martes, 17 de febrero de 2009

El derecho nace viejo

José M. Castillo

La protesta de los jueces y la huelga con que nos han amenazado a todos los ciudadanos me hace recordar lo que solía decir un antiguo profesor de la universidad de Bolonia, “el derecho nace viejo”. Lo cual resulta perfectamente comprensible. Porque las leyes se dictan y se aprueban normalmente como respuesta a una necesidad social que exige la regulación de los derechos de los ciudadanos. Lo cual nos viene a decir que el establecimiento de los derechos de las personas y de los grupos humanos es siempre respuesta a situaciones y necesidades que la convivencia social va presentando. De donde resulta inevitablemente que el derecho, en cuanto respuesta a situaciones y necesidades nuevas, no tiene más remedio que nacer siempre viejo. Y, en lo que se refiere a determinados problemas, sabemos de sobra que el derecho nace, con frecuencia, demasiado viejo.

Sin ir más lejos, el hecho de que los jueces se hayan puesto a discutir si uno de los poderes del Estado (el poder judicial) tiene o no tiene derecho para hacer una huelga, es el indicador más claro de que, efectivamente, el derecho nace viejo. Llegará el día, y ojalá sea pronto, en que se revisen los derechos de los profesionales del derecho. Para que, de una vez, quede claro si tienen derecho a emprender acciones que dañan los derechos de los ciudadanos. El día que el poder judicial se ponga en huelga, por más que los servicios mínimos garanticen la protección de determinados derechos básicos, en el conjunto de nuestros derechos (que son muchos) todos nos veremos desamparados.

Pero con decir esto no estamos nada más que empezando a afrontar un problema que es mucho más grave de lo que seguramente imaginamos. Porque los cambios sociales, políticos, económicos y culturales son casi siempre más rápidos que la respuesta de los poderes públicos para fijar los derechos que puedan proteger a los ciudadanos. Es lo que ocurre ahora, por ejemplo, con el espinoso asunto de la violencia de género. Está claro que, en este caso concreto, la sociedad ha padecido, durante demasiado tiempo, de un vacío legal que nos ha llevado, entre otros motivos causantes de lo que está pasando, al estado de cosas del que ahora nos quejamos. Las mujeres se han visto privadas, durante muchos siglos, de derechos que ahora están conquistando penosamente. Pero ocurre que los derechos de las mujeres, como ocurre con otros grupos humanos (por ejemplo, los homosexuales), están naciendo demasiado viejos. Y ya se sabe que “lo viejo” le estorba a mucha gente. Entre otras razones, porque, como bien se ha dicho, un sistema moral basado más en la imposición de deberes que en la defensa de derechos se convierte en un sistema “moralmente empobrecido” (J. Feinberg), ya que en él las personas no pueden sostener las demandas que un sistema de derechos hace posible. Por eso las personas desarrollan un carácter más servil entre los grupos humanos que no tienen los mismos derechos que en otros grupos que gozan de derechos y son conscientes de ello. Los que carecen de determinados derechos dependen de la buena voluntad de los demás, pero no pueden denunciar a quienes los pisotean. Eso les pasaba antiguamente a los esclavos. Y eso les pasa ahora a demasiadas personas, baste pensar en los inmigrantes y otros colectivos similares.

Por no hablar del problema jurídico más grave que ahora nos azota a todos. Me refiero a la crisis económica mundial. Todos somos conscientes de lo importante que es el que la economía funcione bien. Pero me parece que no todo el mundo se ha dado cuenta de la importancia que tiene el derecho en este asunto, como ocurre en todos los asuntos importantes de la vida. Y es que, por más que, desde los romanos, lo que más ha interesado al derecho occidental han sido las reglas que gobiernan la propiedad individual y las acciones derivadas de ésta (P. G. Stein), el hecho es que los graves problemas que hoy padece la economía son tan graves porque están demasiado desprotegidos de los necesarios derechos. Y es lógico. La economía se ha globalizado, pero carecemos de un derecho global. Ni existe un poder jurídico global que garantice el cumplimiento de los derechos más determinantes en este orden de cosas. Por eso hoy es perfectamente posible, como ya he dicho otras veces, que un individuo, desde el ratón de su ordenador, pueda desestabilizar la economía de un país entero. Y lo puede hacer de tal manera que no existe ley que proteja a los que sufren las consecuencias. Ni hay juez que tenga poder para pedirle cuentas al canalla que hace eso. De ahí que en este momento es demasiada la gente que se ve en situaciones desesperadas y no tiene a donde acudir para poner una denuncia. Y es que en realidad no se nos ha privado de ningún derecho. Porque no existe un derecho adecuado para proteger el sistema económico que ha hecho posible nuestro bienestar. Es más, se saben los nombres de los mayores responsables del desequilibrio económico mundial en que vivimos. Pero ahí están, en la calle y en sus mansiones, disfrutando del dinero que, por complicadísimos procedimientos, nos han arrebatado. Y sin embargo, jurídicamente, no se les puede considerar delincuentes. Porque el derecho que nos puede proteger, en este asunto de tan enormes consecuencias, todavía no ha nacido. Y el día que nazca, será tan viejo que, a lo mejor (o a lo peor) ya no servirá para nada.


José M. Castillo

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