SOUTHAMPTON.- En estas playas cerca de Manhattan, la competencia entre los ejecutivos ya no pasa por quién llega en BMW o quién en un Porsche (aunque, con el tráfico estival, todos los autos se mueven a paso de hombre), sino en qué helicóptero o avión privado.
Como consecuencia, el incesante zumbido del tráfico aéreo interrumpe la paz local y ya desató una guerra de "autos de lujo v. jets". Lo llamativo es, si uno ve a las personas involucradas, que no se trata de algunos Rockefeller, sino de parte de una masa de millonarios anónimos que se multiplican en Estados Unidos.
Robert Frank, periodista de The Wall Street Journal, los estudió en el libro Richistán, donde argumenta que a pesar de los pronósticos de declive americano, Estados Unidos es hoy el mayor productor de multimillonarios -aun si está por detrás de China y Rusia en otros tipos de producción- y que, en los últimos años, por primera vez en la historia los tuvo en mayor cantidad que Europa. Para los norteamericanos, esta nueva riqueza es conflictiva. Por un lado, representan el sueño americano de que cualquiera puede hacerse rico, y muchos son filántropos, pero a la vez se trata de un símbolo de la brecha que se abrió entre los muy ricos y el resto del país.
Richistán llama Frank a esta especie de país separado -financiera y culturalmente- dentro de Estados Unidos, con sus propios códigos, necesidades y reclamos sociales que, para bien o para mal, tantos norteamericanos han empezado a habitar.
Juana Libedinsky
Domingo 24 de agosto de 2008
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