Pepcastelló
Como siempre, sólo que ahora servido por demócratas.
“Jarabe de palo”, al igual que orden, democracia, “estado de derecho” y otras varias lindeces de la lengua, son eufemismos que sirven para designar, con disimulo, violencia.
Salvo las formas más groseras, abiertamente criminales sin discusión alguna, tales como hacer desaparecer gente, poca cosa ha cambiado desde que hace unos años cayeron herrumbrosas las principales dictadura de occidente y del oriente próximo. Hoy la violencia de estado se ejerce por otros procedimientos menos escandalosos, menos aparentemente censurables, más disimulados…, pero se ejerce. Se ejerce violencia contra toda manifestación de discrepancia porque ese es el procedimiento más antiguo que se conoce para tener sometido al pueblo y asegurarse el control del Estado, lo único que importa de verdad, hoy como ayer, a los amos del mundo.
Ni respeto ni orden ni justicia que no se avengan a las conveniencias de quienes los controlan merecen ser considerados por quienes con el fin de asegurar su beneficio apostaron por servir al capital, al verdadero amo. Pura palabrería servirá luego para desinformar y desorientar a quienes tengan que acudir a las urnas en las siguientes elecciones, algo importante para el sistema aunque no tanto para quienes han hecho de la política su profesión, ya que para estos de lo que se trata es de estar en lo alto, y que eso está asegurado tanto si se está en el gobierno como en la oposición, pues ésas son las reglas del juego que tienen establecidas los paladines del autoritarismo disimulado.
Hoy yo mañana tú, ése es el juego. Y como hay premio para la cuadrilla del diestro vencedor, toda ella se afana a echar el resto para lograr el triunfo, y el relevo en la defensa de los intereses de las capas sociales privilegiadas asegura la apariencia de cambio tanto como la inmovilidad buscada por quienes en verdad mandan, que son los ricos, los verdaderos amos.
Este acuerdo aparentemente caballeresco, por más que en espíritu sea de lo más miserable, conlleva una letra menuda que quienes participan en la lid conocen bien y respetan escrupulosamente: la exclusión preventiva. Hay que excluir del juego a quienes en un momento dado pueden estar en desacuerdo con las normas. A esos hay que dejarlos fuera como sea, que son unos ilusos que no entienden nada y defienden intereses que no son los de los amos. Hay que cerrarles la puerta mediante leyes excluyentes que luego se harán cumplir con todos los recursos estatales que se tengan, y con violencia disuasoria, por supuesto, siempre que convenga.
Bien, pues se quiera o no se quiera, guste o no guste, éste es el juego. Quien quiera que se avenga, y quien no, ya sabe lo que hay: «jarabe de palo».
Pepcastelló
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