Jose Maria Castillo
Saramago, motivado por su ateísmo militante, ha querido hacer de Caín una víctima del "dios" más vengativo y cruel que se puede imaginar. No discuto el valor litearario del libro de Saramago. Y respeto sus ideas, como pienso que él respeta las de los demás. Pero nada de eso es lo que aquí me interesa. Sólo quiero aclarar lo que representan Caín y Abel. El relato de la Biblia (Gén 4, 1-16) utiliza materiales que provienen de mitos muy antiguos (G. von Rad). Según este relato, Caín fue agricultor, mientras que Abel era pastor. Es decir, Caín representa la cultura de los pueblos instalados y (en ese sentido) sedentarios, en tanto que Abel representa la cultura de los pueblos nómadas que peregrinan con sus rebaños. En la antigüedad esto era frecuente. En la actualidad, Caín representaría la cultura de los instalados y sedentarios. Abel nos remite a las gentes que se ven obligados a emigrar, los desinstalados y trashumantes. Esto supuesto, es importante recordar que Víctor Maag, siguiendo a M. Buber, ha destacado la diferencia entre la vieja religión de los nómadas y la religión nacional de los instalados en un territorio. Cada una de estas religiones tienen sus "dioses". La religión de los nómadas es religión de promesa. El nómada no vive inserto en el ciclo de la siembra y la cosecha, sino en el mundo de la migración. Este Dios de los nómadas guía y protege a sus fieles, a diferencia de los "dioses" vinculados a un lugar, a un templo, a un culto, a un sistema.
El relato del Génesis dice que Dios aceptó el culto religioso de Abel y rechazó el de Caín (Gén 4, 5). Lo que originó el odio, la violencia y la muerte. Queda así indicada la relación entre religión y violencia. La violencia entre culturas y religiones. La violencia de los instalados frente a los nómadas. Isarel fue un pueblo de nómadas del desierto. Hasta que se instaló en Canaán, la tierra prometida. Una historia marcada por la violencia y la muerte. Una historia que tiene una palpitante actualidad en este momento. No hay que hacer muchos esfuerzos de imaginación para pensar que hoy Caín sigue asesinando a Abel: los pueblos instalados no soportan a las gentes que tienen que emigrar, sin tierra ni nacionalidad que les identifique. El Dios de los templos y sus cultos solemnes no sporta a los "dioses" menores de los nómadas sin patria y sin papeles. La violencia no viene de Dios. La violencia es producto de la cultura (W. Sofsky). Y lo que importa y urge es que creamos en un Dios de paz, respeto y tolerancia, que sea una auténtica rèplica a la violencia que se asocia a la cultura.
Jose Maria Castillo
http://josemariacastillo.blogspot.com/2009/11/cain-y-abel-dos-cultos-y-dos-culturas.html
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Saramago, motivado por su ateísmo militante, ha querido hacer de Caín una víctima del "dios" más vengativo y cruel que se puede imaginar. No discuto el valor litearario del libro de Saramago. Y respeto sus ideas, como pienso que él respeta las de los demás. Pero nada de eso es lo que aquí me interesa. Sólo quiero aclarar lo que representan Caín y Abel. El relato de la Biblia (Gén 4, 1-16) utiliza materiales que provienen de mitos muy antiguos (G. von Rad). Según este relato, Caín fue agricultor, mientras que Abel era pastor. Es decir, Caín representa la cultura de los pueblos instalados y (en ese sentido) sedentarios, en tanto que Abel representa la cultura de los pueblos nómadas que peregrinan con sus rebaños. En la antigüedad esto era frecuente. En la actualidad, Caín representaría la cultura de los instalados y sedentarios. Abel nos remite a las gentes que se ven obligados a emigrar, los desinstalados y trashumantes. Esto supuesto, es importante recordar que Víctor Maag, siguiendo a M. Buber, ha destacado la diferencia entre la vieja religión de los nómadas y la religión nacional de los instalados en un territorio. Cada una de estas religiones tienen sus "dioses". La religión de los nómadas es religión de promesa. El nómada no vive inserto en el ciclo de la siembra y la cosecha, sino en el mundo de la migración. Este Dios de los nómadas guía y protege a sus fieles, a diferencia de los "dioses" vinculados a un lugar, a un templo, a un culto, a un sistema.
El relato del Génesis dice que Dios aceptó el culto religioso de Abel y rechazó el de Caín (Gén 4, 5). Lo que originó el odio, la violencia y la muerte. Queda así indicada la relación entre religión y violencia. La violencia entre culturas y religiones. La violencia de los instalados frente a los nómadas. Isarel fue un pueblo de nómadas del desierto. Hasta que se instaló en Canaán, la tierra prometida. Una historia marcada por la violencia y la muerte. Una historia que tiene una palpitante actualidad en este momento. No hay que hacer muchos esfuerzos de imaginación para pensar que hoy Caín sigue asesinando a Abel: los pueblos instalados no soportan a las gentes que tienen que emigrar, sin tierra ni nacionalidad que les identifique. El Dios de los templos y sus cultos solemnes no sporta a los "dioses" menores de los nómadas sin patria y sin papeles. La violencia no viene de Dios. La violencia es producto de la cultura (W. Sofsky). Y lo que importa y urge es que creamos en un Dios de paz, respeto y tolerancia, que sea una auténtica rèplica a la violencia que se asocia a la cultura.
Jose Maria Castillo
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