viernes, 13 de febrero de 2009

Las finanzas mundiales pueden y deben cambiar


Al fallar el sistema financiero mundial, muchos activistas de la sociedad civil y las iglesias ven la crisis actual como una oportunidad para presionar por reformas radicales pendientes desde hace tiempo. La primera oportunidad para hacerlo será la reunión del G20 en Londres, a comienzos de abril.


Por una vez, los defensores de la justicia económica parecen no estar solos al reconocer la necesidad de cambios en las finanzas mundiales. La caída de las bolsas en todo el planeta y la bancarrota de bancos gigantes han convencido a los gobiernos de los países más ricos de que tienen que hacer algo, especialmente desde que la crisis financiera comienza a impactar en la economía "real" con despidos masivos en empresas afectadas por la brutal restricción del crédito mundial y el hundimiento de los mercados al consumidor.

"Pero hay una diferencia fundamental entre el enfoque de quienes tratan de restablecer el capitalismo financiero y el de quienes están convencidos de la necesidad de un cambio de paradigma en la economía mundial", dice el economista brasileño Marcos Arruda, del Instituto Políticas Alternativas para el Cono Sur. "Lo que hace falta no es sólo algunas regulaciones aquí y allá, sino alternativas reales al actual sistema que representen una profunda transformación."

Arruda delineó propuestas para una nueva arquitectura financiera internacional en un panel patrocinado por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) durante el reciente Foro Social Mundial, celebrado en Belém, Brasil. Este foro es la mayor reunión mundial del movimiento "alterglobalización", que trata de resistir a la globalización económica explotadora promoviendo formas de organización social y económica alternativas y basadas en valores.

La búsqueda de alternativas viables al actual sistema financiero mundial fue una de las principales cuestiones examinadas en el evento que tuvo lugar en la ciudad de Belém, al nordeste de Brasil, y que terminó el 1º de febrero. El foro, que durante seis días reunió unos 130.000 activistas sociales de más de 140 países a las puertas de la región amazónica, puso también de relieve la crisis ambiental y las voces de los pueblos indígenas.


Apuntar al corazón del "capitalismo de casino"

"Para ser significativas, las alternativas propuestas a las actuales finanzas mundiales deben cumplir dos requisitos fundamentales", señala Martin Gück, de Kairos Europa, una red de movimientos eclesiales pro justicia, que intervino también en Belém en el panel patrocinado por el CMI.

"Por una parte, tienen que invertir el equilibrio de poder en el actual sistema del mercado financiero, que favorece a los actores privados y públicos –bancos e instituciones financieras internacionales– los cuales ni están democráticamente legitimados ni rinden cuentas a la sociedad. Por otra, deben poner fin al dominio de las finanzas sobre la economía 'real'."

En otras palabras, adonde hay que dirigir los esfuerzos es al corazón del llamado "capitalismo de casino o de juego". Por cada dólar que interviene en transacciones dentro de la economía "real" –en la que productos o servicios se intercambian por dinero– hay 35 dólares implicados en transacciones de naturaleza meramente "virtual", a través de instrumentos financieros cada vez más complicados y más alejados de los bienes reales.

Por otro lado, hay que volver al revés el llamado principio del valor del accionista. Este principio, en la formulación de Milton Friedman, uno de los padres de la economía neoliberal, sostiene que "la única responsabilidad de una empresa es incrementar los beneficios para sus accionistas".

Según Gück, "ya no es aceptable que, en la toma de decisiones de las empresas internacionales, se tengan en cuenta solamente los intereses de los accionistas, y mucho menos si éstos son entendidos exclusivamente en términos de maximizar el lucro a corto plazo".


Soluciones a una crisis sistémica

En Belém, unas 20 organizaciones y redes de la sociedad civil que trabajan en temas de justicia económica, pudieron llegar a un acuerdo sobre varias propuestas concretas encaminadas a reformar el actual sistema financiero mundial. Tratándose como se trata de un sistema complejo, también las alternativas propuestas son variadas y, en algunos casos, de carácter bastante técnico.

No obstante, lo fundamental es claro: "pedimos que las Naciones Unidas, reformadas y democratizadas, estén en el centro de la reforma del sistema financiero", dice Marta Ruiz, de la Red europea sobre deuda y desarrollo, que actuó en Belém como portavoz de los grupos que discutieron la crisis financiera.

La lista de propuestas fundamentales incluye mecanismos para controlar el flujo internacional de capitales, un sistema monetario internacional basado en monedas de reserva regionales, el control de los bancos y las instituciones financieras por parte de los ciudadanos, el establecimiento de sistemas fiscales progresivos en los ámbitos nacional e internacional, la prohibición de fondos especulativos y mercados no regulados, la erradicación de la especulación sobre materias primas incluidos los alimentos y la eliminación de los paraísos fiscales.

La crisis no es sólo financiera, sino también sistémica, acordaron los activistas en Belém, y abarca múltiples crisis que afectan al medio ambiente, a las estructuras políticas y sociales y a los suministros de alimentos y energía. A causa de esta complejidad, las soluciones no pueden ser sólo de carácter financiero.

"Detrás de la crisis financiera hay una crisis ecológica", dice Bertille Darragon, militante ecologista francesa. "Tenemos que abandonar el modelo de crecimiento económico ilimitado y empezar a pensar en términos de 'decrecimiento', es decir, reducir el consumo de recursos y energía, comenzando por el de los muy ricos, pero incluyendo a las clases medias, tanto en el Norte como en el Sur."

"Se necesita un cambio en nuestro estilo de vida", concuerda Wilfried Steen, un pastor protestante que dirige el Servicio de desarrollo de las iglesias de Alemania. "Nosotros, los alemanes, tenemos un nivel de consumo que requeriría 1,3 planetas para ser sostenible. Esto debe cambiar. Desde un punto de vista teológico, cada ser humano tiene un lugar en la creación de Dios; por lo tanto, todos tenemos el mismo derecho a vivir y a consumir".

Un modelo de desarrollo alternativo debe estar "dirigido por las personas, impulsado por la demanda local y basado en la integración regional", dice Percy Makombe, de la red de justicia económica de la Comunidad de Consejos Cristianos de África Austral.

A juicio de Makombe, los países africanos deben "desvincularse" de los sistemas financieros y comerciales mundiales, rechazando los acuerdos bilaterales y de libre comercio, e incluso cualquier otra ayuda de países desarrollados.

"En Africa dependemos decisivamente de la ayuda exterior" dice Makombe, "pero para recibir dicha ayuda canalizada a través de instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, nos vemos obligados a abrir nuestros mercados y a poner en peligro nuestra soberanía alimentaria, de forma que todo el proceso termina extrayendo riqueza fuera de África."


Reforma dentro del sistema y reforma del sistema

Es evidente que las finanzas mundiales no pueden cambiar de la noche a la mañana. La pregunta acuciante es, entonces, cómo y de dónde vendrán los cambios. La respuesta tiene dos vertientes.

Por una parte, es necesario "crear, dentro del viejo sistema, nuevas formas de 'economía de solidaridad’ basadas en la comunidad", dice Arruda, "formas que no estén impulsadas por la lógica del beneficio privado y que sean sostenibles desde una perspectiva ambiental e intergeneracional".

Por otra parte, "tenemos que lograr que nuestras propuestas alternativas sean tomadas seriamente e incorporadas a la discusión mayoritaria", dice Rogate Mshana, economista tanzaniano miembro del personal del Consejo Mundial de Iglesias.

Incluso aunque no creen que el llamado "Grupo de los 20" –los ocho países más ricos más las 12 mayores economías emergentes– puedan llevar a cabo una transformación radical de las finanzas mundiales, muchos de los activistas reunidos en Belém propondrán su programa en la reunión de los líderes del G20 a comienzos de abril.

Según Mshana, "nadie tiene un modelo desarrollado al detalle para un nuevo sistema financiero mundial. Pero tampoco el sistema actual es el resultado de un modelo semejante, sino de un proceso acumulativo que tuvo lugar paso a paso, a lo largo del tiempo. De modo que tenemos que presionar para conseguir reformas transformadoras a diferentes niveles; las organizaciones de la sociedad civil y las iglesias de todo el mundo tienen una gran contribución que aportar al respecto".+ (PE)


Juan Michel (*)
09/02/13 - PreNot 7954
Agencia de Noticias Prensa Ecuménica
(*) Juan Michel, encargado de prensa del CMI, es argentino, miembro de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.
www.ecupres.com.ar

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