Melva Márquez
"La educación debía ser humanista” (Beltrán Prieto Figueroa)
Nunca quise ser eco / y sin embargo nunca quise ser sombra / y sin embargo nunca quise ser duelo / y sin embargo no quise ser escarcha / y sin embargo… Mario Benedetti (El mundo que respiro, 2001)
Y sin embargo insistimos en vivir. A pesar del presente que muchas veces nos agobia, insistimos en soñar, en diseñar el futuro con trazos de humanidad y con la tinta libre de la libertad. Confieso no haber querido sentirme ni eco ni sombra, ni duelo, ni escarcha, pero el carro de la vida lo empuja a una a enfrentar las ideas harto tiempo acariciadas con la realidad. Y entre esta realidad y las ideas, se baña la amistad que no sabe de tiempo ni de conveniencias ni de reclamos. Allí está Héctor Francisco Carmona y su testimonio de lucha revolucionaria, sus poemas esdrújulos y su cándida sonrisa en medio de amenazas, traiciones, olvidos y muecas. Sin embargo, camina flanqueado por el amor de quienes le rodean y están a su lado. Se empeñó el periodista poeta y con mucho gusto intentaré seguir su senda, es que ¿saben? nuestro país y nuestros niños de edad y sentimiento merecen que todos empujemos la carreta para que no nos suenen tanto sus ruedas.
El tema de la educación nunca pasa de moda. A lo mejor es porque es un tema medular para la vida del país. A lo mejor es porque siempre rompe paradigmas, sobre todo en los últimos tiempos a causa de los vaivenes ideológicos a los que se ha sometido el planeta o porque el avance de las telecomunicaciones en la sociedad urbana ha sido de tal magnitud que nos ha arropado y nos mantiene en un ¡ya va! constantemente. La educación es, pues, nuestro tema.
Nos hablan de varios tipos de educación. Nos dicen que la educación que recibimos en el hogar está más relacionada con los valores intrínsecos del ser humano, tales como el respeto, la dignidad, la solidaridad y el amor. Nos dicen que la educación que recibimos en la escuela tiene que ver más con contenidos enciclopédicos, con el aprender a pensar, a analizar y a construir esa arquitectura que conforma el conocimiento especializado y que no siempre se traduce en esos saberes que tenemos como pueblo. Hay otra educación, más simpática y más esquiva en los últimos tiempos, la que recibimos para comportarnos en el colectivo; entonces nos llaman “educados” porque cedemos el paso, no pegamos gritos ni somos agresivos de gratis, sabemos escuchar y hasta podemos llegar a sonreír sin cobrar por ello.
Nuestra condición de ser caribeños y tropicales hace que nuestras pasiones siempre estén a flor de piel. El sol con su calor picante mantiene alborotado nuestro gentilicio y entre la música, la política, las mandiocas, las catalinas y los apretones dentro del bus en las horas pico vamos construyendo lo que queremos. Así debe ser, asumirnos con nuestros errores y nuestras virtudes, con nuestra alegría y nuestro color en el caminar mientras vamos limpiando la maleza que siempre surge. Si nos vemos como un todo, construiremos todos. Si nos despreciamos a nosotros mismos o a nuestro alrededor, jamás saldremos adelante ni como colectivo, ni como país. La educación en nuestro país ha tenido muchos avances ¿Cómo negarlo? Ha avanzado en contenidos y número de docentes; ha avanzado en recursos y en dignidad, en especial en aquellas unidades educativas donde los niños reciben desayuno, almuerzo y servicios médicos.
En los últimos años muchas personas han visto la belleza que es saber leer -que saber leer no es saber deletrear-. En los últimos años muchas personas han cerrado esas ventanas abiertas que por múltiples razones les impidieron culminar sus programas de estudios. Ciclos en la vida que hay que culminar para emprender otros o simplemente para tener la satisfacción del ¡yo sí puedo!
De aquel sistema educativo copiado a la medida del sistema educativo francés en tiempos de Antonio Guzmán Blanco (1868) han pasado muchas historias. Apenas en 1948 tuvimos nuestro primer proyecto de Ley de Educación, sobre el cual se plasmaron muchas ideas innovadoras para el momento del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. Ya tan pronto como 1946, el maestro había indicado que el Estado debía ser docente (de allí el término estado docente), dado que la autoridad la ejerce el Estado, por lo que en materia de educación debe ser el responsable y el garante de su aplicación. En la exposición de motivos, el maestro Prieto Figueroa logró introducir el concepto de humanismo democrático, según el cual se debía educar a la persona para que con plena conciencia fuese un factor positivo del trabajo de la comunidad. Sostenía nuestro ilustre educador que la educación debía ser humanista desde la escuela hasta la universidad.
De aquella hermosa propuesta educativa que recomiendo leer para poder saber sobre qué tierra nos vamos moviendo, pasamos a la Ley de Educación de 1955, vigente hasta 1980 cuando fue sustituida por la Ley Orgánica de Educación, conforme con los principios de la Constitución de la República de 1961 (pasaron diecinueve años para acoplar la Ley de Educación a la Constitución). En esta Ley Orgánica de Educación también participó el maestro Prieto Figueroa. En muchos de sus artículos se reflejaba el trazo silente del maestro y aunque no se logró incluir el término estado docente, sí se plasmó la gratuidad de la enseñanza sin distingo de color de piel, origen étnico, condición socioeconómica, orientación sexual, género biológico, creencia religiosa o edad. Sin embargo, la presencia de la comunidad –que no comunidad educativa-, la familia y los valores éticos sociales no fue relevante. Llegó la Constitución de la nueva república en 1999 y con ella la necesidad de adecuar los contenidos de la LOE a esta nueva realidad.
Casi diez años después nace la nueva LOE en medio de protestas insensatas y mediáticas, en medio de muchos temores creados más por desconocimiento y manipulación de factores ajenos a la venezolanidad que por razones de humanidad. Leamos nuestra Ley Orgánica de Educación, fijémonos en la cantidad de avances de derechos individuales y colectivos que en ella se contemplan, veamos el crisol de valores individuales y sociales que ella refleja y asumámosla nuestra al acatarla y hacer que las autoridades la cumplan. Es la única manera que viva y se mantenga.
Sin embargo, la rechazan.
Melva Márquez
http://www.alterinfos.org/spip.php?article3847
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"La educación debía ser humanista” (Beltrán Prieto Figueroa)
Nunca quise ser eco / y sin embargo nunca quise ser sombra / y sin embargo nunca quise ser duelo / y sin embargo no quise ser escarcha / y sin embargo… Mario Benedetti (El mundo que respiro, 2001)
Y sin embargo insistimos en vivir. A pesar del presente que muchas veces nos agobia, insistimos en soñar, en diseñar el futuro con trazos de humanidad y con la tinta libre de la libertad. Confieso no haber querido sentirme ni eco ni sombra, ni duelo, ni escarcha, pero el carro de la vida lo empuja a una a enfrentar las ideas harto tiempo acariciadas con la realidad. Y entre esta realidad y las ideas, se baña la amistad que no sabe de tiempo ni de conveniencias ni de reclamos. Allí está Héctor Francisco Carmona y su testimonio de lucha revolucionaria, sus poemas esdrújulos y su cándida sonrisa en medio de amenazas, traiciones, olvidos y muecas. Sin embargo, camina flanqueado por el amor de quienes le rodean y están a su lado. Se empeñó el periodista poeta y con mucho gusto intentaré seguir su senda, es que ¿saben? nuestro país y nuestros niños de edad y sentimiento merecen que todos empujemos la carreta para que no nos suenen tanto sus ruedas.
El tema de la educación nunca pasa de moda. A lo mejor es porque es un tema medular para la vida del país. A lo mejor es porque siempre rompe paradigmas, sobre todo en los últimos tiempos a causa de los vaivenes ideológicos a los que se ha sometido el planeta o porque el avance de las telecomunicaciones en la sociedad urbana ha sido de tal magnitud que nos ha arropado y nos mantiene en un ¡ya va! constantemente. La educación es, pues, nuestro tema.
Nos hablan de varios tipos de educación. Nos dicen que la educación que recibimos en el hogar está más relacionada con los valores intrínsecos del ser humano, tales como el respeto, la dignidad, la solidaridad y el amor. Nos dicen que la educación que recibimos en la escuela tiene que ver más con contenidos enciclopédicos, con el aprender a pensar, a analizar y a construir esa arquitectura que conforma el conocimiento especializado y que no siempre se traduce en esos saberes que tenemos como pueblo. Hay otra educación, más simpática y más esquiva en los últimos tiempos, la que recibimos para comportarnos en el colectivo; entonces nos llaman “educados” porque cedemos el paso, no pegamos gritos ni somos agresivos de gratis, sabemos escuchar y hasta podemos llegar a sonreír sin cobrar por ello.
Nuestra condición de ser caribeños y tropicales hace que nuestras pasiones siempre estén a flor de piel. El sol con su calor picante mantiene alborotado nuestro gentilicio y entre la música, la política, las mandiocas, las catalinas y los apretones dentro del bus en las horas pico vamos construyendo lo que queremos. Así debe ser, asumirnos con nuestros errores y nuestras virtudes, con nuestra alegría y nuestro color en el caminar mientras vamos limpiando la maleza que siempre surge. Si nos vemos como un todo, construiremos todos. Si nos despreciamos a nosotros mismos o a nuestro alrededor, jamás saldremos adelante ni como colectivo, ni como país. La educación en nuestro país ha tenido muchos avances ¿Cómo negarlo? Ha avanzado en contenidos y número de docentes; ha avanzado en recursos y en dignidad, en especial en aquellas unidades educativas donde los niños reciben desayuno, almuerzo y servicios médicos.
En los últimos años muchas personas han visto la belleza que es saber leer -que saber leer no es saber deletrear-. En los últimos años muchas personas han cerrado esas ventanas abiertas que por múltiples razones les impidieron culminar sus programas de estudios. Ciclos en la vida que hay que culminar para emprender otros o simplemente para tener la satisfacción del ¡yo sí puedo!
De aquel sistema educativo copiado a la medida del sistema educativo francés en tiempos de Antonio Guzmán Blanco (1868) han pasado muchas historias. Apenas en 1948 tuvimos nuestro primer proyecto de Ley de Educación, sobre el cual se plasmaron muchas ideas innovadoras para el momento del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. Ya tan pronto como 1946, el maestro había indicado que el Estado debía ser docente (de allí el término estado docente), dado que la autoridad la ejerce el Estado, por lo que en materia de educación debe ser el responsable y el garante de su aplicación. En la exposición de motivos, el maestro Prieto Figueroa logró introducir el concepto de humanismo democrático, según el cual se debía educar a la persona para que con plena conciencia fuese un factor positivo del trabajo de la comunidad. Sostenía nuestro ilustre educador que la educación debía ser humanista desde la escuela hasta la universidad.
De aquella hermosa propuesta educativa que recomiendo leer para poder saber sobre qué tierra nos vamos moviendo, pasamos a la Ley de Educación de 1955, vigente hasta 1980 cuando fue sustituida por la Ley Orgánica de Educación, conforme con los principios de la Constitución de la República de 1961 (pasaron diecinueve años para acoplar la Ley de Educación a la Constitución). En esta Ley Orgánica de Educación también participó el maestro Prieto Figueroa. En muchos de sus artículos se reflejaba el trazo silente del maestro y aunque no se logró incluir el término estado docente, sí se plasmó la gratuidad de la enseñanza sin distingo de color de piel, origen étnico, condición socioeconómica, orientación sexual, género biológico, creencia religiosa o edad. Sin embargo, la presencia de la comunidad –que no comunidad educativa-, la familia y los valores éticos sociales no fue relevante. Llegó la Constitución de la nueva república en 1999 y con ella la necesidad de adecuar los contenidos de la LOE a esta nueva realidad.
Casi diez años después nace la nueva LOE en medio de protestas insensatas y mediáticas, en medio de muchos temores creados más por desconocimiento y manipulación de factores ajenos a la venezolanidad que por razones de humanidad. Leamos nuestra Ley Orgánica de Educación, fijémonos en la cantidad de avances de derechos individuales y colectivos que en ella se contemplan, veamos el crisol de valores individuales y sociales que ella refleja y asumámosla nuestra al acatarla y hacer que las autoridades la cumplan. Es la única manera que viva y se mantenga.
Sin embargo, la rechazan.
Melva Márquez
http://www.alterinfos.org/spip.php?article3847
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