Paz Rosales
“Cuida ante todo de ser siempre igual a ti mismo” (Séneca)
Ser “iguales a nosotros mismos” es estar en conexión con lo que nos hace ser nosotros mismos. Equivale, paralelamente, a despojarnos de toda simulación – no temer mostrar o expresar lo que somos – y de toda pretensión – no pretender ser lo que no somos ni obstinarnos en ser algo en particualr-. Es una coherencia y una honestidad radical respecto de nuestro propio ser, nuestra propia situación y nuestra propia verdad, aquí y ahora.
No somos iguales a nosotros mismos, por ejemplo, cuando ocultamos nuestro amor si no tenemos garantías de ser correspondidos, o bien, simulamos un amor que no sentimos. Cuando decimos admirar a ciertas personas y, secretamente, envidiamos a otras. Al invertir nuestro tiempo con quienes no queremos estar. Cuando, si somos educadores, ocultamos antes nuestros alumnos nuestra ignorancia respecto a alguna cuestión; en general, cuando ocultamos nuestros límites y nuestra vulnerabilidad. Si fingimos ser más o menos de lo que somos. Cuando algo que hicimos ayer nos hace sentir mal y nos paraliza en el presente. Cuando creemos que un medio no del todo honesto está justificado porque nos permite lograr un bien futuro. Al ocultar nuestros gustos y aversiones reales. Si no hacemos ni decimos algo porque tememos decepcionar a quienes tienen una idea excelsa de nosotros. Cuando nos expresamos solo a medias. Cuando buscamos en un título o en el hecho de ocupar un rango institucional o social la seguridad y la autoridad que no sentimos cuando nos presentamos ante los otros, sin más, como seres humanos.
El libre hace libres a los demás. Ser libremente lo que se es, expresarse de forma espontánea y auténtica, es el mayor regalo que nos pueden hacer. Ello requiere un alto grado de aceptación propia. A su vez, es precisamente esta aceptación propia la que permite aceptar realmente a los demás y que los demás se sientan aceptados. Sin lo primero no puede darse lo segundo.
Paz Rosales
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“Cuida ante todo de ser siempre igual a ti mismo” (Séneca)
Ser “iguales a nosotros mismos” es estar en conexión con lo que nos hace ser nosotros mismos. Equivale, paralelamente, a despojarnos de toda simulación – no temer mostrar o expresar lo que somos – y de toda pretensión – no pretender ser lo que no somos ni obstinarnos en ser algo en particualr-. Es una coherencia y una honestidad radical respecto de nuestro propio ser, nuestra propia situación y nuestra propia verdad, aquí y ahora.
No somos iguales a nosotros mismos, por ejemplo, cuando ocultamos nuestro amor si no tenemos garantías de ser correspondidos, o bien, simulamos un amor que no sentimos. Cuando decimos admirar a ciertas personas y, secretamente, envidiamos a otras. Al invertir nuestro tiempo con quienes no queremos estar. Cuando, si somos educadores, ocultamos antes nuestros alumnos nuestra ignorancia respecto a alguna cuestión; en general, cuando ocultamos nuestros límites y nuestra vulnerabilidad. Si fingimos ser más o menos de lo que somos. Cuando algo que hicimos ayer nos hace sentir mal y nos paraliza en el presente. Cuando creemos que un medio no del todo honesto está justificado porque nos permite lograr un bien futuro. Al ocultar nuestros gustos y aversiones reales. Si no hacemos ni decimos algo porque tememos decepcionar a quienes tienen una idea excelsa de nosotros. Cuando nos expresamos solo a medias. Cuando buscamos en un título o en el hecho de ocupar un rango institucional o social la seguridad y la autoridad que no sentimos cuando nos presentamos ante los otros, sin más, como seres humanos.
El libre hace libres a los demás. Ser libremente lo que se es, expresarse de forma espontánea y auténtica, es el mayor regalo que nos pueden hacer. Ello requiere un alto grado de aceptación propia. A su vez, es precisamente esta aceptación propia la que permite aceptar realmente a los demás y que los demás se sientan aceptados. Sin lo primero no puede darse lo segundo.
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