ECLESALIA, 25/09/08.- No pude evitar pensar ayer, fiesta de Ntra. Sra. de la Merced, en la enorme contradicción que existe en nuestra sociedad con respecto al problema de las cárceles, que es una cata amarga y dramática del grave problema social que silenciamos con sobredosis de indiferencia y autojustificación porque no nos afecta directamente y total, ya sabes, «...si están allí, será porque se lo han buscado», «por mí que se pudran, sólo hay escoria...», etc.
Desgraciadamente son muchos los que piensan que la cárcel es el mejor fungicida, que la solución es una justicia punitiva cada vez más rigurosa -más penas, más duración- hacia quienes amenazan nuestra seguridad, acallando de este modo cualquier conciencia que se atreva a pensar más allá de la pena. Llegan incluso a olvidar que el auténtico abono reclamado por las víctimas es una justicia restaurativa que escuche su voz, que atienda a sus porqués tantas veces silenciados. ¿De verdad cree alguien que es posible producir buen fruto para todos sobre el terreno de las injusticias e indiferencias sociales?
Existen, sin embargo, algunos a quienes no les pasan desapercibidos los más de 70.000 presos en las cárceles españolas o el 8% de enfermos mentales graves que hay dentro de ellas. Son aquellos que han profundizado en sus raíces humanas, haciendo opciones por salir de la superficialidad de la ignorancia, negándose a olvidar por un lado las necesidades reales de las víctimas y por otro la dignidad de los presos, que si bien están privados de libertad por el delito cometido, no se les puede privar de su dignidad de personas.
Por suerte, todavía hay enólogos de buena cepa, conscientes de las dimensiones de este problema social que toman opciones serias y concretas, que favorecen la necesaria poda invernal para que el fin primordial de la pena, a saber, «la reeducación y la reinserción social» según la Constitución (art. 25.2), se realice correctamente; son quienes tras un análisis crítico y maduro de la situación actual, reconocen que la prisión no es la única respuesta válida y eficaz, que de hecho existen alternativas más humanas e incluso «rentables» por las que merece la pena 'mojarse' y se deciden a implementarlas para mirar al futuro con esperanza y aportar un poco de aire fresco a tantas personas que sufren dentro y fuera.
Son los nuevos enólogos de la esperanza que utilizan las variedades de la prevención, de la mediación penitenciaria, de la visita cordial y continuada, de la escucha paciente, de la atención solícita a los familiares de las víctimas, porque saben que en su tarea es clave, trabajar en todo el ciclo vital con un sistema de valores que potencie el color de la solidaridad, el aroma irrenunciable de la dignidad y las sensaciones de la coherencia que dan cuerpo al «ser» más que la apisonadora del tener y el consumir...
Es el reto que sale a nuestro paso en medio de la fiesta y que nos exige un mínimo de reflexión, si de verdad queremos obtener la máxima calificación de nuestra cosecha.
Bárbara Torres
Pastoral Penitenciaria de La Rioja
http://eclesalia.blogia.com/2008/092501-clave.php
http://www.eclesalia.net
Comentarios y FORO...
Desgraciadamente son muchos los que piensan que la cárcel es el mejor fungicida, que la solución es una justicia punitiva cada vez más rigurosa -más penas, más duración- hacia quienes amenazan nuestra seguridad, acallando de este modo cualquier conciencia que se atreva a pensar más allá de la pena. Llegan incluso a olvidar que el auténtico abono reclamado por las víctimas es una justicia restaurativa que escuche su voz, que atienda a sus porqués tantas veces silenciados. ¿De verdad cree alguien que es posible producir buen fruto para todos sobre el terreno de las injusticias e indiferencias sociales?
Existen, sin embargo, algunos a quienes no les pasan desapercibidos los más de 70.000 presos en las cárceles españolas o el 8% de enfermos mentales graves que hay dentro de ellas. Son aquellos que han profundizado en sus raíces humanas, haciendo opciones por salir de la superficialidad de la ignorancia, negándose a olvidar por un lado las necesidades reales de las víctimas y por otro la dignidad de los presos, que si bien están privados de libertad por el delito cometido, no se les puede privar de su dignidad de personas.
Por suerte, todavía hay enólogos de buena cepa, conscientes de las dimensiones de este problema social que toman opciones serias y concretas, que favorecen la necesaria poda invernal para que el fin primordial de la pena, a saber, «la reeducación y la reinserción social» según la Constitución (art. 25.2), se realice correctamente; son quienes tras un análisis crítico y maduro de la situación actual, reconocen que la prisión no es la única respuesta válida y eficaz, que de hecho existen alternativas más humanas e incluso «rentables» por las que merece la pena 'mojarse' y se deciden a implementarlas para mirar al futuro con esperanza y aportar un poco de aire fresco a tantas personas que sufren dentro y fuera.
Son los nuevos enólogos de la esperanza que utilizan las variedades de la prevención, de la mediación penitenciaria, de la visita cordial y continuada, de la escucha paciente, de la atención solícita a los familiares de las víctimas, porque saben que en su tarea es clave, trabajar en todo el ciclo vital con un sistema de valores que potencie el color de la solidaridad, el aroma irrenunciable de la dignidad y las sensaciones de la coherencia que dan cuerpo al «ser» más que la apisonadora del tener y el consumir...
Es el reto que sale a nuestro paso en medio de la fiesta y que nos exige un mínimo de reflexión, si de verdad queremos obtener la máxima calificación de nuestra cosecha.
Bárbara Torres
Pastoral Penitenciaria de La Rioja
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