A Mache, con todo mi amor
"Donde abunda el peligro sobreabunda lo que salva"
Hölderlin
No hace falta siquiera dar un paso: el amor está aquí, pleno y abundante, en el mismísimo punto donde nos encontramos cada uno de nosotros. Todo el amor del universo, siempre a disposición, a cada instante, estemos donde estemos. Entonces, ¿qué nos pasa que nos condenamos a vivir sin amor la mayor parte de nuestra existencia? ¿Por ignorantes? ¿Por malvados? ¿Por cobardes? ¿Por perezosos?
Miles de canciones, películas y libros nos han convencido: el amor es una proeza, o un milagro, o una insospechada casualidad. Nos hemos resignado a descartar la posibilidad del amor como nuestra fuente insustituible de alimento, fuente cotidiana, palpable, siempre disponible e inacabable. El amor es tan poderoso y transformador que nos bastan apenas un destello, un guiño o una leve sugerencia para inundar de gracia, luz y sentido a nuestro transcurrir tantas veces chato y gris.
Caminando el otro día por un alejado parque, una amiga me sorprendió con este comentario: "Me impresiona la cantidad de música que tenemos alrededor". En el lugar imperaba el más nocturno silencio. Le pedí que me explique. "'¿Qué te tengo que explicar? Estamos rodeados de música, toda la música: jazz, rock, clásica, folklore, cumbia. Si no me creés, traemos una radio, la prendemos y ahí te vas a dar cuenta".
Con el amor pasa lo mismo: está acá, nos rodea y lo llevamos dentro en todas sus variantes. Y a diferencia de la música, no necesitamos de ningún aparato extra para capturarlo: nos basta con nuestro simple corazoncito, nuestra simple almita para sintonizarlo en cualquiera de sus frecuencias, las 24 horas del día, los 365 días del año, todos los años de nuestras vidas.
En el instintivo acto de respirar podemos hallar un acto de amor insuperable. En él, con el más puro desinterés, nos regalamos mutuamente vida con el universo. El amor nos funde en unidad.
El mecánico reflejo de la memoria es una portentosa manifestación de amor: con sólo recordar un simple gesto, una mirada o una sonrisa, otro ser se prolonga en nosotros, y a su vez nos prolonga.
El amor es una flor que nunca deja de florecer. Siempre está floreciendo, nunca florecido. Siempre está vigente, fluyente, como la misma energía que surge en cada uno de nuestros átomos y da entidad al universo entero.
En medio de la tragedia que estamos viviendo como país, amar es urgente. Sólo el amor nos salva. Y es gratis. Y simple. Y revolucionario.
Pablo Llorens