jueves, 8 de noviembre de 2007

Introducción a la cultura japonesa


Hisayasu Nakagawa
Ed. Melusina. 2006



Preámbulo
Cada nación cree que su cultura es la mejor del mundo. Catalina II de Rusia reaccionó contra esta tendencia que se expresaba en el libro del abate Chappe d’Autroche. También cada nación suele mirar a las otras a través de estereotipos: los japoneses designan a los occidentales como “aoi-me” (los ojos azules).

El mundo lleno y el mundo vacío
El autor compara un mensaje en francés y en inglés de la azafata del avión -que atribuye el retraso a los controladores de Londres- con el mismo mensaje en japonés; en éste pide excusas pero sin aclarar quién pide las excusas.

La cultura japonesa es un mundo “vacío de sujetos” (“un remolino de sujetos sutiles”). En una oficina japonesa todos responden por la organización y asumen el papel del empleado que falta; en una europea, si te contestan, te dicen que el responsable no está.

El capítulo La verdad sin sujeto, pone de relieve que el japonés, al afirmar algo, acude a una frase impersonal como “Está bien decir...” o “Es absolutamente necesario decir...”. Para el japonés la garantía de la afirmación está en su carácter natural y espontáneo; en cambio, para el europeo, es la persona la que lo garantiza.

El autor compara la tradición judeocristiana “En el principio Dios creó el cielo y la tierra” con la tradición japonesa “En el momento en que el cielo y la tierra se desarrollaron por primera vez...”. También aquí se diluye el sujeto.

La tradición judeocristiana proclama la trascendencia; la japonesa, la inmanencia.

Shoeki Ando (1899) entiende la naturaleza como “un principio de equilibrio, de este movimiento armonioso... el movimiento espontáneo de una energía activa, que produce el avance o la regresión...”. Los caracteres chinos que componen la palabra naturaleza pueden leerse como “hacerse por ella misma” o “hacerse a sí mismo”.

En una película japonesa, una enfermera le dice al médico por qué se queda ante el peligro. La expresión japonesa “suki deso” se ha traducido bien al francés como “yo te quiero”, pero “en la frase japonesa, no hay ni pronombre, ni desinencia, ni sujeto, ni objeto que pudiese identificar quién amaba a quién. ¡Y la mujer ni siquiera miraba al hombre!”.

Traducir la identidad
El autor había leído muchas veces en japonés “El sueño de d’Alambert” de Diderot, pero no entendió el juego erótico de palabras hasta que lo vió representado en París. El japonés ve al anciano doctor y a la joven a través de sus roles y no puede captar el trasfondo personal erótico de sus palabras.

Lococentrismo
Un europeo que ve llorar a un niño perdido le diría “No llores, yo estoy contigo”; un japonés le diría “No llores, tu papaíto (ojisan) está contigo”.

En Japón “la primera persona, es decir, el sujeto existencial, no existe en sí misma, pero sí como elemento de relación contingente que se instaura en una escena particular” (Agustín Berque). “El yo de los japoneses se encuentra en un estado de indefinición, diríase de ausencia de coordenadas...” (Takao Suzuki).

Los historiadores europeos atribuyen a los individuos la iniciativa en los hechos; los historiadores japoneses la atribuyen a: a) la formación espontánea de los acontecimientos; b) la sucesión de los acontecimientos; c) la fuerza con la que los acontecimientos se forman espontáneamente. El Emperador de Japón proclamó “Se ha llegado a un punto en que estalló la guerra contra Estados Unidos...”.

Sobre la división religiosa
En Japón se puede ser a la vez budista y sintoísta. El padre del autor pidió que sus restos se repartieran entre un santuario budista y otro sintoísta, y cada cierto tiempo se celebran ritos fúnebres en uno u otro templo.

La muerte en fusión
El autor cita como características japonesas los sentimientos ante la muerte descritos en algunas novelas con trasfondo autobiográfico: “Todo me parecía movimiento continuo y sin fin. Suspiré. Cuando muera mi conciencia no existirá más, cierto es, pero mi cuerpo no dejará de existir y se fundirá con la extensa materia que es el universo. Viviré para siempre”.

El padre del autor solía decirle “cuando muera, regresaré a la tierra, feliz de reencontrarme con los elementos.. No celebréis mis funerales, festejad mi regreso al origen”.

Anverso y reverso
Doble estructura de la conciencia de los japoneses: cumplimiento reglamentario e indulgencia (interpretación o casuística permisiva). El jesuita Luis Fróis en el s. XVI interpretaba como hipocresía esta actitud: “En los europeos la sonrisa falsa se ve como una falta de sinceridad. En Japón se estima como noble y distinguida... saludan siempre y necesariamente con una sonrisa”. Otros viajeros del siglo XIX confirman los contrastes de la cortesía japonesa. (El padre Fróis valora las libertades de las mujeres japonesas respecto a las españolas de su época).


El arte japonés: yuxtaponer para enriquecer
El arte europeo se estructura en torno a un centro; el japonés yuxtapone de modo armonioso los diversos elementos. No hay predominio de uno sobre otro.

Japón importó la escritura china y el budismo vía Corea; incluso el sintoísmo parece que proviene del Taoísmo chino. En Europa cuando surge una secta, reclama su libertad y excluye otras interpretaciones. En Japón, en la Edad Media existían ocho sectas budistas y todas tenían como principio “la pluralidad de los valores”. El mismo principio adoptaron el sintoísmo y el confucionismo..

La pluralidad se reconoce en todos los terrenos (excepto durante el periodo ultranacionalista de la segunda guerra mundial). El “bento” es un plato de comida dividido en múltiples compartimentos para diversas clases de viandas. En la música conviven la escala de origen chino y de origen japonés. En la “vía del incienso, de las flores, o del té, el arte es un camino espiritual.

El desnudo al desnudo, y el desnudo escondido
Rousseau defiende la verdad desnuda –“alezeia”-. En una imagen de L’Encyclopedie, la Razón le quita el velo a la Verdad. La desnudez en Occidente es una rebelión liberadora; el pudor es consecuencia del pecado de Adán y Eva.

En el Japón del período Edo –antes de la modernización Meiji del s. XIX- se presentan pocos desnudos, ni siquiera en las cortesanas. No se necesita el desnudo como rebelión contra un Dios; simplemente usan los vestidos como elementos armónicos complementarios. Cuerpo y kimono se realzan mutuamete.

“En Europa, la verdad reside en aquello que se descubre; es la “alezeia”. Mientras que en Japón lo más importante es lo que está escondido. Bien es verdad que el desnudo no accederá a su propio valor si no es bajo la ropa.

¡Qué inconmensurable es la distancia que separa ambas civilizaciones!”.

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Comentario

Los capítulos “Vacío de sujeto”, “La verdad sin sujeto” y “Lococentrismo” muestran una cultura en la que el yo pasa a un segundo plano, en contraste con nuestra cultura individualista grecorromana.

Los acontecimientos suceden, el universo comienza a existir, la naturaleza es la actividad en desarrollo, la muerte es la fusión con los elementos de los que procedemos.

No existe un predominio ni de la persona, ni de una religión, ni de un arte determinado. Todo es orden y armonía. La sociedad lo acepta, y goza de ese orden.

Evidentemente esta filosofía no suprime los egoísmos y luchas, pero sí configura una mentalidad y un comportamiento social, más o menos fingido. Tampoco nuestra filosofía elimina los egoísmos propios de la naturaleza humana.

No pretendo enjuiciar qué cultura es superior. Tampoco soy capaz de yuxtaponerlas armónicamente, pero sí creo que la interacción entre ambas puede corregir los excesos de cada una. Los vicios suelen ser virtudes llevadas al exceso: summum ius, summa iniuria (extremar la justicia sería la mayor injusticia).

Por nuestra condición contingente, limitada, no podemos abarcar de una sola mirada toda la realidad. Cada cultura ve un aspecto de la realidad; si intenta extrapolar lo que ve, se alejará cada vez más de la realidad que se aprecia desde otro ángulo. Los extremos de la realidad no son compatibles en un solo lenguaje cultural.

En concreto ¿qué nos puede aportar esta visión de la cultura japonesa?

• Relativizar nuestros conceptos culturales, reconocerlos incapaces de expresar toda la realidad
• Yuxtaponer pacíficamente elementos muy diversos en arte, religión...
Creo que nos hemos tomado demasiado en serio el principio de contradicción.
• Rebajar el protagonismo individualista. La Historia no la hacen solamente los reyes y los generales; la hace el pueblo, el desarrollo...
• Aceptar la inmanencia y la autonomía que proclama nuestro mundo actual: Dios trasciende al hombre y al universo, no porque esté afuera, más allá, sino porque lo empapa y le da su fuerza evolutiva y su belleza. (Mística cristiana),
• Entender la muerte como fusión con el universo quizás no difiera mucho de la integración en el cuerpo místico de Cristo, de la redención por la que clama toda la creación (Rom 8,22).



Gonzalo Haya Prats


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