Cuento de Eduardo Pérsico *
Al hombre sentado en la estación ferroviaria lo entretenía el reflejo de las vías El ámbito tal vez lo hiciera pensar que uno se acostumbra a todo, hasta sorprender diciendo ‘tranquilos señores, esto es un allanamiento’ y si por ahí no quedara otro remedio, aflojar un par de balazos y a otra cosa.
A las dos y diez de la madrugada la llegada de un tren se impuso al silencio. Sin mirar a los costados descendió una persona llegó y medio minuto después, como al descuido, abandonó en el asiento un maletín que traía y volvió al tren que retomó la marcha. Desde un quinto piso del edificio de enfrente se encendió y apagó una linterna; todo estaría en orden y el hombre solitario dejó de distraerse con el reflejo de las vías, alzó el portafolio y salió sin apuro del paradero de trenes.
Sí, uno se acostumbra a todo, y casi con parsimonia subió al auto que arrancó enseguida. ‘Todo en orden’ fue un guiño con quien manejaba y anduvieron un trecho antes de hablarse. La persona que dejara el dinero del rescate ya estaría lejos, convencido que ellos le soltarían al hijo ni bien recibieran el pago... Pero además esa vez ni cambiarían los billetes para no tentar de nuevo a ningún héroe, como aquel camarada que pretendiera frenarlos, pobre tipo, y al rato aparecieron su mujer y los dos pibes llorando en la televisión.
* Eduardo Pérsico, narrador y ensayista, nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.