lunes, 16 de marzo de 2009

Golpe sobre golpe

Susana Merino

Golpe por la noticia de que una criatura de 9 años reiteradamente violada por su padrastro se vio embarazada de gemelos y debió abortar con el acuerdo de su madre y de los médicos que la intervinieron y nuevo golpe por la difusión de la excomunión decretada por el obispo de la región a su madre y al equipo medico interviniente.

¿Es posible imaginar tanto desatino? ¿Es posible que la ley que ha invocado el obispo se halle por encima de la capacidad de comprender, de amar, de acompañar el drama de una pequeña tan duramente involucrada en esa dolorosa situación? Preguntas de difícil respuesta para quienes creemos que la doctrina de Cristo se dirige precisamente a confortar el dolor y las angustias de los más desvalidos y no a condenarlos, a ayudarlos a recuperar su autoestima y su dignidad de seres humanos.

Hace mucho que trato de comprender como por una parte se juzga tan severamente y se condena el aborto de embarazos no deseados y por otra se tolera con tanta liviandad la proliferación pornográfica, sin mencionar el mal gusto que la caracteriza, en todos los medios masivos, gráficos, televisivos y hasta radiales en los que, solo se incita, se estimula, se induce a considerar al cuerpo de la mujer tan solo como objeto y fin del deseo sexual y a no valorar el hondo significado de un acto que como ningún otro aproxima a los seres humanos al Creador.

Estoy convencida de que esa tolerancia se convierte en extrema complicidad y es además un síntoma de la enorme hipocresía que caracteriza a nuestro tiempo y que talvez no sea nueva pero que en nombre de una utópica liberalidad solo conduce a la destrucción de los valores que otorgan su más profundo sentido a la condición humana. Todo esto inmerso en un mundo alimentado por el afán de lucro y por intereses puramente crematísticos que no dudan en acudir al uso de los recursos más degradantes para lograr sus objetivos sin reparar en el enorme daño que ocasionan.

Pero resulta mucho menos tolerable el silencio de quienes se arrogan la custodia de esos valores, tanto laicos como religiosos de profesión cristiana que luego ponen el grito en el cielo ante la proliferación de embarazos no deseados, en muchos casos adolescentes y de la generalmente inevitable secuela de abortos.

He reiterado ya muchas veces mi convicción de que no es posible resolver los problemas, como también sucede con la delincuencia atacando la eventualidad de los hechos consumados sino combatiendo sus causas, sus raíces profundas, el origen de conductas que solo responden y en el caso de los jóvenes a estímulos externos, absolutamente ligados a intereses comerciales y en modo alguno relacionados, como sería de desear, con el crecimiento y la maduración personal de esos mismos jóvenes y hasta de los que no lo son tanto, como es el caso de los violadores de cualquier edad y condición.

Alguien me podría demostrar que la proliferación de imágenes gráficas pero sobre todo televisivas, las escenas de “tono subido” como se decía en mi época no son un extraordinario caldo de cultivo para incorporarlas al terreno de la fantasía, una fantasía basada fundamentalmente en los instintos para lograr luego su transferencia a la realidad de cualquier modo, manera y oportunidad en que fuere posible.

Como podemos escandalizarnos de lo que sucede a nuestro alrededor, como pueden los religiosos sorprenderse y batir el parche de las sanciones y de las excomuniones si viven en nuestro mismo medio, si no son ajenos a una realidad imposible de ignorar, porque nos invade desde el más insignificante afiche callejero.

No existe por lo tanto otra opción si queremos combatir las consecuencias que genera la extralimitación hedonista que nos rodea que tomar el toro por las astas y emprender serias, tenaces y firmes campañas populares que boicoteen a la empresas que patrocinan revistas, programas y contenidos que están en la base del debilitamiento moral de la sociedad que no es simple moralina como algún despistado podría calificarla sino que se trata de un permisivismo sin límites introducido por un sistema socioeconómico que está destruyendo este y muchos otros aspectos de la vida en nuestro planeta, desde la tan y tan largamente promocionada libertad de mercado. Esta, entre muchas otras, es parte de sus inevitables consecuencias.+ (PE)


Susana Merino
09/03/16 - PreNot 8021
Agencia de Noticias Prensa Ecuménica
www.ecupres.com.ar

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