domingo, 6 de enero de 2008

Solsticio de diciembre

Pepcastelló

Hemos puesto mojones en la mente para acotar las órbitas de los astros, mientras ellos lejanos, inalcanzables, giran indiferentes a nuestro pensamiento. Construimos con ideas el universo que imaginamos y vivimos, y nos valemos de lenguajes y símbolos para comunicarnos y compartirlas y así alzar torres afines, para evitar la dispersión y el caos y andar conjuntamente, con ritmo firme y temperada armonía. Es absolutamente necesario este compartir, puesto que somos gregarios los humanos y no podemos vivir en solitario.

Hace unos pocos días, el planeta Tierra, esta nave común que nos transporta, nos nutre, nos da vida y nos lleva en sus brazos como una madre lleva a las tiernas criaturas que ha parido, acabó un trayecto alrededor del Sol y comenzó otro, según el circuito que imagina la civilización cristiana de occidente. Lo celebramos, como solemos celebrarlo casi todo los humanos, echándole alegría. Le pusimos alegría a esas fechas previamente marcadas, como venimos haciendo desde hace siglos, pues nos hacen falta gozos que nos suban el ánimo y nos ayuden a apurar los malos tragos que a menudo nos aporta la vida.

Celebraciones hay siempre para todos los gustos y pensares y modos de vivir o de andar por la vida, y cada cual elige la forma que prefiere. Yo celebré el cambio de año en un monasterio, invitado por una amiga monja benedictina, mujer sabia y bondadosa, a quien aprecio. Cantos gregorianos e hindúes alternando con Dvořák y Manu Chao, Nuevo Mundo y Clandestino como música de fondo de impactantes imágenes proyectadas que mueven a reflexión sobre lo que sucede en el mundo que habitamos y hacemos. Luego un largo silencio a cielo abierto, en plena noche, contemplando el firmamento lleno de estrellas.

¡Cuan lejos nos hallamos aún de comprender el profundo misterio que anima el universo! Llevamos siglos contemplando los astros y observando sus giros, y no sabemos todavía de donde procede la energía que los mueve y los llena de vida.

Pero el afán de saber, consubstancial a la humana natura, nos ha animado siempre y nos anima a superar sin tregua nuestros límites. Y llenos de ambición y no poca soberbia exploramos con los medios que tenemos el universo y la faz de la Tierra, y hurgamos sus entrañas sin piedad, y sin respeto alguno nos apropiamos de cuanto de real produce y su seno alberga para construir este mundo irreal, imaginario, de dinero y poder que nos seduce. ¡Qué mal usamos nuestra mente los humanos! Nos mecemos en paraísos de ensueño mientras convertimos la realidad en un infierno.

Llevamos ya unos días del año 2008. Han entrado en vigor nuevas leyes y normas que sirven principalmente para tenernos más sujetos a los designios de quienes atentos a los intereses de los ricos del mundo nos gobiernan. Alguna cosa habrá, posiblemente, que beneficie a quienes nos hallamos a mitad de camino entre la riqueza y la pobreza extrema, pero muy poco en favor de quienes se hallan más abajo. Y puede ser que incluso lo haya en su contra. Pero unos y otros vamos a cargar en pocos años con los destrozos que este paraíso imaginario inflinge a la Tierra. Talas masivas, destrucción de forestas y glaciares, envenenamiento de ríos y de lagos, y aun de mares, destrucción de la atmósfera, intoxicación continua del aire... Y a nivel humano injusticia, desigualdad, explotación, guerras de rapiña y genocidio demente. Y lo que es peor: una forma de vivir que anula el pensar y coloniza la mente desde lo más profundo. Deshumanización continua y programada de las masas en beneficio de unas minorías que dictan una ideología irracional y destructiva. ¡Qué mal augurio para este año que empezamos!

Pero no queremos gastar nuestro tiempo en lamentos más de lo justamente necesario para tomar conciencia. Vamos a entonar cantos “cucubanos” que nos animen a movernos en pos de la Utopía. (Y que nadie confunda estas pequeñas luces de luciérnaga con un nuevo espejismo). Vamos a tratar de mirar en derredor con otros ojos, de llenar al completo nuestra mente, corazón e intelecto, con razones distintas de las que nos imbuyen quienes con su poder de persuasión pretenden que aceptemos su forma de vivir como si fuera buena. No es éste el mejor mundo posible. No lo es para las gentes más desfavorecidas, pero tampoco para quienes por vivir con suficiente confort lo aceptan ciegamente. Y tampoco lo es, aunque lo crean, quienes lo imponen a la fuerza. Un mundo que camina ciegamente hacia su destrucción no es bueno para nadie. Necesitamos otra forma de vivir mucho más humana, y es tarea nuestra soñarla, pensarla y realizarla.

OTRO MUNDO ES POSIBLE, EMPECEMOS AHORA A REALIZARLO.

Pepcastelló

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