viernes, 8 de agosto de 2008

El humanismo anoréxico

Hace unos años, Le Pen, el fascista francés, propuso una serie de medidas para detener y expulsar a los inmigrantes. El grito de la gente decente, de izquierdas y derechas, llegó hasta el cielo –puso el grito en el cielo, se suele decir–. Aquella propuesta, más o menos, es la que ha sido aprobada por el Parlamento Europeo, y bautizada como la «Directiva de la vergüenza», junto con la que se refiere a la jornada de 65 horas.

El Sr. Berlusconi, además de hacerse una ley para que los jueces no puedan enjuiciarlo por las causas que tiene pendientes, ha decretado que se le tomen las huellas dactilares a todos los niños gitanos que hay en Italia, sean nacionales o extranjeros, legales o ilegales, para, dice, proteger a la infancia. En Italia, las huellas dactilares sólo se les toman a los delincuentes, y no acabamos de ver cómo esa medida va a proteger a la infancia, más bien la va a fichar y nos tememos lo peor.

Nos tememos que esta práctica fascista, similar a la que usaron los nazis con el pueblo judío, pueda llegar a verse como normal, sólo hace falta que se den las condiciones adecuadas para que nuestras democracias lleguen a la conclusión de que esa medida es necesaria para defender «nuestros» derechos humanos, y si los derechos humanos son universales, no pueden ser afirmados por unos frente a otros, porque entonces dejan de ser derechos de todos para convertirse en privilegios de unos pocos.

La situación se asemeja a una faena torera, al lance que da el subalterno para dejar al toro ante el picador, pero un picador que ha dejado el caballo y ha salido corriendo. El diestro aguarda a que el picador le domestique la fiera con dos puyazos y grita al subalterno. El subalterno vuelve a dar dos capotazos a la fiera para dejarlo nuevamente ante el picador, que no existe... Y la fiera sigue ahí. Discuten sobre su nombre: Crisis, se llama crisis dicen unos; desaceleración, dicen otros; algunos se atreven con un nombre que es innombrable: «globalfascistización» o globalización preñada de fascismo, entendido éste como el uso racional de lo irracional para convertido en fundamento de la política.

El artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros». ¿Podemos sostener sin ruborizarnos cada una de estas afirmaciones? ¿Los niños gitanos de Italia, o los inmigrantes, o los marginados en barrios marginales nacen libres e iguales? ¿Los que toman estas decisiones y los que lo permitimos nos comportamos fraternalmente con los otros? ¿Estamos dotados de razón y conciencia?

Tenemos un problema: La confrontación entre riqueza y pobreza, entre ricos y pobres, está adelgazando nuestro humanismo hasta dejarlo anoréxico. La búsqueda de la riqueza y el beneficio económico ha condenado a la miseria a miles de millones de inocentes, ha destrozado a la naturaleza y nos está destrozando a nosotros, al hombre, varón y mujer. Tenemos instrumentos para responder a la situación, tenemos capacidad científica, recursos técnicos, naturales y humanos, tenemos argumentos morales... entonces, ¿Por qué no lo hacemos?

No lo hacemos porque el instrumento que es la política se ha quedado sin fundamento, el fundamento es el hombre y lo estamos, y se está, destruyendo. Ser, ser humano, es querer ser hombre de las Bienaventuranzas, creyente o ateo, pero hombre de las Bienaventuranzas. Los seres humanos naceremos libres e iguales cuando los que los recibimos seamos hombres de las Bienaventuranzas y cuando ése sea el horizonte existencial que le proporcionemos.■

Noticias Obreras 5

Editorial 1460-1463 [16-7-08/15-9-08]

Comentarios y FORO...

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