domingo, 12 de abril de 2009

Con este signo vencerás

Pepcastelló

¡Qué mal entienden el mensaje de Jesús esas gentes católicas que dan la batalla política luciendo lazo blanco al igual que Constantino usó la cruz como amuleto para vencer en el campo de batalla, según la leyenda! ¿De dónde sacan que Jesús se rebelase contra alguien que no fuesen los que habían convertido el templo en un refugio de hipócritas y negociantes?

Desde el siglo tercero acá, el cristianismo ha sido utilizado sistemáticamente para someter la población fiel a los intereses de los poderes terrenales. Los más complicados malabarismos mentales han servido para extraer de las sagradas escrituras la doctrina que más ha convenido a los líderes religiosos, hasta el punto de que al grito de ¡Dios lo quiere! se han cometido los mayores crímenes. Los seguidores de ese cristianismo soberbio no han dudado en colonizar pueblos y despojarlos de sus religiones y creencias para imponerles la suya, la de los invasores, la de quienes como fieras mataban, violaban, saqueaban y esclavizaban, sin ningún respeto ni humano ni divino. ¡Cuan lejos de esa religión quedan las enseñanzas y el ejemplo de ese Jesús de Nazaret que muestran los evangelios!

Hoy ese espíritu de conquista sigue vivo en la Iglesia Católica Romana. La clerecía de los países donde hay un ascendente católico todavía no erradicado sigue exigiendo a sus gobiernos que las leyes sancionen lo que ellos consideran pecados. Ningún auxilio sanitario para abortar y además cárcel a quienes tal hagan. Inquisición pura. La Iglesia señala la culpa y el poder judicial aplica la condena. ¡Que ejemplar muestra de amor cristiano! ¿Puede extrañarle a alguien que cada vez tengan menos fieles? ¿Puede alguien con la mente clara y un básico sentido de la justicia estar de parte de quienes así proceden?

Pero la adhesión a una fe religiosa nunca fue fruto de la claridad mental sino de estados emocionales debidamente encauzados. Hoy ese mecanismo mental sigue funcionado igual que siempre. La población católica devota está unida por fuertes lazos de afecto con su Iglesia a la que mentalmente asocia con el Dios al cual rezan y adoran. De ahí que no acepten críticas demasiado severas y que se afanen en disculpar las faltas que no pueden ocultar porque son ya de dominio público. Mal camino para formar conciencias amantes de la verdad y la justicia, pues aprendemos de las personas que amamos no por cuanto nos dicen sino por mimetismo, por cuanto en ellas vemos, ya que por amor a ellas tomamos amor a lo que hacen.

A la vista está el resultado. Donde hay líderes religiosos con conciencia social, con una vida ejemplar tanto desde una perspectiva cristiana como desde una ética humana universalizable, allí hay movilizaciones en pro de una justicia equitativa, de mejoras sociales, de mayor humanidad en suma. En cambio, donde los líderes religiosos siguen una conducta de censura cuando no de represión, para lo único que se lanza a la calle la población católica es para pedir prohibiciones a derechos que ellos no reconocen paro sí el resto de la población. Derechos que no les afectan porque su ejercicio no obliga a nadie sino que es libertad de cada cual valerse de él o no. Como se ve, los ejemplos cunden, tanto los buenos como los malos. Tal vez de ahí la gravedad de aquel grito evangélico: «¡ay de quien escandalizare...!».

A menos que se tenga una gran viga en el ojo, no se puede negar que el ejemplo que están dando las altas capas de la clerecía católica es deplorable. Tanto es así, que dentro mismo de esa Iglesia se alzan voces que pretenden justificar lo injustificable y disculpar lo que no hay modo de justificar. Esos parches podrán servir talvez para la población creyente que tenga una fuerte dependencia afectiva con esa Santa Madre Iglesia que según sus fieles confiesan es a la vez meretriz y casta, pero no para quienes todavía conserven la mente suficientemente clara como para poder discernir lo que es aceptable de lo que no lo es. Ahí se dará sin duda, cada vez con más fuerza, el rechazo al catolicismo.

No preocupa a quien esto escribe ese previsible incremento del rechazo religioso. La liberación es siempre preferible a cualquier forma de esclavitud; la lucidez, a cualquier forma de oscurantismo. Pero consciente de que el ser humano necesita mitos y creencias que le muevan por dentro, lamenta que otros mitos peores a los que integran el cristianismo vengan a sustituirlos, que es lo que está sucediendo a nivel mundial ya en los tiempos que vivimos. Se mire como se mire, pero siempre que la mirada esté libre de egoísmo, sería deseable que quienes tienen alguna capacidad de hacer oír su voz entre la población creyente hiciesen un profundo proceso de reflexión y se decidiesen a jugar la carta de la honestidad en vez de seguir jugando la de la conveniencia que, a pesar de cuanto dicen, es por la que siguen apostando.


Pepcastelló

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