lunes, 17 de marzo de 2008

Por Colombia y por Venezuela, yo escojo la Paz

Es tragicómico escuchar el debate en la Asamblea Nacional de Venezuela, sobre el conflicto declarado hace tiempo entre el Presidente Chávez y el Presidente Uribe, agravado por el ataque de la fuerza militar colombiana a un campamento de las FARC en la frontera con Ecuador, que luce evidentemente como una violación al territorio ecuatoriano. Y agravado por la posición asumida del Gobierno venezolano, de declararse en “pie de guerra”. No se quien tenga la razón.

Es tragicómico escuchar a los representantes de los gobiernos involucrados, aunque más trágico que cómico, dado que se inicia una carrera desbocada hacia un destino ciertamente incierto. No me interesa quién tenga la razón, si la respuesta que dan estos gobiernos es amenazar con la guerra.

No soy un experto en la materia, y no aspiro a dar una opinión cultivada por las razones de Estado. Me veo obligado a escribir estas líneas porque tras escuchar los medios de comunicación, leer las opiniones especializadas y navegar en el internet, no me encuentro expresado en ninguna, más bien me veo contrariado.

Quiero también expresar mis ideas y mi opinión ciudadana, como uno de los involucrados en una posible confrontación bélica en la región. Quiero hablar como venezolano, y quisiera también poder como ecuatoriano y colombiano.

Hablo porque la vida me ha enseñado que de la guerra solo queda muerte, destrucción, miseria y unos cuantos contratos millonarios para las empresas que siempre se benefician de cualquier conflicto armado. Queda la muerte física de jóvenes llevados como “frente de batalla”, queda la muerte espiritual de sus familias, amigos, y el espacio vacío de lo que debió ser su futuro. Queda la destrucción de los espacios geográficos, la tierra, recursos y vida donde se “resuelva” el conflicto armado. Queda la miseria de los pueblos eternamente sufrientes de los conflictos de poderes que inician la guerra, de ese pueblo que cínicamente siempre dicen defender. Los que ganan se cuentan con los dedos de una mano, y sobran dedos.

Hablo porque la guerra no es la política llevada por otros medios, sino porque la guerra es la imposición de la sin razón de los intereses más innobles de quienes detentan el poder. Pocas veces mueren los generales y los presidentes, quizás nunca. Siempre encuentran la muerte los hijos de las mujeres del barrio y los campesinos que tienen la desdicha de vivir la guerra. Son las bajas “necesarias”.

Nunca alzaré mi mano venezolana para agredir a mis hermanos colombianos. Nunca celebraré una victoria sobre “enemigos” que son mis vecinos. Por que los soldados a ambos lados de la frontera son hijos de Bolívar, porque tenemos más en común que diferencias. Porque en las victimas de un posible enfrentamiento todas las victimas serán latinoamericanos. Yo prefiero las represalias de los malos gobiernos que nos lleven a la guerra, que la bajeza de apoyarles sabiendo las consecuencias. ¿Qué pueblo gana en esta posible guerra? Se la respuesta, ¡ninguno!

No hay guerra buena. Perdemos ambos pueblos, y cualquier otro que se involucre. No hay patria que valga la muerte de sus hijos, si es una guerra para dirimir el conflicto entre las personas y grupos que dirigen esas patrias.

No opino quien tiene razón y quien culpas. Solo se quién paga los costos de una guerra.

No voy a ser cómplice de esta guerra, ni de ninguna otra. Enarbolo la bandera de la Paz. Ofrezco mis brazos y mi esfuerzo para encontrarme con cualquier colombiano y trabajar por la paz.

Por mi pueblo, mis hermanos y todos los hijos de este gran pueblo latinoamericano escojo la Paz y rechazo la guerra sin razón. No voy a pelear la guerra de los malos gobiernos que tienen nuestros países hermanos.+ (PE)

Por J. A. Parra Maldonado

08/03/06 - PreNot 7216

Agencia de Noticias Prensa Ecuménica

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Montevideo. Uruguay

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