miércoles, 22 de abril de 2009

La jerarquía

Editorial 277 de Protestante Digital

Esta sociedad, cada vez más individualista, experimenta un fenómeno curioso: se establecen jerarquías de poder en todo tipo de instituciones, que finalmente condicionan y asumen la autoridad en todas las decisiones realmente importantes que se deben tomar, anulando la participación de las personas.

Esto lleva a la realidad de que el individualismo -sin una fuerte responsabilidad social- produce colectivos débiles, que son sometidos por “lobbys” o “mafias” de poder que les sojuzgan.

Quizás las personas no reconozcan esta realidad (estilo Matrix), especialmente si viven en la dimensión más superficial de lo que ocurre a su alrededor. Realidad que, además, no se ve a simple vista porque la propia jerarquía negará que lo sea, y se disfrazará de diferentes maneras; siempre con tal de pasar desapercibida, porque es así como desarrolla (en la sombra) su máximo control.

Por ello, para ayudar a reconocer estas estructuras de decisión jerárquica, hemos escrito un sencillo decálogo que pueden aplicar de manera fácil y –creemos- muy útil.

1.- La jerarquía decide, el pueblo es simplemente informado de sus decisiones (y a menudo, sólo a veces, y después de haberse producido).

2.- La jerarquía no necesita consultar la opinión del pueblo al que en teoría representa, aunque puede –si lo ve necesario- escucharlo o hacer que le escucha.

3.- La jerarquía es y representa la unidad vertebrada de la institución.

4.- Si alguien atenta contra la línea de actuación de la jerarquía, atenta contra el propio pueblo.

5.- Sólo se podrá informar u opinar de aquello que la jerarquía considera positivo, conveniente o necesario.

6.- Cualquier información u opinión contraria a la jerarquía debe ser ignorada, y a ser posible anulada.

7.- La jerarquía admite sin problemas la pasividad y el silencio, pero nunca la crítica.

8.- La jerarquía excluye personas de valía, porque lo esencial es el apoyo a la jerarquía, no el debate y la aportación de ideas y de valores.

9.- La jerarquía se rodea de quienes siempre le dan la razón, o al menos actúan como si se la dieran.

10.- Si la jerarquía se equivoca, se deberán aplicar rigurosamente los nueve puntos anteriores.

Debemos decir que el principio de actuación de Jesús fue profundamente individual, pero a la vez echando el mayor peso en la responsabilidad de cada conciencia. A partir de ahí, la iglesia es la suma de esas individualidades responsables, que en amor y verdad conviven en un cuerpo vivo, cuya cabeza es Jesús. Sin jerarquías, al menos tal y como concibe el cristianismo protestante en su visión de las enseñanzas de la Biblia.

Por ello, el concepto social protestante es contrario a las jerarquías, eclesiales y sociales (que de todo hay: religiosas y laicas; fundamentalistas y liberales; políticas y ácratas).

La aportación de Calvino y los reformadores, en general, fue importante para construir las bases de una nueva democracia: “Particularmente en comparación con otras confesiones, que están organizadas de modo más jerárquico y dan menos importancia a la educación y participación de los creyentes, el calvinismo ofrece un gran potencial de innovación y reflexión a las sociedades ´modernas”, decimos en la información que publicamos esta semana, aludiendo a una exposición sobre la persona de Calvino.

Por ello, es importante que apliquemos el decálogo antes mencionado (mejorable y personalizable, desde luego). Porque cualquier jerarquía, a la larga (y a veces a la corta) distorsiona la imago dei y su expresión comunitaria en todos los ámbitos.

Necesitamos más personas que asuman su responsabilidad en comunidad; y menos jerarquías que diluyan la responsabilidad individual, asumiéndola y sustituyéndola por una aristocracia que gobierna para el pueblo pero sin el pueblo.

Cuando esto ocurra, la Iglesia, la política, y la sociedad serán mejores. No perfectas, pero sí capaces de caminar por sí mismas sin la ortopedia jerárquica correspondiente y con un seguro contra la corrupción, las injusticias y el abuso de poder.

Porque al fin y al cabo el amor, la verdad, la comprensión y la justicia no dependen de las jerarquías, sino de personas que asumen estos valores como una responsabilidad y un derecho irrenunciables ante su propia conciencia (y en última instancia, ante el creador de las conciencias: Dios).+ (PE/ACP)

(*) Editorial de Protestante Digital en su edición 277 del 21 de abril de 2009.


Agencia de Noticias Prensa Ecuménica
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=3667

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