Pepcastelló
Como ya va siendo costumbre últimamente, un buen amigo me hace algunas observaciones que me muestran la conveniencia de precisar algo de lo dicho. Voy a ello.
Me señala muy acertadamente que «no todo son “almas sedientas” y hay mucha gente que desea ser conducida e ilusionada con símbolos tradicionales que les dan la seguridad de lo conocido».
Estoy completamente de acuerdo. Es por este motivo que escribí:
«Con esto no digo que las religiones no sirvan para nada ni que no sean caminos válidos para mucha gente. Las religiones sirven a quienes sirven, pero sirven muy poco o nada a la gran mayoría. Y lo que digo es que mientras se olviden de esa mayoría no servirán al mundo».
«Desde esta perspectiva, se me ocurre que en su relación con el descreído mundo actual las religiones harían bien renunciando a sí mismas y asumiendo su condición de “ancianas”. De este modo podrían alentar a quienes bregan contra viento y marea para que no desfallezcan y ayudarles con su sabiduría a superar escollos».
Pensé que se entendería que «las almas sedientas» del último párrafo son «quienes bregan contra viento y marea» en el penúltimo, pero olvidé decir que me refiero a quienes sin profesar creencias religiosas y aun con alergia a ellas se esfuerzan por hacer un mundo más justo y más humano. Lo olvidé posiblemente porque me pareció obvio, dada la línea de todos mis escritos y las reiteradas manifestaciones que hago de mi profesión de no creyente.
Y ahora mismo se me ocurre que tal vez haya otra cosa que tampoco está clara en mis escritos, que es la intención que los motiva. Voy a ver si puedo esclarecerlo.
Mi idea es que si el cristianismo sigue empecinado en acercarse a la gente mediante “los misterios del más allá” en vez de hacerlo mediante cuanto vamos averiguando sobre “el más acá”, especialmente en materia afectiva y neurobiológica, se apartará cada vez más de esta «civilización occidental cristiana» hasta el punto de excluirse totalmente de ella.
Pienso que en el fondo de todas las religiones hay un gran caudal de sabiduría y que el mundo actual está muy necesitado de ella. Pero es evidente que rechaza la envoltura religiosa que la vehicula. La actual forma de vida impulsa los conocimientos técnicos en detrimento de la sabiduría, luego es necesario encontrar nuevas formas de transmitirla y hacerla estimable. Me parece evidente que esta forma de vida materialista y deshumanizada es un disparate y una vía rápida para la autodestrucción.
La reflexión es una facultad humana. La bondad es una cualidad que todo individuo necesita desarrollar si queremos librarnos de esta vorágine que nos engulle, y esto requiere un trabajo interior en la persona. Si la vía religiosa ha fracaso en la mayor parte de la población, lo sensato es buscar otra, no insistir en lo que no va ni cruzarse de brazos. Pero ¿quien puede llevar a cabo semejante tarea, sino personas con cualidad humana suficiente? ¿Y dónde hallar preferentemente a esas personas sino en el entorno religioso? Sí, pero en un entorno religioso capaz de hablar con un lenguaje asequible al “no religioso” al cual quiere dirigirse, no con la tradicional jerga que el mundo no creyente rechaza.
Esta ductilidad que reclamo al mundo creyente no significa renunciar a su fe, sino al contrario, le pido que sea consecuente con su fe y que busque una forma de expresarla acorde con el momento histórico que vivimos. Cierto que ya hay muchas personas trabajando en esta tarea, pero me parece insuficiente porque la mayoría de ellas siguen anteponiendo sus creencias y no renuncian a expresarse en términos religiosos, como si lo más importante para ellas fuese dejar clara su identidad de creyentes.
En fin, ahí está esta aclaración y mi invitación a conversar sobre este tema. Gracias por vuestra atención y por vuestro esfuerzo.