sábado, 9 de febrero de 2008

¿Existe un modelo de “familia cristiana?

Dijo Jesús: “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que paz no, sino espada. Porque, de ahora en adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; se dividirá padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra” (Lc 12, 51-53), “así que los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mt 10, 36).

Jesús dijo además: “No llaméis padre a nadie en la tierra, pues uno solo es vuestro Padre, el del cielo” (Mt 23, 9). Y algo más sorprendente: “Un discípulo le dijo: Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre. Jesús le contestó: Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mt 8, 21-22). Más aún: “Otro le dijo: Te seguiré, Señor, pero primero déjame despedirme de mi familia. Jesús le replicó: Uno que echa mano al arado y mira atrás no es apto para el Reino de Dios” (Lc 9, 61-62).

Y todavía, un relato desconcertante: “Llegó su madre con sus hermanos y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. Una multitud de gente estaba sentada en torno a él. Le dijeron: Oye, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera. Él les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él, añadió: Mirad a mi madre y a mis hermanos. Pues el que cumpla la voluntad de mi Padre del cielo, ése es hermano mío y hermana y madre” (Mc 3, 31-35).

A todo esto hay que añadir que las relaciones de Jesús con su familia no fueron buenas: “Entró en casa, y se reunió tal multitud que no podían ni comer. Sus familiares, que se enteraron, se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio” (Mc 3, 20-21). Después fue un día a su pueblo, Nazaret, “se puso a enseñar en la sinagoga” y el resultado fue que “todos se escandalizaban de él”. Y Jesús dijo: “Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian a un profeta” (Mc 6, 4). Y es que, según el evangelio de Juan, “ni sus parientes creían en él” (Jn 7, 5).

Está claro que, para Jesús, ni la familia es intocable, ni la familia es lo primero, ni las relaciones de parentesco son lo principal. Para Jesús, lo determinante no son las relaciones de familia, que son obligatorias legal y socialmente a cambio de ofrecer una forma de “seguridad social” (J. P. Meier). Para Jesús, lo fundamental son las relaciones de fe, que son libres y se basan en el amor mutuo, la “relación pura”, que resume la religión entera (Mt 7, 12; Lc 10, 27-28). En el fondo, esto es lo que quiere decir Jesús cuando dice que el marido no puede repudiar a su mujer “por cualquier causa” (Mt 19, 3-6).

Hasta el año 845, los cristianos se casaron como se casaban todos los ciudadanos en los tiempos del Imperio Romano. Incluso después de tantos siglos, el matrimonio se justifica por razones de derecho civil, no por argumentos teológicos. Así consta en los “Decretos Pseudoisidorianos” (F. G. Le Brass).

En el reinado de Pipino el Breve, y por influencia de san Bonifacio, se originó dentro del Imperio Franco una evolución hacia la consecución de un control eclesiástico sobre los matrimonios. En los siglos XI y XII, la Iglesia tuvo total jurisdicción sobre el matrimonio y sus efectos civiles. Pero hay que esperar hasta ese tiempo para que la Iglesia tomara conciencia de la dimensión sacramental del matrimonio.

La primera vez que se atribuye al matrimonio un carácter religioso (“religiositatis species”) es en 1139, en el II Concilio de Letrán (Denz. 718). A finales del siglo XII, en 1184, es cuando se vio el matrimonio como sacramento, en el Concilio de Verona (Denz. 761).

Es verdad que, mucho antes, san Agustín habla del matrimonio como sacramento (“De bono coniug.” 7). Pero Agustín no entiende el “sacramento” en sentido propio. Ni dice que sea fuente de gracia (P. Adnés). La liturgia del matrimonio fue obligatoria para el bajo clero. Los laicos podían aceptarla o prescindir de ella. Es a partir del Concilio de Trento (siglo XVI) cuando la teología del sacramento del matrimonio fue aceptada por toda la Iglesia (Denz. 1801-18012).

Si durante tantos siglos no estuvo clara en la Iglesia la teología del matrimonio ni el modelo de familia, es porque en la Biblia no hay un modelo uniforme. Y menos aún se puede hablar de un modelo basado en una presunta “ley natural”. Por ejemplo, la poligamia estuvo permitida en Israel, desde los Patriarcas hasta el tiempo de Jesús y hasta mucho más tarde (J. Jeremias). San Pablo habla del matrimonio (Ef 5, 21-32) afirmando que lo propio del marido es el “amor”, en tanto que a la mujer le corresponde la “sumisión”.

Ahora bien, si Jesús fue tan crítico e incluso tan duro con la institución familiar y las relaciones de parentesco; y si además la Iglesia, durante tantos siglos, no se interesó apenas por el sacramento del matrimonio, hay que preguntarse por qué ahora los obispos dicen que lo más grave que está ocurriendo es que el Gobierno está poniendo en peligro la “familia cristiana”. ¿No será que lo de la “familia cristiana” es una pantalla que oculta otros intereses? Me temo que sí.

Un modelo de familia presupone un modelo de sociedad y un modelo de política. Una política conservadora necesita un modelo de familia tradicional. Y la familia tradicional es el medio más eficaz para mantener la sociedad tradicional.

Jesús no tuvo familia. Dejó la familia en que vivía, no se casó ni formó un hogar. Todo lo que ata: ataduras familiares, políticas, religiosas..., no brota del Evangelio, sino de otros intereses. Entonces, ¿de dónde viene lo de la “familia cristiana”? ¿de Jesús? ¿de los obispos? La familia es necesaria. Pero que nunca sea un modelo de familia que somete, que ata y que impone un modelo de política y de sociedad.

José M. Castillo

http://www.feadulta.com/ventana-modelofamilia.htm

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