domingo, 2 de noviembre de 2008

Generar utopía

Pepcastelló

La función propia de las religiones no es gobernar, sino generar utopía.

Esta frase que dijo Leonardo Boff en una conferencia que hace tiempo le escuché en la basílica de Santa María del Pi, en Barcelona, me ha venido ahora a la memoria al leer el evangelio de Lucas 13, 10-17. Y haciendo cábalas sobre una y otro, se me ocurre lo que ahora escribo.

La humanidad avanza hacia su omega por sendas que en tiempos remotos eran desconocidas o bien se creían impracticables. «Las utopías de antaño son realidades hogaño». No sé quien lo dijo, pero es bien cierto. La imaginación, la fantasía, el deseo de ir más allá, inherente a la naturaleza humana, es lo que nos guía. Y nos acercamos a la utopía cada vez que realizamos un sueño que parecía imposible.

Por un don del Creador o de la naturaleza humana -según se mire desde una perspectiva religiosa o antropológica- la utopía nace y crece en el interior de cada ser humano, desde donde se extiende a la sociedad. Es un proceso de crecimiento interno, luego es lento, requiere dedicación y tiempo. El papel que ahí han jugado y juegan las religiones, la filosofía, la educación y los conocimientos adquiridos a lo largo de los tiempos son las herramientas de las cuales nos hemos valido durante siglos y podemos valernos todavía para llevar a cabo esta labor de avanzar personal y socialmente.

Si la frase de Boff me movía a preguntarme de qué modo la religión que conozco genera utopía, el evangelio que he citado me sugiere algunas respuestas.

En esta narración el evangelista nos presenta un Jesús lleno de compasión que antepone el bien de la mujer enferma a la norma religiosa. Nos muestra también la indignación del jefe de la sinagoga ante esta no observancia del sábado. Nos muestra la contundente contestación de Jesús. Y finalmente nos dice como reaccionaban quienes estaban presentes.

No me cabe la menor duda de que una actitud como la de Jesús es un avance hacia la utopía. Lo es todo cuanto nos mueve a la empatía, a la compasión, a actuar gratuitamente para aliviar el sufrimiento ajeno dejando de lado prejuicios, normas y sociales o religiosas. En la medida en que quienes dicen ser seguidores de Jesús sigan ese ejemplo contribuirán a avanzar hacia la utopía.

En cambio, tal como bien nos muestra ese pasaje del evangelio de Lucas, la religión no camina hacia la utopía cuando pone en primer plano las normas eclesiásticas, como hace el jefe de la sinagoga. Cuando considera más importante el cumplimiento de la Ley que la bondad del corazón, la generosidad, la compasión. No lo es cuando centrándose en si misma afirma ser la única y verdadera revelada por Dios a los humanos. Cuando trata de imponer sus dogmas y creencias a toda la sociedad, valiéndose para tal fin de los poderes terrenales y entrando en connivencia con gobiernos corruptos, asesinos, genocidas, responsables de políticas generadoras de desigualdad social, de pobreza, de hambre, de miseria... Cuando arrastra a sus seguidores hacia actitudes fundamentalistas. Cuando impone en su interior un único pensamiento, acallando las voces de quienes cuestionan la doctrina oficial o la conducta de la jerarquía que se refugia bajo la cúpula vaticana. Cuando busca para sus organizaciones dinero de las arcas públicas de los diversos estados en donde tiene un número de seguidores suficiente para presionar a los gobiernos y exige para sí ventajas que no tienen el resto de las entidades de esa sociedad. Cuando trata de imponer sus criterios en sociedades laicas y religiosamente plurales. No, no pienso que pueda ser considerada cristiana cuando tal hace, por más que diga, si lo cristiano es seguir el ejemplo de Jesús.

Tampoco es un avance hacia la utopía la actitud sumisa, o si más no silenciosa, de los fieles. Este evangelio de Lucas nos muestra la actitud contestataria de Jesús. « ¡Hipócritas!», les llama de una forma clara y contundente, sin andarse con rodeos. No le hace una respetuosa reflexión, como las que de vez en cuando hacen algunas organizaciones católicas a sus autoridades eclesiásticas, en las cuales queda bien claro que no desean quebrantar la obediencia que les garantiza seguir dentro del seno de la Iglesia. No, en esa narración Jesús contesta sin temor a molestar al jefe de la sinagoga. Luego esto me invita a pensar que no es mediante el pusilánime respeto que los católicos caminarán hacia la utopía, sino mediante la contundente contestación a las actitudes hipócritas de la jerarquía eclesiástica cuando ésta hace y dice lo políticamente correcto aun cuando este hacer sea contrario a las enseñanzas del evangelio o a los logros humanos de justicia equitativa. Podríamos citar aquí la discriminación de la mujer que hace la Iglesia, la oposición ante leyes civiles que otorgan los mismos derechos a personas de distintas tendencias sexuales, la negativa del Estado Vaticano a firmar la Declaración Universal de Derechos Humanos, el apoyo de autoridades eclesiásticas a agitadores políticos... La lista puede ser larga y a buen seguro que cada cual puede hacer la suya.

Y finalmente, que esta actitud silenciosa, anticontestataria de la población cristiana ante las conductas inaceptables de su jerarquía no son camino hacia la utopía nos lo deja bastante claro el versículo 17 de este pasaje: «cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban abochornados, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía». Está claro que una buena manera de mover hacia actitudes reflexivas a quienes detentan el poder es contestarles las actuaciones no debidas, en tanto que callarse es tanto como hacerse cómplice de sus decisiones. «Quien calla otorga», dice el refrán, y aunque siempre habrá quienes tengan interés en pensar lo contrario, la mayor parte de quienes observamos desde fuera así lo vemos. Y una buena forma de atraer a quienes dispersan las actitudes farisaicas y ambivalentes del clero es contestarlas, oponerse a ellas y actuar de un modo parecido al que Lucas 13, 10-17 nos dice que actuó Jesús.

Razón tenia, en mi opinión, Leonardo Boff al decir lo que hemos señalado. La religión no debe tratar de gobernar ni directa ni indirectamente, porque gobernar es poner leyes y obligar a la población a cumplirlas. La religión debe servir para transformar interiormente a las personas, para generar en su mente esa utopía de la que están llenas las enseñanzas de Jesús, para animarles a contestar toda forma de opresión mental, moral, social, política, religiosa... Y eso no se hace mediante leyes y presiones sino a través del ejemplo.

Espero no haber divagado demasiado.

Luz, paz y gozo a todas y a todos.


Pepcastelló

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