Corría el año 1988, acababa de estrenarse La última tentación de Cristo en Hollywood. Caminando por la legendaria Sunset Blvd. pasé por un cine donde la estaban mostrando. Afuera había cientos de personas con pancartas y banderas protestando contra la película.
Siempre tuve una debilidad por las protestas de cualquier índole. Empujado por la curiosidad me acerqué y entablé conversación con varios de ellos.
Hablar con uno era hablar con todos. Eran fundamentalistas y consideraban la película como blasfemia y una deshonra contra la memoria del señor.
Ninguno había visto la peli y menos que menos leído el libro.
Confieso que en ese momento yo tampoco. Todo lo que sabía de Kazantzakis era que había escrito Zorba el griego.
Tuve la tentación de entrar y ver el film ahí mismo. Pero resistí y opté por ir a comprar el libro primero.
Antes de empezar a leerlo me empapé leyendo todas las críticas y ataques que el pobre Niko tuvo que soportar de supuestos cristianos.
Empecé a leer esperando lo peor. Grande fue mi sorpresa cuando en pocas páginas me quedaron muy claras dos cosas: 1) este libro era una obra de amor incondicional hacia Cristo y 2) Kazantzakis tal vez fuera uno de los pocos cristianos que produjo el siglo XX al cual el rótulo no le quedaba grande.
Me dieron ganas de salir a cagar a latigazos a esa manga de imbéciles con sus pancartas y banderas. Me contuve y esperé a calmarme un poco.
Días después volví a pasar por el cine. Ahora eran menos pero seguían firmes. Me acerqué una vez más, decidido esta vez a entablar una conversación con alguno que hubiera leído el libro o visto la película. De más está decir que me quedé con las ganas. Ninguno, ni uno solo de todos esos infelices, se había tomado el tiempo de ver de que la iba eso contra lo cual protestaban.
Mi enojo cedió rápidamente y empecé a alejarme. Al llegar a la esquina sentí como se me formaban dos gruesas lágrimas.
Una síntesis del mundo en que vivimos y por qué estamos como estamos.
Ah, por si no queda muy claro, a partir de ese momento Niko pasó a ser uno de mis ídolos indiscutibles.
Luis
Comentarios y FORO...
Siempre tuve una debilidad por las protestas de cualquier índole. Empujado por la curiosidad me acerqué y entablé conversación con varios de ellos.
Hablar con uno era hablar con todos. Eran fundamentalistas y consideraban la película como blasfemia y una deshonra contra la memoria del señor.
Ninguno había visto la peli y menos que menos leído el libro.
Confieso que en ese momento yo tampoco. Todo lo que sabía de Kazantzakis era que había escrito Zorba el griego.
Tuve la tentación de entrar y ver el film ahí mismo. Pero resistí y opté por ir a comprar el libro primero.
Antes de empezar a leerlo me empapé leyendo todas las críticas y ataques que el pobre Niko tuvo que soportar de supuestos cristianos.
Empecé a leer esperando lo peor. Grande fue mi sorpresa cuando en pocas páginas me quedaron muy claras dos cosas: 1) este libro era una obra de amor incondicional hacia Cristo y 2) Kazantzakis tal vez fuera uno de los pocos cristianos que produjo el siglo XX al cual el rótulo no le quedaba grande.
Me dieron ganas de salir a cagar a latigazos a esa manga de imbéciles con sus pancartas y banderas. Me contuve y esperé a calmarme un poco.
Días después volví a pasar por el cine. Ahora eran menos pero seguían firmes. Me acerqué una vez más, decidido esta vez a entablar una conversación con alguno que hubiera leído el libro o visto la película. De más está decir que me quedé con las ganas. Ninguno, ni uno solo de todos esos infelices, se había tomado el tiempo de ver de que la iba eso contra lo cual protestaban.
Mi enojo cedió rápidamente y empecé a alejarme. Al llegar a la esquina sentí como se me formaban dos gruesas lágrimas.
Una síntesis del mundo en que vivimos y por qué estamos como estamos.
Ah, por si no queda muy claro, a partir de ese momento Niko pasó a ser uno de mis ídolos indiscutibles.
Luis
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