lunes, 18 de agosto de 2008

Mi tango es en voz baja

Cuando se nos viene sigiloso y casi nos sugiere un silbido, el tango huye de cantoras y recitadores clamorosos para hablarnos palabras que sólo uno sabe. Así que a contraluz de cualquier pensamiento se adueña de nosotros y de cuánto no pudimos ser; esas cuestiones.

Siempre el tango retorna por esos recovecos del frío fabriquero y ojos de alguna piba que nunca lo supiera; más el amigo fusilado en agosto como una lluvia sobre mi traje nuevo.

No tan sólo por eso mi tango es en voz baja. Yo lo siento conmigo a solas y de a uno también si afina su rasguido de viola misteriosa, entrañable y compadre, y evoca los sueños demolidos contra algún paredón congelado y oscuro. Y es que aquel otro tango, del sueño adolescente y goles perdidos sobre la hora, se obliga a dar un paso de costado, digamos versallesco, y los olvidos olvidados nos vuelvan de rebrote hacia tanta arboladura de esperanza que tuvimos. Anterior al desaliento y la feroz derrota.

Es que el tango, taimado, no nos deja sin herirnos un resquicio. Él se adueña del cuerpo aniquilable y de una sola sombra en el difuso velamen de las sábanas. De nuestro pobre cuerpo que llevamos de arrastre huyendo de un reloj de insaciable desgarro.

Eso lo sabe el tango. Y es entonces que torna cigarrillo de larga ceniza meditada, una copa de vino solitario balbuceando algún nombre y ojos en el vacío. Apenas y por eso no jay que gritar el tango, es en voz baja y que nadie sepa cuánto nos ilusionamos o quisimos. Es un chamuyo visceral y mío que vuelve cada tanto. Contragolpe al vacío de un tiempo mejor o imaginario, semental de nostalgia que a veces ya resuena a vulgar organito repetido.

El tango en alta voz y teatralero es una grosería de recién venido. Y él puede someternos por laberintos de la mirada lejos y olvidos inasibles al recuerdo. Es una confesión de tanto en tanto, un deschave en sí mismo y un ‘vos sabés como fueron esas cosas’.

Por eso y lamentos que prometí callarme, me vuelve siempre el tango. Y no perdona.

Eduardo Pérsico *

(*) Eduardo Pérsico, escritor, nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.

Comentarios y FORO...

ETIQUETAS

Acción solidaria (14) Adolfo Pedroza (2) Adolfo Pérez Esquivel (3) América Latina (62) Amor (3) Análisis de la comunicación (18) Antiglobalización (3) Antiimperialismo (13) Apostasía (3) Ateísmo (1) Cambiode paradigma (4) Ciencia (3) Colaboraciones (227) Cristianismo (55) Cultura (2) Derechos Humanos (55) Diálogo (1) Domingo Riorda (2) Ecosociología (37) Ecumenismo (1) Eduardo Pérsico (20) Educación (14) Emma Martínez Ocaña (1) Enrique Carfagnini (1) Equidad (58) Espiritualidad (26) Estructuras sociales (18) Ética y Sociedad (138) Filosofía (2) Geopolítica (19) Gonzalo Haya Prats (9) Hambre (10) ICR (86) Iglesia (15) II-SP (1) Imperialismo (9) Irina Santesteban (1) Iris M. Landrón (1) J.J.Tamburini (1) Jaime Richart (4) José Comblin (1) José M. Castillo (33) Juan Masiá (1) Leonardo Boff (23) Libertad (1) Libertad de expresión (2) Lorena Aguilar Aguilar (2) Luis (1) Luis Alemán (2) Marcela Orellana (6) Marcelo Colussi (1) Marià Corbí (2) Maya Lambert (3) Mística (1) Mujer (1) Oscar Taffetani (2) P. Luis Barrios (3) Paz Rosales (4) Pelota de Trapo (6) Pepcastelló (94) Pere Casaldàliga (2) Pobreza (3) Poesía (13) Psicología (1) Rafael Fernando Navarro (64) Recomendamos (3) Religión (20) Religión y Ciencia (9) Religión y Cultura (3) Religión y política (49) Religión y sociedad (20) Sabiduría popular internáutica (2) Sergio Ferrari (2) Solidaridad (4) Susana Merino (1) Taizé (3) Teología de la Liberación (5) Thelma Martínez (2) Utopía (10) Veca Muelle (1) VIDALOGÍA (1) Violencia (6) Violencia de género (1) Walter Dennis Muñoz (7)