida religiosa entre el pueblo, parten de la inserción como lugar de encuentro respondiendo a nuestra vocación de mujeres que cuidan la vida.

- Perspectiva feminista:
Es clave recrear lo epistemológico desde la perspectiva feminista que trata de ampliar el conocimiento partiendo de lo relacional más que del conocimiento racional,
un conocer encarnado en un cuerpo,
un conocer intuitivo,
un conocer imaginativo.
Este modo de conocer es propio de toda la humanidad, pero se encuentra más desarrollado por las mujeres.

http://www.sapiens.ya.com/vidalogia
http://www.vidalogia.miarroba.com
http://www.vidalogia.webcindario.com

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