Rafael Fernando Navarro
A Sevilla le llega el dolor de madrugá. Varales altos de luna. Nardos de túnicas blancas. Azucenas con mantilla. No es el dolor del hambre, de la pobreza, de las guerras. No es el dolor del dolor. Es un dolor señorito, con sombrero de ala ancha. Salcillos de vino fino. Berruguetes de tabernas. Y el dolor por las esquinas de vírgenes rayos uva. Pero los Cristos son cristos, estrechos por Placentines, dolorosas de Triana y Macarenas de barrio. Con las estrellas bordadas, prendidas en la pechera. Dioses austeros con ojos en busca de barandales para apoyar la amargura.
Depeñaperros arriba, por Morata de Tajuña, una pasión viva. Judas informáticos, juanes vendedores de seguros, campesinos de espigas blancas, mujeres amantes de noches escondidas. Y Jesús, concejal y carpintero, pero Jesús ante todo. Carne y hueso de garlopa, para tomar decisiones con la madera y los vecinos. Cruz y corona de espinas. Clavos y túnica oscura. Todo hechura de sus manos de concejal carpintero, de cristo obrero y político. Desconozco su adscripción política. Y uno siente la necesidad de preguntarle por muchas cosas: por los parados del pueblo, por los enfermos solos, por los viejos olvidados, por los niños sin padre, por los padres sin niños, por recalificaciones innombrables, por las construcciones nunca autorizables, por el lujo de unos pocos, por el hambre de muchos.
Y habría que ir ampliando: sangre infecunda de Irak, los guantánamos negros, los terroristas de corbata y mocasín italiano, por el Africa del sida, por las Iglesias dogmáticas y excluyentes, por los arzobispos que condenan, por los papas que excomulgan, por los cristos siempre obreros y nunca concejales, por los pobres de la tierra, por los que nunca tienen la palabra, por los sin esperanza, por los sin amor, por los creados sin aparente creador, por los fabricantes de angustias, por los asesinos de esperanzas, por los que niegan la palabra, por los hospicios del beso, por las olas sin playa, los mares sin horizontes.
Cuánta pregunta, cristo-concejal, cristo con sueldo político, maniatado por euros de hipotecas, subordinado de nómina, de voto asambleario, de aspiraciones a teniente de alcalde. Cristo hundido en la tumba, nunca resucitado. Por incompatibilidad de Boletín Oficial. Candidato a consejero, en ascensión vertical. Olvidadas las espinas, la cruz arrinconada, hasta el año que viene, cuando a Sevilla le llegue el dolor de madrugá, un dolor señorito, con salcillos de taberna, vírgenes de vino blanco y azucenas con mantilla.
Rafael Fernando Navarro