jueves, 29 de noviembre de 2007

Religión y fantasía


Xavier Pikaza, uno de los teólogos actuales más reconocidos de España, al comentar en su blog del día 27 de noviembre un texto de los evangelios apócrifos, hace una brillante reflexión sobre el papel de la fantasía en la religión.

Transcribo aquí el texto porque creo que arroja luz sobre el punto de encuentro que buscamos en nuestra PLATAFORMA.


“Para situar mejor el tema, ofrecí ayer ocho funciones de la religión: experiencia, conocimiento, comunidad, praxis, mística, historia, salvación y poder… Tiene, también otras, como dije. Entre ella está la función de la fantasía, es decir, de la imaginación. No es la única, no puede separarse de otras funciones (de historia y conocimiento, de compromiso práctico y culto…), pero es muy importante y colorea de algún modo todas las restantes.

El hombres es muchas cosas: cuerpo y alma, sentidos e inteligencia, razón y sentimiento… Entre todas ellas destaca la imaginación o fantasía, que ha sido devaluada a partir de los racionalismos filosóficos y religiosos del siglo XVI. La ciencia actual es seca, la religión es racionalista, en el plano de pensamiento (dogma) y de acción (regulación ética). Hemos mutilado la fantasía y con ella hemos secado las fuentes de la religión. Por eso, en gran parte, porque la religión ha dejado de alumbrar las fuentes de la fantasía, corremos el riesgo de perder la religión (y otros valores de la vida humana).

La fantasía está vinculada con todo: con la experiencia y con la sabiduría, con la historia y con la mística, con la salvación y los poderes de la vida… Una religión sin fantasía se halla muerta. Pues bien, la fantasía (o, si queréis, la imaginación) se sitúa entre el puro sentido externo y la razón pura. Los sentidos no bastan para que un hombre sea humano, tampoco el puro entendimiento. En esa línea, el hombre es un ser que “inventa”, es decir, que descubre y proyecta la realidad. ¡Cómo lo sabía T. Varron, buen romano, al hablar de las tres religiones: poética, política, racional! ¡Cómo lo sabía el Kant de la “Crítica del juicio (estético)”, tan olvidado! ¡Cómo lo sabían los cardenales de las fantasías de colores y de templos del barroco!

El ser humano es un animal de fantasía: la suerte de la vida le ha ofrecido como herencia y casa la obligación de tantear y edificar su habitación o campo de existencia a través de la cultura… pero de una cultura en que va tanteando, proyectando, creando mundos significativos….En esa línea, el conocimiento del hombre es creador en la medida en que se abre a nuevos espacios imaginativos, que nos permiten encuadrar y comprender lo que sabemos, para actuar mejor…

Sólo en la medida en que las religiones sean capaces de crear “imaginarios colectivos” pueden responder a la búsqueda del hombre y dar sentido a su camino… En ese sentido, bien planteados, los mismos “dogmas” pertenecen al campo de lo imaginario, más que de lo puramente racional (en sentido técnico o científico); son símbolos, no argumentos. Creo que la tragedia de la religión actual, al menos en occidente, es que ha dejado de producir fantasías, es decir, mundos imaginarios que permitan sentir y comprender la realidad.

En esa misma línea, la historia fundante de una religión como la cristiana sólo es verdadera en la medida en que es capaz de suscitar espacios imaginarios en los que se proyecta la realidad fundante de la historia (en este caso, de Jesús) y el sentido de los grandes valores de la vida, abriendo caminos de esperanza. Lo malo no es la imaginación, sino las malas imaginaciones… Lo malo no es la fantasía, sino la manipulación de fantasías… al servicio de mundos ya pasados o de poderes externos. No se puede ir en contra de la fantasía… pero hay que regularla. Tiempos como los nuestros, corren el riesgo de hundirse en fantasías pequeñas, vulgares, de “Gran Hermano”, en vez de abrirse a fantasías enormes, como las que están en el fondo de la Biblia (o del Ulises de Homero)”.


Comentario

Para mí, este texto pone de relieve que toda religión es fantasía; pero no una fantasía frívola, sino una fantasía que nace de raíces profundas, de raíces antropológicas universales. El mito perdura porque no es una historieta entretenida sino una aspiración profundamente humana.

Si religión es relacionarse con Dios, y Dios es inexpresable en conceptos humanos, la religión sólo puede aproximarse con imaginaciones que nacen de sentimientos profundos, con sugerencias sin pretensión definitoria ni exclusivista. La imaginería religiosa –de cualquier religión, de cualquier nivel místico o popular- no es verdadera ni falsa, sino camino que conduce o que aleja del amor que trasciende el egoísmo.

Estamos en un cambio de era y de paradigma cognoscitivo y social. Los viejos símbolos -desgastados por la evolución cultural o por las interpretaciones egoístas- van perdiendo su relación con lo significado. Necesitamos renovar la imaginería religiosa para buscar en nuestro interior las intuiciones profundas de los grandes fundadores; intuiciones que coinciden más que las explicaciones que han pretendido desarrollarlas.

Cambios necesarios para expresarnos y para ofrecer nuevos símbolos a quienes, desilusionados, caen en la banalidad. Cambios, pero respetando la conciencia y la imaginación de quienes todavía se sienten ligados a aquellos símbolos.

Gonzalo Haya

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