domingo, 13 de abril de 2008

Los primeros 40 años sin Martin Luther King

La bala que partió el cuello del Soñador el 4 de abril de 1968 todavía no ha rozado el Sueño. Pero impidió que un hombre cumpliera su palabra: cerrar la capital de los EEUU durante el verano de 1968. Cuarenta años después, es ocioso pretender ignorancia sobre el paso que habría dado luego Martin Luther King Jr.

Todo lo que King necesitaba en abril de 1968 era otra marcha no-violenta en Menphis que respaldara su camino a Washington, D.C., en donde planeaba mostrar al mundo cómo se inmoviliza a un Imperio. Clausuraría el centro del poder federal, hasta que el pueblo recuperara su gobierno. Se obligaría a Washington a poner en el umbral de cada norteamericano o una oferta de empleo o un cheque certificado. ¿Había quién dudara de que eso fuera hacedero?

Entre principios de diciembre de 1955 y principios de abril de 1968 no hay en el calendario estadounidense sino 14 años King. Y aunque acaso sea verdad que durante el Año Uno de King el boicot a los autobuses de Montgomery empezó sin él, resulta difícil imaginar cómo habría podido él mismo resultar más útil a ese boicot. ¿Cómo no habríamos hoy mismo de echar de menos a un hombre como ése?

En 1968, el ganador más joven de un Premio Nóbel de la Paz estaba atacando la violencia cotidiana en la vida norteamericana en su misma raíz, en la diaria amenaza que representa el rechazo económico. Camino de recoger el Premio a la Paz en el Año Diez de King, viajó por toda la península escandinava, en donde tuvo ocasión de ver de cerca que una economía moderna no tenía necesidad de ser dirigida como una trinchera bélica cualquiera.

En el Año Doce de King, el Soñador descubrió ante todas las cámaras del país la verdad de la guerra de los trabajadores en EEUU. King tenía un modo de revelar verdades que él mismo, a veces, no estaba preparado para mirar de frente. Cuando ciudadanos negros y trabajadores marcharon por el derecho a existir entre los vecinos blancos de Chicago, fueron los mismos blancos (y los blancos del Norte, también) quienes saltaron a las trincheras. Los medios de comunicación blancos se amedrentaron de otra forma esta vez, y por razones distintas. También King tuvo que ponderar si la guerra racial abierta era un riesgo que valía la pena correr, y abandonó súbitamente Chicago entre un coro de abucheos.

Con tanta violencia en las calles, ¿cómo no habría King de darse cuenta del modo en que el gran talento norteamericano se hacía patente? En el Año Trece de King, dijo que el gran generador de violencia en el mundo era el gobierno de EEUU. Eso fue el 4 de abril de 1967. El 4 de abril de 1968 yacía muerto, desplomado de manera tan innatural, que uno de sus pies sobresalía de la balconada. La mente que había abarcado a Norteamérica a través del tacto de diez millones de manos estrechadas pasó, vaciada súbita e irrevocablemente.

En el día de los Inocentes de abril de 2008, el Secretario del Departamento de Seguridad Interior –previo consentimiento del Congreso, y sólo después de que el delegado de Texas diera por finalizado el cómputo en las Convenciones Demócratas del Condado— suspendió más de 20 leyes y regulaciones que exigían al gobierno federal actuar pacífica y civilmente en sus relaciones con el resto de los ciudadanos residentes en EEUU en lo tocante a sus derechos de propiedad, sus recursos naturales y sus relaciones con los seres vivos; ahora, el gobierno federal es libre de proceder con abierto resentimiento en todas esas cosas a lo largo de la frontera mexicana, al modo como ha venido actuando en tantos asuntos en los pasados siete años o más.

¿Se levantaría King contra este ciclo de sinsentidos? Mirad la fotografía que le hizo Flip Schulke, reproducida en la página 123 de la edición conmemorativa de la revista Life que se ha vendido recientemente en todos los quioscos de Norteamérica (una reimpresión de la colaboración en Viking Studio entre Charles Jonson y el novelista Bob Adelaman en el año 2000). Fijaos en los tres libros que King sostiene cuando este hombre cansado de soñar demasiado recibe otra condena de cárcel en 1967: el Nuevo Estado industrial de Galbraith, el Nat Turner de Styron (1) y la Sagrada Biblia. Tesis, antítesis, síntesis, los tres sujetos por su mano izquierda.

¿Parece un hombre a punto de tirar la toalla?

Ahora que lloramos los primeros 40 años sin King no podemos permitirnos olvidar que se necesita a todo un pueblo para matar un sueño. Y la fe última de la no-violencia descansa en la arrolladora verdad de que ni siquiera un pueblo adormilado puede olvidarse de desear. Y de que un pueblo que desea no puede olvidarse de actuar. Y de que, una vez la gente se pone en movimiento como un solo individuo, resulta de todo punto posible que triunfe un ejército de personas penetradas de amor. Aun contra dragones tan temibles como los que acechan a plena luz del día en las avenidas de Washington, D.C.

NOTA DEL T.: (1) El esclavo negro Nat Turner (1800-1831) fue el jefe de una insurrección esclava en el Condado de Southhampton, Virginia, considerada el más importante caso de resistencia antiesclavista en el Sur de EEUU anterior a la Guerra Civil. La sistemática masacre de civiles blancos a que se procedió durante el levantamiento de los esclavos ha hecho de Nat Turner una figura máximamente controvertida en la historiografía bienpensante norteamericana hasta nuestros días. William Styron noveló la vida de Nat Turner, lo que le mereció en 1968 el Premio Pulitzer.

Greg Moses

Editor de la revista texana Civil Rights Review, y autor de Revolution of Conscience: Martin Luther King, Jr. and the Philosophy of Nonviolence.

Traducción para www.sinpermiso.info : Roc F. Nyerro

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