Humildes navegantes, sin rumbo y sin cartas, buscando los caminos sobre el piélago inmenso de la vida, avanzamos a tientas en pos de la Utopía, confiando en la fuerza que nos mueve y anima.
No hay renuncia más dura y más costosa que la de andar sin guías, segadas las cadenas de la seguridad a ultranza, al impulso de la sed y la confianza, sin mayor esperanza que la certeza de hallar por recompensa al final del camino tener clara conciencia de haber andado en pos de la Utopía desde la soledad de la propia existencia, sin pactos ni alianzas esclavizantes que limitan y frenan.
Maestros y maestras hubo y hay en el mundo y aun en nuestro entorno, personas sabias y modestas, de talante prudente que se guardan de proclamar verdades y de imponer consignas que no sean mirar en derredor con compasión y amor, abriendo el corazón a la bondad, se halle donde se halle y sea la que sea. Suelen ser voces débiles y casi sin eco, que intentan alumbrar en la oscuridad como pequeñas velas, casi como luciérnagas. Esas sí que merecen ser tenidas muy en cuenta, escuchadas con atención, pues difícilmente habrá por causa de ellas peligro de ceguera. Más guían las estrellas con su tenue luz parpadeante que el esplendente Sol con su fulgor ardiente que abrasa y ciega.
Pero es humano buscar seguridades, buscar cobijo bajo árboles frondosos, caminar en rebaño para tener redil y dormir al abrigo, bajo la protección y vigilancia de pastores. Es humano y a la vez primitivo, aunque sin duda alguna es una opción muy válida y legítima. Pero no veo claro que sea ése un camino para ir más allá, porque tengo entendido que nadie que rompió moldes lo siguió. «Las alimañas tienen madrigueras, pero el Hijo del Hombre no tiene siquiera donde recostar la cabeza».
Me viene todo esto al pensamiento con motivo de estas fechas navideñas, tan propicias para manifestaciones confesionales, para poner el símbolo en primer plano y pasar de puntillas sobre lo simbolizado. Desde esta perspectiva, lo esencial pasa a secundario y queda secuestrado por quienes ostentan el uniforme mental de las creencias que confiesan. La Navidad deja de ser mensaje de paz y de fraternidad humanas y se convierte en una simple proclama confesional cristiana. Limitación y freno en el camino que lleva a la Utopía.
Pienso que si algo humanamente válido hay en las tradiciones religiosas no está en las creencias propias del colectivo humano que las sigue, sino en el anhelo palpitante que las engendró. Y desde esta perspectiva, la Navidad es símbolo de humildad y de bondad principalmente, y estos valores, que pueden ser compartidos por cualquier ser humano, están muy por encima de todo cuanto pueda afirmarse mediante consensuadas creencias. Humildad que nos invita a postrarnos en silencio, sin proclamas dogmáticas, y bondad que nos anima a acoger otras formas de pensar y de vivir en paz y en gozosa armonía con cuanto nos rodea, natural y humano.
Confesar nuestro anhelo de bondad y de justicia, de una justicia que dé a cada cual lo que le corresponde por la simple razón de haber nacido, no por la fuerza del brazo que lo protege ni por el acopio que pudieran haber hecho sus antecesores. Exponer cuanto sirva para guiar nuestro corazón y pensamiento hacia ese horizonte es el fin de este modesto blog, de esta modesta página virtual que hacemos de forma colectiva. Para manifestaciones confesionales y políticas en la red ya hay muchos otros sitios.
Por este motivo, ante la singladura que nos ofrece el año que comienza ruego a todo el colectivo que hacemos esta página que tengamos muy presente en traer hasta aquí para compartirlo todo cuanto pueda aceptar cualquier persona de buena voluntad, creyente, agnóstica, indiferente o atea, y que dejemos toda proclama política o religiosa para otros espacios, que los hay en abundancia.
Luz, Gozo y Paz a todas y a todos.
Pepcastelló