viernes, 21 de diciembre de 2007

La derecha y el aborto

José M. Castillo

¿POR qué las personas de derechas suelen ser los grandes enemigos del aborto? Los antiabortistas dicen que están a favor de la vida. Pero eso no parece tan claro. Porque hay mucha gente de derechas que son antiabortistas y, al mismo tiempo, partidarios de la pena de muerte, enardecidos entusiastas de la carrera de armamentos, defensores de la guerra y de otras violencias. El presidente Bush y sus seguidores son tan enemigos del aborto como amigos de la guerra, la tortura y otras agresiones contra la vida, algunas de ellas demasiado brutales. Entonces, ¿por qué a la derecha le interesa tanto la vida en el caso del aborto y no se echa a la calle por el hecho de que (según Naciones Unidas) cada día mueren 27.000 niños de hambre? El rechazo del aborto por parte de los conservadores debe tener otra explicación.

El profesor George Lakoff (Berkeley) hace esta pregunta: «Si eres conservador, ¿qué tiene que ver tu postura sobre el aborto con tu postura sobre los impuestos?». Y efectivamente parece que tiene mucho que ver lo uno con lo otro. La respuesta está en el estudio de los valores familiares. ¿Por qué los conservadores hablan tanto de los valores familiares? Lakoff observa que hay dos modelos de familia: la familia del 'padre estricto'y la familia del 'padre protector'. El padre estricto piensa que el mundo es un lugar peligroso en el que hay que defender sobre todo a la familia, sostenerla y enseñar a los niños la diferencia entre el bien y el mal. Ahora bien, si pretendes subsistir en un mundo así, el camino es buscar a toda costa el propio beneficio, el propio interés. «Los que van de redentores por la vida» son mal vistos por el 'padre estricto'. Esos 'dichosos' redentores estropean el sistema. Y es que, para un padre estricto, la defensa del sistema está necesariamente vinculada a la defensa de la familia, o sea, a la búsqueda del propio beneficio. En definitiva, «el beneficio es lo que cuenta» (N. Chomsky). Aquí viene como anillo al dedo lo que James Dobson ha dicho en su libro 'Dare to Discipline' (Atrévete a castigar). A juicio de Dobson, hay una clara relación entre la visión del mundo del padre estricto y el capitalismo de libre mercado. Esa relación está en la moral del propio interés, que se deriva de la concepción capitalista de Adam Smith, el 'santo patrono' del neoliberalismo. Adam Smith sostuvo que si cada uno persigue su propio beneficio, el beneficio de todos será el máximo. El que «procura su propia ganancia» está siendo guiado por una «mano invisible» para alcanzar el beneficio general. «Cuando persigues tu propio beneficio, ayudas a todo el mundo» (Smith 'dixit').

Ahora bien, de lo dicho se sigue una manera de ver a Dios. Para el buen conservador, Dios es el padre estricto originario. De lo cual se deriva una idea del orden moral, que consiste en preservar y extender el sistema moral conservador, el sistema del propio beneficio. Y de ahí se pasa lógicamente a fijar unos determinados derechos. Tales derechos tienen que ser consecuentes con la moral. La moral del padre estricto define los límites de lo que se ha de considerar como un 'derecho'. Por eso, no puede haber ni el derecho al aborto, ni el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo, ni el derecho a la asistencia sanitaria estatal o pública (como se hace en EE UU), ni el derecho a saber cómo decide el Gobierno su política, ni el derecho a una pensión de jubilación, etcétera.

El pensamiento de Lakoff (resumiendo a Dobson) es de una lógica implacable. Y los hechos lo demuestran. Ahora mismo en España, quienes claman contra el aborto son los mismos que aplauden la propuesta de Rajoy que promete bajar los impuestos. Lo mismo en Estados Unidos que en España, hay relación entre la oposición al aborto y la bajada de impuestos. Eso no ocurre por casualidad. La oposición al aborto tiene que ver (y mucho) con la declaración de la renta. Por tanto, es importante que quienes se oponen al aborto sepan a lo que en realidad se oponen. No se oponen a la muerte de los niños antes de nacer. Porque si la vida de los niños les importa tanto, se opondrían con más energía a los miles de niños (ya nacidos) que mueren cada día. Y con más fuerza se opondrían a las causas que provocan tanta muerte: los intereses de las multinacionales, de los mercados financieros, del monstruoso gasto militar y de los gatos suntuosos, que impiden la condonación de la deuda externa de los países más pobres, lo mismo que la donación de 0'7 % del PIB, para evitar tanta muerte.

Seamos honestos. Si es que tanto nos importa la vida, vamos a defenderla en serio y con todas sus consecuencias. Y, por favor, que ni el señor Bush ni sus monaguillos nos vengan con el cuento de la defensa de la vida, cuando acabamos de verlo. En la reciente reunión de Bali, la administración norteamericana estaba empeñada en dejar lo del cambio climático para el año 2050, cuando ya no haya vida para casi nadie.

Por lo demás, quede claro que yo no pretendo aquí justificar los crímenes que supuestamente se han cometido en clínicas de Madrid y Barcelona. Y si es necesario corregir la vigente ley del aborto para evitar que se repitan tales atrocidades, corríjase cuanto antes. Pero que nadie nos venga con el argumento de la defensa de la vida, sobre todo cuando sabemos que hay quien grita contra el aborto en una manifestación, pocos días después de llevar a su hija a abortar en una clínica de Londres, de Amsterdam o de la Cochinchina. Menos cinismo y más honradez, en la cabeza y en el bolsillo

José M. Castillo [Ideal. 21 12 07]

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