viernes, 29 de agosto de 2008

Jesucristo Sacerdote según la Carta a los Hebreos

Gonzalo Haya sobre Ariel Álvarez

Introducción

He leído con gran interés el artículo de Ariel Álvarez Valdés sobre Cristo Sacerdote en la Carta a los Hebreos publicado en este blog [1] ayer, día 13 de julio del 2008. Por dos veces intenté insertar un comentario, pero me salía confuso y excesivamente largo. Esta mañana, al dar los buenos días a Dios, he repensado el tema y me he aclarado un poco.

Profeta, Rey y Sacerdote

El citado artículo nos explica que los judíos conversos tenían nostalgia de sus sacerdotes y del culto que se celebraba en el Templo de Jerusalén. Jesús había sido un laico, imposibilitado de acceder al sacerdocio por no pertenecer a la tribu de Leví.

El pueblo esperaba un Mesías que sería Profeta, Rey y Sacerdote.

“La aparición de un futuro Profeta lo anunciaba el libro del Deuteronomio, cuando Dios le dice a Moisés: Suscitaré un Profeta como tú de entre tus hermanos" (18,18). Yo me pregunto cómo se lo prometió Dios a Moisés. Ya no creemos que Dios tuviera todas aquellas prolijas conversaciones con Moisés. Creo que en Moisés, o en el pueblo a lo largo de su historia, creció la confianza de que Dios no lo abandonaría, e imaginaron que la ayuda de Dios vendría a través de un profeta que los liberaría como había hecho Moisés.

“La promesa de un futuro Rey estaba en el 2º libro de Samuel, donde Dios le dice a David: Cuando tú mueras yo pondré un descendiente tuyo y mantendré tu trono para siempre" (7,12). La misma confianza en la protección de Dios, ahora en el contexto de David, se interpreta como la llegada de un Mesías Rey.

“Finalmente la promesa de un futuro Sacerdote para los últimos tiempos se la había hecho Dios al sacerdote Elí: Mandaré un sacerdote fiel, que actúe según mi voluntad" (1Sam 2, 35). Ahora, en el contexto sacerdotal, el esperado salvador aparece como sacerdote.

Jesús “fue reconocido como "profeta" (Mc 9, 8), ‘gran profeta’ (Lc 7, 16), e incluso ‘el profeta’ (Jn 6, 14). También fue reconocido como ‘rey’ (Mt 21, 9), el ‘rey que viene en nombre del Señor’ (Lc 19, 38), el ‘rey de Israel’ “(Jn 12, 13).

Para no defraudar, y para cerrar la argumentación apologética, faltaba reconocer a Jesús como sacerdote. El autor de la carta a los Hebreos descubre la respuesta “leyendo un Salmo que decía: ‘Dios lo ha jurado y no se retractará: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec" (110, 4).

Creo que la única promesa de Dios –aunque no expresada con palabras- es no defraudar la esperanza humana de salvación, de lograr ese algo indefinido que anhelamos y que pintamos con nuestros colores terrenales de un reino feliz.

Jesús es para mí “el rostro humano de Dios” y no tiene necesidad de ser ni Mesías, ni rey, ni sacerdote. Lo entiendo mejor si no es ni rey ni sacerdote, aunque comprendo que para otros, la manera de llegar a él es considerarlo como Mesías, rey o sacerdote.

La palabra de Dios

Tradicionalmente se ha considerado la Biblia como una obra inspirada por Dios a distintos amanuenses -aunque no se considere meramente dictada-, y por lo tanto con total coherencia interna. Actualmente se tiende a considerar la revelación como la percepción que tuvieron de Dios personas con una intensa experiencia religiosa; percepción ineludiblemente representada mediante los elementos culturales o las experiencias humanas de cada uno.

Cada autor del Nuevo Testamento nos da una visión del mensaje y de la misión de Jesús, no siempre compatibles, como por ejemplo la concepción del templo y del culto en Juan y en la Cartala Biblia. a los Hebreos. Las comunidades cristianas aceptaron esta variedad, pero cerraron la puerta a las desviaciones que ya apuntaban estableciendo el canon de los libros sagrados que forman

Lo que llamamos “Palabra de Dios” son interpretaciones humanas –muy venerables- que tratan de transmitirnos diversas experiencias de Dios. Estas interpretaciones sirven de orientación para los que no logramos experimentar esa presencia de Dios, pero no todas ellas nos sirven igualmente. Incluso una misma experiencia religiosa nos sirve de orientación en una época de nuestra vida, pero posteriormente deja de ser significativa para nosotros.

El autor de la Carta a los Hebreos sintió la necesidad de presentar ante su comunidad a Jesús con Sacerdote. Juan prefirió invitar a su comunidad a adorar a Dios, no en un templo, sino en espíritu y en verdad. Yo he sentido la tentación de tomarme muy a pecho estas palabras del cuarto evangelio –y del protomártir Esteban- y proponer la supresión de los templos cristianos. Sin embargo creo que debo respetar a los cristianos que se sienten identificados con la Carta a los Hebreos, con tal de que no atribuyan al culto un valor en sí que pretenda comprometer a Dios, sino que lo consideren como un desahogo de su deseo de relacionarse con Dios.

Espiritualidad elitista

Tal vez se me pueda reprochar que propongo un cristianismo elitista –una espiritualidad sin religión- poco adecuado para el pueblo sencillo al que Jesús se dirigía. Tal vez tengan razón, pero, en este caso, elitista no significa superior, porque soy consciente de que para Jesús los primeros, las élites, serán los últimos. La religiosidad del pueblo, las procesiones, el rocío, las reliquias, los amuletos, los disciplinantes..., cristianos o no cristianos, serán los preferidos de Dios, no por ser mejores sino por estar más necesitados.

La sensata espiritualidad de una élite tiene que conformarse con el papel de hermano mayor del hijo pródigo, de jornalero de primera hora que recibe el mismo jornal del de última hora.

Yo acojo el papel que quizás me haya tocado en la construcción del reinado de Dios: ir despejando de mediaciones –siempre a la vez distorsionadoras- el camino hacia Dios, anhelar el “ya sí” del reino, el encuentro con Dios. Sería deshonesto, con Dios y conmigo mismo, el envidiar a mi hermano menor y remolonear en mi trabajo malgastando la herencia del Padre.

Agradezco a Dios ser recibido en el reino junto con mi hermano menor y detrás de los publicanos y de las prostitutas.

Ahora en las fiestas catalanas se levantan las pirámides de los castellets humanos; a la cima sube un niño, no por ser el más fuerte, sino por ser el más liviano. Yo, con mi pretendida élite espiritual, me encuentro satisfecho en la base de la pirámide.

Gonzalo Haya
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2008/08/27/jesucristo-sacerdote-segun-la-carta-a-lo

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