Pep Castelló
¿De qué son libres los pobres en el mundo que gobiernan los ricos?
Con motivo del veinte aniversario de la caída del muro de Berlín, durante unos cuantos días han abundado toda clase de comentarios en los que no faltaba la palabra “libertad”. Eso me ha traído a la memoria que hace algún tiempo difundí entre mis contactos un artículo de Frei Betto en el que elogiaba los logros sociales de Cuba. A una amiga monja le extrañó que Betto pudiese elogiar la actuación del régimen cubano puesto que «como todo el mundo sabe, en Cuba no hay libertad». Le pasé la pregunta a otra amiga monja radicada en América Latina, que conoce muy bien la realidad de Cuba y la de su patria grande, y esta me respondió: «cierto que hay cosas que se debieran mejorar; pero la falta de libertad de los ricos en Cuba es cosa de niños comparada con la que padecen los pobres en los países que gobiernan los ricos».
Una respuesta tan contundente no puede por menos que hacernos reflexionar sobre qué entendemos por libertad y qué por esclavitud, dos ideas que suelen evocarnos un imaginario de tiempos pretéritos y países lejanos, como si un ataque de presbicia mental nos impidiese ver la realidad que tenemos cerca.
Libre es solamente quien no está sometido a otro. Pero en modo alguno puede considerarse libre quien para subsistir necesita agachar la cerviz ante quien controla los recursos que le son necesarios.
En nuestra opulenta civilización occidental cristiana, libres son los amos del mundo, y nadie más. Y amos son quienes detentan la propiedad de la tierra, quienes controlan las finanzas, los recursos alimentarios de la población, los medicamentos y todo cuanto es necesario para la subsistencia. Pero también son amos quienes controlan los medios de información-desinformación de masas, los sistemas educativos, las ofertas de ocio, y todo cuanto contribuye a configurar la forma de pensar y sentir de la población, porque la esclavitud se forja en la mente de la persona. Quien le controla la mente controla todo su hacer.
A los pobres se les ha controlado siempre la mente. Siempre sus amos les han dicho qué debían pensar, qué debían hacer, cómo tenían que actuar, cómo comportarse, cómo vestirse, qué deben elegir, a quién tienen que votar... Y eso se lo han dicho siempre quienes no han pensado sino en sus propios beneficios, con desprecio absoluto del bien común y de la igual dignidad que todos los seres humanos tenemos por la sola razón de serlo.
Hoy los pobres del mundo, al igual que en tiempos remotos, son esclavos de los ricos. Poco importa que esa esclavitud no sea evidente para la mayor parte de la población, la cual no piensa sino en satisfacer sus necesidades más primarias, porque quienes sí piensan se dan de bruces con ella en cuanto intentan sobrepasar los límites que quienes mandan les tienen fijados.
Los amos del mundo y sus paladines se llenan la boca hablando de libertad y democracia. En un discurso más que dudoso se atreven incluso a contraponer libertad a equidad, como si necesariamente fuesen incompatibles. ¡Falso! La libertad y la equidad son inherentes a la naturaleza humana y solamente son incompatibles cuando prevalece el modo de pensar de quienes mediante la violencia se apropiaron de la tierra y de todos los bienes necesarios al resto de sus congéneres.
No vamos a entrar en demasiadas polémicas porque de poco sirven, pues cada cual ve lo que puede ver. Pero sí que merece la pena lanzar algunas preguntas que nos inquietan.
¿Tiene realmente la población pobre las mismas posibilidades que la rica para hacer respetar sus derechos en los países que se denominan democracias libres? ¿Tiene los mismos medios para cuidar de su dignidad humana, igual alimentación, igual sanidad, igual vivienda e igual educación que la rica? ¿Puede elegir entre los derechos que se le conceden y los que la sociedad concede a la población rica? ¿Puede la población pobre pactar en igualdad de condiciones con la rica las normas que rigen la vida ciudadana y las relaciones de trabajo? ¿Puede la población pobre subsistir sin que su trabajo sirva para procurar un mayor beneficio a la población rica? ¿Acaso no es la población rica quien establece las normas y la pobre quien las acata? Entonces, ¿puede alguien decirme de qué son libres los pobres en el mundo que gobiernan los ricos?
Pep Castelló
Comentarios y FORO...
¿De qué son libres los pobres en el mundo que gobiernan los ricos?
Con motivo del veinte aniversario de la caída del muro de Berlín, durante unos cuantos días han abundado toda clase de comentarios en los que no faltaba la palabra “libertad”. Eso me ha traído a la memoria que hace algún tiempo difundí entre mis contactos un artículo de Frei Betto en el que elogiaba los logros sociales de Cuba. A una amiga monja le extrañó que Betto pudiese elogiar la actuación del régimen cubano puesto que «como todo el mundo sabe, en Cuba no hay libertad». Le pasé la pregunta a otra amiga monja radicada en América Latina, que conoce muy bien la realidad de Cuba y la de su patria grande, y esta me respondió: «cierto que hay cosas que se debieran mejorar; pero la falta de libertad de los ricos en Cuba es cosa de niños comparada con la que padecen los pobres en los países que gobiernan los ricos».
Una respuesta tan contundente no puede por menos que hacernos reflexionar sobre qué entendemos por libertad y qué por esclavitud, dos ideas que suelen evocarnos un imaginario de tiempos pretéritos y países lejanos, como si un ataque de presbicia mental nos impidiese ver la realidad que tenemos cerca.
Libre es solamente quien no está sometido a otro. Pero en modo alguno puede considerarse libre quien para subsistir necesita agachar la cerviz ante quien controla los recursos que le son necesarios.
En nuestra opulenta civilización occidental cristiana, libres son los amos del mundo, y nadie más. Y amos son quienes detentan la propiedad de la tierra, quienes controlan las finanzas, los recursos alimentarios de la población, los medicamentos y todo cuanto es necesario para la subsistencia. Pero también son amos quienes controlan los medios de información-desinformación de masas, los sistemas educativos, las ofertas de ocio, y todo cuanto contribuye a configurar la forma de pensar y sentir de la población, porque la esclavitud se forja en la mente de la persona. Quien le controla la mente controla todo su hacer.
A los pobres se les ha controlado siempre la mente. Siempre sus amos les han dicho qué debían pensar, qué debían hacer, cómo tenían que actuar, cómo comportarse, cómo vestirse, qué deben elegir, a quién tienen que votar... Y eso se lo han dicho siempre quienes no han pensado sino en sus propios beneficios, con desprecio absoluto del bien común y de la igual dignidad que todos los seres humanos tenemos por la sola razón de serlo.
Hoy los pobres del mundo, al igual que en tiempos remotos, son esclavos de los ricos. Poco importa que esa esclavitud no sea evidente para la mayor parte de la población, la cual no piensa sino en satisfacer sus necesidades más primarias, porque quienes sí piensan se dan de bruces con ella en cuanto intentan sobrepasar los límites que quienes mandan les tienen fijados.
Los amos del mundo y sus paladines se llenan la boca hablando de libertad y democracia. En un discurso más que dudoso se atreven incluso a contraponer libertad a equidad, como si necesariamente fuesen incompatibles. ¡Falso! La libertad y la equidad son inherentes a la naturaleza humana y solamente son incompatibles cuando prevalece el modo de pensar de quienes mediante la violencia se apropiaron de la tierra y de todos los bienes necesarios al resto de sus congéneres.
No vamos a entrar en demasiadas polémicas porque de poco sirven, pues cada cual ve lo que puede ver. Pero sí que merece la pena lanzar algunas preguntas que nos inquietan.
¿Tiene realmente la población pobre las mismas posibilidades que la rica para hacer respetar sus derechos en los países que se denominan democracias libres? ¿Tiene los mismos medios para cuidar de su dignidad humana, igual alimentación, igual sanidad, igual vivienda e igual educación que la rica? ¿Puede elegir entre los derechos que se le conceden y los que la sociedad concede a la población rica? ¿Puede la población pobre pactar en igualdad de condiciones con la rica las normas que rigen la vida ciudadana y las relaciones de trabajo? ¿Puede la población pobre subsistir sin que su trabajo sirva para procurar un mayor beneficio a la población rica? ¿Acaso no es la población rica quien establece las normas y la pobre quien las acata? Entonces, ¿puede alguien decirme de qué son libres los pobres en el mundo que gobiernan los ricos?
Pep Castelló
Comentarios y FORO...